Reseña,
septiembre/
Octubre, 1980, nº 145,
pp.19-20 |
DOÑA ROSITA LA SOLTERA
de FEDERICO
G. LORCA |
Titulo:
Doña Rosita la soltera, o el lenguaje de las flores.
Autor: Federico Garcla Lorca.
Música: Antón García Abril.
Diseño, vestuario y decorado: Mex Bignens.
Intérpretes: Nuria Espert (Rosita), Encarna Paso
(Ama), Carmen Bernardos (tía), José Vivó (tlo), Joaquin
Molina (catedrático), Gabriel Llopart (Don Martín), etc.
Dirección: Jorge Lavellh.
Estreno en Madrid: Teatro Maria Guerrero (CDN),
septiembre, 1980. |
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Cartel
del estreno
de Margarita Xirgu. |
HASTA este año
“Doña Rosita” no habla subido a las tablas españolas
sino una sola vez, en 1935, encarnada por
Margarita Xirgu y con una
puesta en escena alentada por el propio autor. Luego fue
el silencio. Y en febrero pasado comenzaba una gira por
provincias (Canarias. Andalucía. Levante...) que iba a
desembocar en septiembre con su presentación en Madrid,
abriendo las actividades del teatro María Guerrero. Este
estreno casi riguroso llegaba apoyado además por dos
nombres de prestigio: Nuria Espert
como protagonista, y Jorge Lavelli
en la dirección. Lavelli, que no había querido trabajar
en nuestro país durante el franquismo, Espert y Lorca
constituyen una trilogía bien expresiva; una muestra de
lo que querría ser el teatro de la nueva etapa española.
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FUERZA
DRAMATICA Y POESÍA
Doña Rosita la soltera, o el lenguaje de las flores, penúltima
obra de Lorca, no es probablemente lo mejor de su producción.
Pero reúne sin duda interés poético y dramático sobrado para
intentar un ambicioso espectáculo. La anécdota central
(inspirada por cierto en hechos verídicos) es sencilla y hasta
banal: una joven provinciana de fin de siglo se ve alejada de su
novio y gasta sus años en una espera que consume su juventud, su
esperanza y toda su vida. Pero con esta historia lineal que
corre a lo largo de veintiséis años se nos ofrece, y no podría
ser menos, el retrato de una sociedad mortecina, que oprime al
individuo con el agobio de sus ideas anquilosadas y sus
costumbres estereotipadas. Para afianzar este tema como central
no debe olvidarse que Doña Rosita no es propiamente engañada;
ella sabe antes que nadie toda la verdad. El drama radica en que
se ve forzada a fingir ante los demás... Todo Lorca está en esta
tensión entre individuo y sociedad, libertad creadora y
estereotipo, yo y ellos. Fue su tema preferido: quizá su único
tema. Pero así como en sus dramas rurales los acentos son
trágicos, de duros contrastes casi expresionistas, en Doña
Rosita los tonos son suaves, chejovianos: la anécdota es mínima
(no “pasa” nada en escena), pero el drama individual y social se
transparenta progresiva y eficazmente. Resulta así que en el
fondo de esta cursilería provinciana, de esta mojigatería
española, lata un material dramático recio y sugestivo.
Junto al tema capital hay que subrayar otras constantes
lorquianas. Como obra de arte “Doña Rosita” encierra varios
temas armónicamente trabados y posibilita varios niveles de
lectura. Encontramos por ejemplo la preferencia de Lorca por la
mujer (La Zapatera, Yerma, Bernarda y sus hijas...), en la que
encuentra un pozo inagotable de sensibilidad y una dramática
“virilidad”; o la presencia del tiempo como factor primordial
(Así que pasen cinco años...); y por supuesto toda la imaginería
de su universo poético. En esta ocasión el tema se sintetiza en
la imagen de la “rosa mutabile”, que enrojece progresivamente
hasta el mediodía, se vuelve blanca en la tarde y al anochecer
se deshoja. Doña Rosita es la bella y frustrada flor de un día.
UN BRILLANTE MONTAJE
Con este material literario como punto de partida, y con la
holgura de presupuesto que supone trabajar en el Centro
Dramático Nacional, Nuria Espert podía afrontar este montaje y
realizar un proyecto que sabemos le interesaba desde tiempo
atrás. El alto nivel artístico en que suele desenvolverse como
actriz y como empresaria hacía concebir fundadas esperanzas.
Para este trabajo ha confiado la dirección a Jorge Lavelli, cuyo
origen argentino no le ha impedido destacar en los ámbitos
teatrales europeos y americanos. A sus órdenes ha colaborado Max
Bignens, responsable del vestuario y decorados, consiguiendo un
montaje material de gran brillantez. Voy a entrar en seguida en
detalles; pero quiero destacar que el público en general parece
haber visto con agrado el espectáculo, y seguramente se debe en
buena parte a la belleza de la escenografía, que se complace en
la transparencia del telón y los muros, la blancura impecable
del personal técnico y la robustez de la madera de los armarios,
la presencia feliz del invernadero... También es un logro la
ilustración musical de García Abril.
OBJECIONES
Sin embargo es fácil oír en los comentarios que el conjunto
resulta un poco frío. Y es cierto. Porque el ambiente sugerido
más parece nórdico que meridional: altas paredes casi desnudas,
vegetación estilizada, puertas vacías... ¿Dónde se quedó
Granada? Para un texto que alude constantemente a la Alhambra,
el Darro, San Antón o la calle de Elvira, la escenografía parece
finlandesa. No hay por qué reproducir Granada, es evidente; pero
creo que sí había que sugerirla. En cuanto al vestuario, hermoso
en conjunto, presenta ciertas incongruencias menores: exceso de
contraste de las Ayolas, convivencia de figurines muy realista
con otros más libremente teatrales...
Pero lo menos convincente es la interpretación de la propia
Nuria Espert. No se sabe cómo esta apasionada actriz trabaja en
esta ocasión de un modo tan exterior, tan sin emoción. Le sobran
recursos para salir del paso; pero se limita a salir del paso.
¿Cómo no dice un poco mejor los pocos versos de la obra? ¿Por
qué se reitera en ese tonillo que le hace levantar la curva
melódica en los finales? Doña Rosita no me ha conmovido ni una
sola vez. Y eso me parece grave. No es extraño que la
ovación más sincera del público sea diariamente para Encama
Paso, que si bien tiene un papel mucho más fácil y agradecido,
se entrega a él de modo mucho más creíble. Del resto destacan
Gabriel Llopart y Joaquín Molina en sus breves intervenciones, y
el grupo de las solteronas y su madre. Otros nombres, aunque
conocidos, no aportan nada de interés.
El tercer capítulo de objeciones es para la dirección. Lavelli
parece haberse preocupado por jugar los espacios, y en principio
no está mal. Incluso son armoniosos los momentos coreográficos,
plásticamente logrados. Pero se le ve la mano con exceso en
algunos momentos, como el juego de los sillones de ama y tía, el
poner los pies en las sillas, o el incomprensible rodar de Nuria
por el suelo... (comprensible en otros montajes; pero no dentro
de la estética de esta Doña Rosita). De dirección interior de
actores, nada; al menos no se ve sino el marcaje externo de las
“mise en scéne”. Por eso quizás el difícil ritmo de una obra con
pocos acontecimientos decae más de una vez, y el público lo
traduce moviéndose en sus butacas.
Me queda por reseñar una sospecha, ya que no puedo sacar
conclusiones de unas breves declaraciones de Lavelli a la prensa
y revistas. Me refiero a su visión de Doña Rosita. La primacía
que concede al tema del tiempo, o su calificativo de la
protagonista como “tontita de la burguesía granadina”, me llevan
a disentir de su orientación. Sospecho que no tenemos la misma
idea sobre Lorca y su comedia dramática. Puede que sea éste el
motivo por el que su montaje, con sus aciertos estéticos y sus
ausencias de fondo, me parezca en conjunto brillante, pero
equivocado.
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JUAN LUIS VEZA
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Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.
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