URTAIN
UN JUGUETE ROTO
Título:
Urtain.
Autor: Juan Cavestany.
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan.
Diseño de sonido y música original: Nick Powell.
Iluminación:
Valentín Álvarez y Pedro Yagüe.
Fotografías:
Valentín Álvarez
Vídeo:
Paz Producciones
Diseño de Cartel:
SeanMackaouil e Isidro Ferrer
Ayudante de dirección: Celia León
Auxiliar de dirección: Clara Gutiérrez
Producción de Animalario: Joseba Gil y Esther Fernández
Asesor y entrenador de boxeo: Jero García
Caracterización: M-up Sánchez
Expresión corporal: Helena Ferrari
Documentalista Walter: Scopherville
Coproducción
Centro Dramático Nacional y Animalario
Agradecimientos: Alberto Berzal, Cecilia Solaguren, Beatriz Alcalde, Telespan
Intérpretes: Roberto Álamo (Urtain y padre
de Urtain), Raúl Arévalo (Pedo Carrasco
Adolfo Suárez, Paisano vasco, Periodista, Coro), Luis Bermejo
(Manuel Alcántara, Vicente Gil, Raphael, Camarero Cecilio, Paisano
vasco, Periodista, Coro),
Luis Callejo
(Presentador, Lizarazu, Paco Martínez Soria, Coro), Alfonso Lara/Alberto San Juan
(Manager, Paisano vasco, Periodista, Coro), María Morales
(Marisa, Intérprete de inglés, Eugenio, Periodista, Coro),
Estefania de los Santos (Cecilia, Urtain
niño, Periodista, Coro)
y Luz Valdenebro
(Biquini, Coro).
Dirección: Andrés Lima.
Estreno en Madrid:
Teatro Valle-Inclán.
Sala Francisco
Nieva (CDN), 25 – IX - 2008. |
FOTOS: VALENTÍN ÁLVAREZ |
José Manuel Ibar, Urtain, también conocido como el Morrosko de Cestona, fue uno de los
deportistas españoles más populares durante los últimos años del
franquismo. Su especialidad, el boxeo, al que llegó desde la práctica del
levantamiento de piedras después de que alguien, asombrado de la fuerza física
que derrochaba, le animara a emprender la conquista de los cuadriláteros, donde
les esperaba un futuro de riquezas y fama. Su historia no difiere mucho de la
de otros que siguieron parecida senda. Manejados por promotores, managers y
otras gentes sin escrúpulos y encumbrados en los medios de comunicación, tras
gozar de una efímera gloria y dilapidar aquella parte de lo ganado que no se
perdía en los bolsillos de tales personajes, casi todos concluían sus vidas de
mala manera. El cine norteamericano nos lo ha contado mil veces y, en el teatro
español, lo hizo hace unas décadas Fermín
Cabal en Esta noche, gran velada. Urtain acabó suicidándose.
FOTO: VALENTÍN ÁLVAREZ |
Con ese
suceso, que se produjo en vísperas de la olimpíada de Barcelona de 1992,
empieza la obra que Juan Cavestany
ha escrito sobre él, para, a continuación, llevarnos, en un viaje
retrospectivo, hasta el día de su nacimiento, cuarenta y nueve años
atrás, en el pueblo vasco de Cestona. Un viaje lleno de paradas. En una de ellas
se nos informa de sus primeros pasos, cuando las palabras de un empresario
cambiaron el rumbo de su vida. Le dijo: “Con el cuerpo que tienes y con tu fuerza bruta podrías
matar. Tú pones la fuerza bruta y yo todo lo demás”. En las demás,
vamos conociendo sus primeros triunfos sobre el ring,
la mayoría logrados ante
rivales fáciles o comprados; el crecimiento de su popularidad; el alejamiento
de su familia, de la que acabará separándose; los excesos y los negocios
turbios; la conquista del campeonato de Europa; la constatación de su falta de
técnica; el duro castigo recibido en el combate con el púgil inglés Henry Cooper; el inicio de su declive; su
refugio en la lucha libre; los insultos del público que ya no tiene fe en él;
la ruina económica; los tumbos para resolverla…
FOTO: VALENTÍN ÁLVAREZ |
Buena
parte de la meteórica carrera de Urtain
se desarrolló en los años postreros de
franquismo. En la obra se insiste mucho en esa circunstancia y se alude con
frecuencia a personajes que compartieron popularidad con Urtain o que se movían en los aledaños del poder político. Entre
los que figuran en el reparto están Pedro
Carrasco, Raphael, Paco Martínez Soria, el humorista Eugenio, Manuel Alcántara y Adolfo
Suárez, el propio médico personal de
Franco, el doctor
Vicente Gil, que
también era presidente de
la Federación Española de Boxeo, aparece como
nexo de unión entre el mundo de la política y el del deporte, en los que ambos se buscan porque la
relación reporta mutuos beneficios. Urtaín
está obsesionado por ser recibido por el Caudillo
y fotografiarse con él y los políticos quieren utilizar al deportista para
promocionar la imagen de España en el mundo. Pudiera desprenderse de
este planteamiento que el texto de Cavestany es un proceso al franquismo o
que sugiere que Urtain es un
producto del régimen.
Si
así fuera, conviene recordar que ese uso del deporte como elemento de
propaganda o para reavivar el patriotismo o para distraer la atención de
asuntos graves no sucede sólo en nuestro país ni es privativo de las
dictaduras. Las democracias también se sirven de él y, con frecuencia, de forma
obscena, pues encumbran y condecoran a quiénes todo lo hacen por su país
excepto mantener su residencia en él para eludir el pago de impuestos. Siendo
esto grave, no lo es menos cerrar los ojos a la evidencia de que muchas
biografías de conocidos campeones distan de ser ejemplares, pues se construyen
sobre la mentira y el tongo. Poli Díaz,
el Potro de Vallecas, otro juguete
roto del boxeo, era hijo de la democracia.
FOTO: VALENTÍN ÁLVAREZ |
Beatriz San Juan ha sustituido el
escenario por un ring envuelto por el humo de los fumadores. Sobre la lona y
fuera de las cuerdas, en el angosto pasillo que le separa del público,
transcurre la acción, unas veces bajo la luz intensa de los focos, los
fogonazos de los flashes y un desaforado griterío, otras en una sórdida
penumbra. A lo que asistimos es a un combate a doce asaltos de Urtain contra Urtain, cada uno de los cuales resume un
episodio de su dramático viaje. Está
bien contada la historia por parte del
autor y bien escenificada y llevada a buen ritmo por Andrés Lima. En una estética de marcado carácter grotesco, las
situaciones dramáticas encajan sin que chirríen. Quizás sobre alguna cosa. Por
ejemplo la imitación que María Morales
hace de Eugenio, sin duda magnífica,
pero que, además de no tener nada que ver con Urtain, desasosiega por su contenido, un macabro chiste sobre la
matanza en el despacho de abogados laboralistas de
la calle Atocha. Sin
embargo, otras imitaciones son más felices y oportunas, como
la que Luis Bermejo hace de Raphael, del que una de sus canciones, aquella
en que enfatiza el fuerte amor que brota de su corazón, es coreada por el resto
de los personajes y sirve de pretexto para burlarse del humillado pugil.
Del
excelente conjunto de actores que integran
la compañía Animalario,
los cuales se desdoblan en numerosos personajes, definiendo con notable
precisión y acierto a cada uno de ellos sin necesidad recurrir al disfraz o al
maquillaje, destaca Roberto Álamo en
el papel de Urtain. Su
interpretación del falso campeón, del ídolo de andar por casa, del ingenuo hombretón
estafado por los suyos, del tipo sonado del que todos se mofan y un día se
arroja por una ventana, roza la perfección.
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