MARAT-SADE
La
revolución de los locos
Título: Marat-Sade.
Autor: Peter Weiss.
Versión: Alfonso Sastre.
Dirección: Andrés Lima.
Adaptación
de la versión: Andrés Lima, Alberto San Juan, José Luis Barrientos y Celia León.
Escenografía
y vestuario: Beatriz
San Juan. Iluminación: Valentín Álvarez.
Música
original y diseño sonoro: Nick Powell.
Ayudante de dirección: Celia
León
Segunda
ayudante de dirección: Nerea Castro
Ayudante de iluminación: Tomás
Pérez
Ayudante de escenografía: Esmeralda Díaz
Ayudante de vestuario: Teresa
Rodrigo
Producción Animalario: Joseba
Gil
Músicos: Luis Calero (Voz contratenor), Inma Crespo
(Batería y percusión), Miguel Malla (Clarinete, saxo barítono y sintetizador),
Aurora Martínez (Violonchelo y
percusión), Mauro Mienta (Piano y guitarra electrica y melódica
Coproducción: Centro Dramático Nacional y Animalario
Agradecimientos especiales al
Sanatorio Esquerdo y al Grupo de Teatro Yeses de la
cárcel de Alcalá-Meco y su directora Elena Cánovas
Intérpretes: Roberto Álamo (Polpoch), Luis Bermejo
(Duperret), Alfonso Blanco (Terapeuta), Luis Calero (Terapeuta), Pedro
Casablanc (Juan Pablo Marat), Lola Casamayor (Doctora Coulmier), Javier Gil Valle (Javivi) (Jacobo Roux), Virginia
Nölting (Simona Evrard), Nathalie Poza (Carlota Corday), Tomás Pozzi (Madre
superiora), Pepe Quero (Pregonero), Miguel Rellán (Kokol), María Alfonsa Rosso
(Paciente), Alberto San Juan (Sade), Cecilia Solaguren (
La Rosiñol),
Fernando Tejero (Cucurucú)
Estreno
en Madrid: Teatro
María Guerrero (CDN),
22-II-2007. |
FOTOS: ROS RIBAS |
Casi
cuarenta años separan el estreno en España del Marat-Sade, dirigido e interpretado por Adolfo Marsillach, de la puesta en
escena de Andrés Lima y Animalario, el grupo que lidera, que
ahora se ofrece en el escenario del teatro María Guerrero. No es sólo el tiempo
lo que separa ambos acontecimientos. También hay un abismo entre
la España de
entonces y la actual. Del espectáculo de entonces se habla mucho, aunque a
decir verdad pocos espectadores lo vieron, pues apenas se dieron seis
representaciones: tres en el teatro Español de Madrid a finales del 68 y
algunas más, no muchas, en el Poliorama de Barcelona, ya en el 69. Las primeras concluyeron con la policía en el
teatro y, durante las ofrecidas en la ciudad condal, se produjo un amago de
prohibición por parte de Weiss como
respuesta al Estado de Excepción declarado en el País Vasco. De modo que
vinieron a juntarse el contenido de la obra con la situación del país para
convertir aquel acto escénico en un acontecimiento político de enorme
trascendencia. Para los profesionales de la escena, hubo un aliciente
añadido, cual fue asistir a la fusión, hasta entonces vista como
imposible, del distanciamiento brechtiano y el artaudiano teatro de la
crueldad. Algo así como la cuadratura del círculo, tarea en la que por entonces
estaba empeñado, desde otros presupuestos estéticos, el Living Teatre.
FOTO:
ROS RIBAS |
Cuando
años después, en 1994, Miguel Narros la llevó a escena por
encargo del CDN, Marat-Sade fue vista
con otros ojos y, desde luego, con menos entusiasmo revolucionario, aunque el discurso
conservara su vigencia, a pesar de que
algunos de los referentes políticos de la época de su escritura hubieran
desaparecido. Entre ellos, el derrumbe del comunismo. Por otra parte, el mayo francés
quedaba lejos y, en lo concerniente a España, el franquismo había
concluido. La obra de Peter Weis había adquirido la condición de clásico contemporáneo. Ya no era provocadora,
pero quedaba en pie su capacidad para incitar a
la reflexión sobre el comportamiento del
hombre en un mundo profundamente injusto,
que sigue dominado por la opresión y la pobreza. |
La
propuesta de Andrés Lima no es
deudora de ninguna de las anteriores, ni tampoco de la versión cinematográfica
de Peter Brook que, en los
años setenta, vimos en los cines de arte y ensayo de nuestro país. La
escenografía ya lo anuncia. Es cierto que, respetando lo que señala el
texto, sitúa la acción en la sala de baños de un hospital psiquiátrico,
pero, a diferencia de lo habitual en las anteriores puestas en escena, las
montañas de sábanas y prendas blancas que invaden el escenario le
prestan una luminosidad reñida con el sórdido ambiente que seguramente
presidía aquel lugar lleno de bañeras, duchas y largos bancos de madera.
Hay, claro está, otros cambios, quizá más importantes. Uno es que la
representación en la que los internos del manicomio recrean, bajo la dirección
del más ilustre de ellos, Sade, la persecución y asesinato de Marat no tiene lugar en Charenton, ni en
las postrimería del siglo XVIII, sino en el muy actual Sanatorio Psiquiátrico “Doctor Nervión”, formando parte de una
experiencia terapéutica de su equipo médico. Así, pues, a lo que asistimos es a
la representación de la representación del histórico acontecimiento. Ese
acercamiento temporal pretende contemplar el texto de Weiss desde una óptica actual. La cuestión es, en primer lugar,
denunciar el injusto orden establecido y, a continuación, debatir sobre las
vías para combatirlo. La traslación temporal ha supuesto la incorporación de
nuevos textos al original, el cual es ofrecido en la versión que Alfonso Sastre hizo por encargo de Marsillach. Más los añadidos no
están a la altura deseable. No proporcionan materia para la reflexión ni son
ingeniosos como se pretende. Las referencias escatológicas a la presidenta de
la Comunidad de Madrid,
los comentarios sobre la actual monarquía parlamentaria o las sugerencias sobre
los gustos sexuales de los espectadores tienen más de aquellas morcillas con
que los malos actores alteraban sus parlamentos que de aportaciones serias. No
es excusa que sean dichos por locos, pues quién los ha puesto en sus bocas no
lo está. No enriquecen el discurso. Tampoco provocan, por lo que no llega a
entenderse, por ser innecesaria, la nota incluida en el programa de mano
advirtiendo, por primera vez en la historia del Centro Dramático Nacional, que éste no comparte necesariamente las
opiniones y contenidos de los montajes que acoge.
FOTOS: ROS RIBAS |
Hay
otros cambios que tienen una importante incidencia en la representación. Con este
trabajo, Andrés Lima ha accedido al
escenario de un gran centro dramático. A esa gran responsabilidad se suma la
derivada de la obra escogida para ello, todo un reto lleno de dificultades, no
siempre bien resueltas. Ignoro si el encargo le alcanzaba sólo a él o al
conjunto de la compañía de la que forma parte. En el primer caso, haber
contado con el concurso de sus compañeros habituales es un gesto que le honra,
pero que ha condicionado la ya de por sí difícil
tarea. La incorporación de algunos actores ajenos al grupo apenas ha modificado
sus señas de identidad, ni oculta la evidencia de que se trata de una
compañía integrada por jóvenes actores. La juventud no es una
característica negativa, y menos en el caso que nos ocupa, pues las excelencias
artísticas de todos los componentes de Animalario están sobradamente acreditadas. Lo que sucede es que los personajes
interpretados por ellos están lejos de representar su verdadera edad y ello es
muy importante en el caso de los dos protagonistas. Sade tenía sesenta y ocho
años cuando transcurre la acción y Marat cuarenta y nueve. Dos personas
maduras cuyo diálogo se sustenta en la experiencia de lo vivido. Alberto San Juan, como Sade,
y Pedro Casablanc, como Marat,
hacen un trabajo impecable, pero su duelo dialéctico no resulta creíble en boca
de dos jóvenes con aspecto de inconformistas rebeldes.
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