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THE CHANGELING
EL TRUEQUE
LOS VERDADEROS MOTORES
DEL ESPECTÁCULO SON LOS ACTORES
SI ES UNA PENA QUE EN ESPAÑA SEPAMOS TAN POCO DE ESTE
TEATRO, MÁS LO ES QUE EL ESPECTÁCULO DE LA
COMPAÑÍA CHECK BY JOWL |
Título: The changeling (El trueque).
Autores: Thomas Middleton y William Rowley.
Sobretítulos, traducción: Savinen Centro de Traducciones S.L.
Escenografía: Nick Omerod.
Iluminación: Judith Greenwood.
Supervisión de vestuario: Angie Burns
Música: Catherine Jayes.
Director asociado de movimiento: Jane Gibson
Diseño de sonido: Gregory Clarke
Ayudante de dirección: Owen Horsley
Compañía: Cheek by Jowl.
Intérpretes: Tom Hiddleston, Jotham Annan, Olivia Williams.
Jennifer Kidd, Will Keen, David Collings, Jim Hooper, Tobias
Beer, Philips McGinley, Adam Newsome, Phil Cheadle, Laurence
Spellman, Clifford Samuel y Jodie McNee.
Director: Declan Donnellan.
Estreno en Madrid: Teatro Español, 19–VII-2006. |
OLIVIA WILLIAMS |
He aquí algunos detalles de lo que sucede en The changeling: La
joven Beatriz, destinada por su padre a casarse con
Tomás, está
enamorada de Alsemero. Hay otro personaje que también la ama,
pero en silencio. Se trata de su deforme criado De Flores. Tan
deseada dama decide torcer la voluntad de su padre, para lo que
trama el asesinato de Tomás, tarea que deja en manos de su fiel
criado con la promesa de concederle una generosa recompensa.
De
Flores acepta gustoso el encargo y lo cumple apuñalando por la
espalda al aspirante a esposo, cuyo cadáver hace desaparecer,
quedándose, eso sí, con un dedo del que no ha conseguido extraer
un anillo. Llegada la hora de la
recompensa,
Beatriz quiere
saldarla con dinero, pero lo que De Flores pretende y consigue,
bajo la
amenaza de destapar lo sucedido, es poseerla. Al tiempo,
convencido el padre de que Tomás ha abandonado el lugar
voluntariamente, aprueba el matrimonio de su hija con Alsemero.
Se cumplen, así, los deseos de ella, pero hay un asunto que la
preocupa. ¿Cómo ocultar al que será su esposo que ya no es
virgen? La única forma de engañarle es que, en el primer
encuentro durante la noche de bodas, otra mujer, Diafanta, ésta
sí virgen y con ansias de dejar de serlo cuanto antes, la
sustituya en el lecho nupcial. Si a todo ello añadimos que
Beatriz acaba sintiendo por el criado una pasión que jamás
hubiera imaginado, es fácil entender, sin necesidad de aportar
más datos, que la historia tiene un final trágico.
Más no estamos ante una tragedia, pues a las peripecias
descritas, que, por cierto, tienen lugar es un castillo
alicantino del siglo XVII, hay que añadir lo que sucede en un
hospital psiquiátrico próximo, en que el personaje más lunático
de cuantos le habitan es su propio director, cuyos celos le
hacen cerrar bajo llave a su esposa cada vez que se ausenta.
Thomas Middletton y William Rowley, sus autores, la calificaron
de tragicomedia, pero, si en su época hubiera existido la
expresión “humor negro”, también le vendría bien y quizás, por
qué no, la calificación de vodevil macabro. The changeling viene
a ser, en definitiva, un truculento y equilibrado cóctel a base
de sexo, humor, intriga, violaciones y horrorosos crímenes
pasionales, en el que no falta, a modo de guinda, el ya
mencionado dedo amputado de Tomás.
La obra fue estrenada en Londres en 1624, ocho años después de
la muerte de Shakespeare. Sus autores figuran entre los
numerosos discípulos del dramaturgo, siendo parte importante de
los teatros isabelino y jacobeo. Es una pena que, fuera de
Inglaterra y, en concreto en nuestro país, se conozca poco a
estos autores, que han sido apartados de los escenarios,
ocupados casi en exclusiva por el máximo representante del Siglo
de Oro inglés. La obra de la que nos ocupamos sólo ha sido
puesta en escena en España en dos ocasiones. Una, hace nada
menos que treinta y cuatro años en el teatro Marquina, dirigida
y protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Se tituló entonces
Los lunáticos. Otra, hace menos de un año, en el teatro de La
Abadía, en el marco del Festival de Otoño, bajo el título de
Dog
face, aunque, en realidad, se trataba de una adaptación hecha
por Dan Jemmett para la compañía inglesa Quantum Theatre. Al
margen de la traducción que John D. Sanderson publicó en 2002,
de las demás piezas de estos autores, quién esto escribe sólo
tiene noticias de la traducción de Ángel Luis Pujante de
Una
partida de ajedrez, de Thomas Middleton.
Es verdad que el lugar de Middleton y Rowley en el teatro de ese
período es relativamente secundario, aunque el primero hiciera
algunos trabajos de poca monta para los Almiral’s Men y, de
mayor envergadura, para los King’s Men, que también
representaron a Shakespeare. En cuanto al segundo, buen actor y
discreto dramaturgo, compensaba su escasa profundidad
intelectual con un buen dominio de la carpintería teatral. Pero
no cabe duda de que sus obras contribuyen a ofrecen una visión
amplia y más representativa de lo que fue el teatro de la época.
A ello hay que añadir la interesante información que aportan
sobre el teatro escrito en colaboración, del que The changeling
es un caso entre cientos. Fórmula curiosa, por cierto, que
servía, entre otras cosas, para compensar las carencias de uno
con las virtudes de otro. Refiriéndose a Middleton y Rowley,
Torrente Ballester suscribía este criterio. En su opinión,
Middleton tenía genio, pero carecía de talento. Pertenecía a esa
clase de escritores con oficio, que actúan como excelentes
colaboradores de otros que, con más imaginación, no saben qué
hacer con ella. |
WILL KEEN |
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Si es una pena que en España sepamos tan poco de este teatro,
más lo es que el espectáculo de la compañía Check by Jowl haya
permanecido en la cartelera madrileña apenas tres días. Una vez
más, una compañía inglesa ha impartido una clase magistral sobre
el arte de la representación escénica. Quiero señalar que el
elogio no lleva aparejado una crítica al teatro que se hace en
España, por lo que no es justo que algunos, ofendidos y quizás
los menos indicados para hablar, lo consideren una muestra de
papanatismo producido por todo lo que nos llega de fuera. España
ha sido y es cuna de excelentes directores y actores, sin duda.
Lo que aquí se elogia es un modo de afrontar la creación en el
que, a los méritos individuales de los artistas, se suma un
concepto del trabajo colectivo que se sustenta en la tradición y
en una sólida formación técnica. |
Declan Donnellan, el director, se apoya en ambas. Formado en la
escuela de Peter Brook, ha asimilado con éxito su utilización
del espacio vacío y el recurso a formas teatrales tomadas del
mundo de la música y de la danza. En este caso, también al del
cine negro de la primera mitad del pasado siglo, años a los que
ha trasladado la acción, con la inestimable ayuda de una sobria
escenografía diseñada por su colaborador habitual Nick Omerod.
Pero, como sucede con Brook, los verdaderos motores del
espectáculo son los actores y es en el trabajo que realiza con
ellos donde mejor queda reflejado su talento. En The changeling
hay dos figuras que destacan sobre las demás. Se trata de Olivia
Williams, en el papel de Beatriz, y de Will Keen, en el de
De
Flores. Su historial les avala para abordar este trabajo, y no
defraudan. Pero al resto del elenco le cabe el mérito de que
este monumento al horror, más próximo a la risa que a la nausea,
sea una gozosa fiesta teatral.
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