SANGRE LUNAR
OTRO MODO DE CONTAR UNA HISTORIA
Título: Sangre Lunar.
Autor: José Sanchis Sinisterra.
Escenografía: Quim Roy.
Vestuario: María Araujo.
Iluminación: Albert Faura.
Música: Albert Llanas.
Colaboración musical: Thais de la Guerra (mezzosoprano) y
Cristina Alonso (pianista).
Voz de mujer: Lucía Quintana
Viedocreaciones: Alejo Levis
Ayudante de dirección: Raúl Fuertes
Ayudante de Escenografía: Montse Figueras
Diseños: Mari Carmen Aguirre, Nacho Cajigas
Intérpretes: Lourdes Barba (Estela), Borja Egea (Jaime). Patxi
Freytez (Manuel
Gamero), Lina Lambert (Doctora Inés
Caruana), Isabel Rodes (Sabina), Antonio Valero (Doctor Gustavo
Soto), Mario Vedoya (Héctor).
Figuración: Rosalía Cabanilles (Acordeonista), Óscar Moreno
(Enfermero), Daniel Pérez (Enfermero), Carmen Santoro (Lucía).
Dirección: Xavier Albertí.
Estreno en Madrid:
Teatro María Guerrero (Centro Dramático
Nacional), 16 – III - 06.
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FOTOS: MECEDES RODRÍGUEZ |
En Sangre lunar hay una historia terrible. Una de esas
historias que aparecen los periódicos y que resultan
escalofriantes, casi inverosímiles, por el desafío a la moral
convenida que comportan o por el exceso inconcebible que
suponen. Una historia que provoca el estremecimiento o que
suscita la reflexión. Sanchis Sinisterra ha preferido
contarla de una manera que no soslaye ninguna de las dos
reacciones posibles, pero que evite cualquier atisbo de
sensacionalismo o de emoción inmediata y superficial. Ha
preferido diseccionar los materiales que integran esta historia,
exponerlos de una manera lúcida, que a algunos tal vez les
parecerá fría, y ha cortado sistemáticamente con cualquier
deslizamiento por la pendiente del sentimentalismo. Ha mirado el
suceso con una mirada intelectualmente comprensiva y no porque
trate de justificar o de censurar ninguna conducta, que no lo
hace, porque ni siquiera se plantea tal posibilidad, sino porque
se asoma a las vidas de esos personajes atravesadas por un
acontecimiento indigerible, pero que no invade por completo unas
existencias tan parecidas a las nuestras, complejas, compuestas
por muchos planos, que sólo conocemos parcialmente.
FOTOS: MECEDES RODRÍGUEZ |
Las ideas sobre la fragmentariedad, la “escritura del
hueco” o destrucción de la ilusión del yo unitario han
sido desarrolladas en los escritos teóricos del
dramaturgo y aplicadas en muchos de sus textos
teatrales. En Sangre lunar Sanchis parece
adentrarse aún más en esta concepción de la escritura
como enigma, en una historia que plantea más preguntas
que respuestas ofrece, en un discurso limpio pero
intricado, que apela a la colaboración de un espectador
mentalmente activo. |
El espectáculo de Albertí ha asumido el riesgo que lleva
consigo la propuesta dramática y ha ofrecido un espectáculo con
la asepsia propia de la clínica o del aeropuerto, como lugares
emblemáticos de una sociedad en la que todo parece realizarse de
prisa, sin tiempo para los sentimientos o las atenciones, sin
tiempo siquiera para terminar una tarea, cualquiera que sea, que
queda reducida precisamente a tentativas o a fragmentos apenas
esbozados. Las luces y los colores son fríos, los cuerpos de los
personajes se nos muestran en ocasiones al contraluz, como
siluetas o como sombras, que se deslizan vertiginosamente, sin
tiempo para permanecer en ningún lugar ni en ningún estado de
ánimo. Todo es fugaz e incierto, sólo contrapunteado por la
música, el mejor hallazgo del espectáculo de Albertí,
sobre todo en ese final con la acordeonista en escena, con una
música inquietante y violenta, pero optimista también, símbolo
acaso de ese canto a la vida con el que el misterioso desenlace
de la historia parece dar réplica a las miserias que han
configurado sus presupuestos.
FOTOS: MECEDES RODRÍGUEZ |
Más desigual me pareció el trabajo interpretativo. Hay demasiada
variedad de registros y, en algunos, poca comprensión de la
propuesta o poco compromiso con ella. Evidentemente este tipo de
trabajos exigen también actuaciones diferentes de la
interpretación convencional o de la configuración de un
personaje imaginado desde una perspectiva unitaria y emotiva. Y
esto no siempre se logra en esta escenificación de Sangre lunar.
En definitiva, y a pesar de ello, nos encontramos ante una
propuesta audaz, cuidada, que se aleja de los productos fáciles
que con tanta frecuencia se exhiben en nuestros teatros, pero
que, dado el poco hábito de buena parte del público a
enfrentarse con algo que se salga de la norma, resulta quizás
incómodo y difícil para muchos, pero cuya brillantez,
generosidad e inteligencia debieran ser valoradas. Sanchis
Sinisterra confirma con Sangre lunar su
extraordinaria personalidad como dramaturgo, su originalidad y
su ambición estimulantes y ejemplares.
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