IFIGENIA
Título: Ifigenia in Áulide (Nápoles, 1779)
Libreto: Luigi Serio
Música: Vicente Martín y Soler
Versión: Juan Bautista Otero
Escenografía: Joaquim Roy
Asistente vestuario: RCOC - Laura García
Iluminación: Montserrat Figueras
Maquillaje y peluquería: Lewis Amarante, Kusuma Nakprasit
Coordinación Técnica/ Regiduría: lea maría Touze
Dirección adjunta: Isidro Olmo
Compañía: RCOC (Real Compañía Ópera de Cámara)
Músicos: Giovanni Dalla Vecchia (Premier Violon), Llia
Korol/Vassilis Tsotsolis/Emmanuel Marcante (Violino I), Hélène
Lacroix/Chistoph (Violino II), marcial Moreiras/Marie Saint
Loubet Bié (Viola), Giovanna Barbati/Roberto Alonso
(Violoncello), Juan Jaime Ruiz Leite (Contrabasso), Bárbara
Ferrera (Oboe I), Kathryn Elkin (Oboe II), François de Rudder
(Fagotto), Nicolás Chedmail (Corno I), Philippe Bord (Corno II),
Marta Graziolino (Arpa), Benoît Hartoin (Cembalo)
Intérpretes: Olga Pitarch (soprano) (Ifigenia), Betsabée Hass
(soprano) (Achille), Leif Aruhn-Solén (tenor) (Agamennone),
Marina Pardo (mezzosoprano) (Ulisse), Delphine Gillot/Judith
Gauthier (soprano) (Arcade),
Puesta en escena: Otero-Olmo
Dirección musical: Juan Bautista Otero
Duración: 2 horas y 15 minutos (Intermedio 15 minutos)
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa, 14–VI-2006. |
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Se descuelga, de improviso, aparentemente, la ópera seria del s.
XVIII Ifigenia in Áulide (1779) del compositor valenciano
Vicente Martín y Soler. El motivo es la celebración del 200
aniversario de su muerte. Como no es frecuente la representación
de la ópera barroca en nuestra época a Martín y Soler no se le
identifica con el género, salvo para el grupo de entendidos. Fue
compositor celebrado en su tiempo y rival de Mozart. Su trabajo
se desarrollo en las cortes centroeuropeas y en Rusia. Murió en
San Petersburgo. |
Si el público mayoritario tiene pocos conocimientos de sus
óperas serias - algo más de sus dramas giocossi, sus ballets o
sus cantatas -, no sucede así con el director musical y
estudioso de música antigua Juan Bautista Otero y su Real
Compañía Ópera de Cámara, también especializada en tal estilo.
Esta Ifigenia ya encontró una primera versión en el Festival de
Música Antigua de Úbeda y Baeza en el 2003. Ahora con motivo de
este aniversario y la grabación discográfica hace su
presentación en Madrid en el Centro Cultural de la Villa. Cuando
la obra se estrenó en el Teatro San Carlo de Nápoles (1779), si
nos creemos las crónicas de la época, aquello fue todo un
acontecimiento. Loas para el admirable conjunto de cantantes,
puesta en escena y demás. La versión del Centro Cultural parece
estar un tanto alejada de esa grandielocuencia y tampoco lo ha
pretendido.
OLGA PITARCH |
Se ha presentado como“versión semiescénica”. Tal nominación se
refiere a un intermedio entre el Concierto y la escenificación
total. Se recurre a un decorado minimalista – unas velas,
sugeridoras de las naves -, al vestuario, a objetos simbólicos y
a una discreta acción en los movimientos. Tal plasmación
escénica, permite un mayor seguimiento del argumento – los
cantables son en italiano – que si fuera el desnudo concierto.
Es una opción. Al fin y al cabo es música escénica. |
Situados en tales coordenadas, no le vamos a pedir a la
representación todo lo que se le exigiría si el montaje
trabajara con una representación total en un teatro de Ópera,
que cuenta con todo lo necesario para una tramoya y demás
exigencias. No obstante, extrañan ciertas decisiones escénicas.
La primera de ellas es por qué situar a la orquesta de cámara –
una nutrida orquesta de cámara – en uno de los laterales del
escenario, ocupando casi la mitad de la escena, cuando el Centro
Cultural posee un foso musical. ¿Darle protagonismo a la
orquesta? ¿Criterios de sonoridad? ¿Reflejo de la época barroca?
Sea una u otra razón, que tiene que haberla, la realidad es que
- aunque la representación sea “semiescénica” - la orquesta roba
espacio en detrimento de la acción, a pesar de que ésta sea muy
discreta. Roba también la posibilidad de salidas y entradas de
los personajes a través de los dos laterales – las patas - del
teatro, que ayudaría a un mayor dinamismo escénico. También roba
protagonismo al minimalista decorado de las velas.
En ese concepto “semiescénico” tiene especial protagonismo el
vestuario y aderezos. Recuerdan un poco a los condicionamientos
estéticos del teatro Shakesperiano, apoyado sobre la palabra del
actor – aquí las arias de los cantantes - y el vestuario que
funcionaba tanto históricamente como simbólicamente. En este
caso predomina el mismo criterio histórico y simbólico sobre
todo en el color: partimos de un blanco para llegar al rojo
sangre del sacrificio de Ifigenia y al luto de los demás
personajes. Funciona bien el cambio de colorido. Más dudoso es
el aspecto histórico. Creo que se remonta más al concepto
barroco del s. XVIII que a la de la Ilíada. Y en este caso
Ulises y Aquiles no pueden presumir de un vestuario favorecedor. |
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La estructura de la ópera barroca, ya modificada en la propia
época de Martín y Soler, Juan Bautista Caro la vuelve a
recomponer, centrándose más – según sus palabras – en la
historia de Eurípides y en la tragedia de los personajes.
Musicalmente está compuesta a base de sucesivas arias de cada
uno de los personajes que nos transmiten sus dudas, sus miedos,
su tragedia. En la segunda parte sólo tímidos dúos, si es que se
pueden llamar así, y algún apunte muy lejano de canto conjunto.
Cuesta
un poco entrar, si es que se está habituado a la ópera romántica
en el que la actividad escénica, la acción y la conjunción de
voces – dúos, tercetos, concertantes, además de las arias – es
el modo de contarnos una historia. Pasados los primeros
momentos, subyuga, ya desde la obertura, la belleza de la
música. Las diversas arias cautivan musicalmente y,
curiosamente, a pesar del estaticismo, consiguen transmitir
emoción y sentimiento, así como la psicología del personaje.
Llama poderosamente la atención cómo terminamos por aceptar o
rechazar a un personaje u otro, a nivel emocional, solamente
recreado a partir de la música y de la interpretación vocal.
Ulises termina por ser odioso; de Agamenón
captamos su duda e impotencia; de Ifigenia su
drama sacrifical, así como de Aquiles su idealismo
y esperanza. Y de Arcade la incertidumbre y la
ofuscación.
Si en la ópera al uso, el canto es fundamental, en la ópera
barroca se hace más acuciante puesto que él es todo el sostén
del personaje e incluso acostumbra a expresarse por sí mismo sin
el apoyo de la orquesta. Y una experiencia que el espectador
recibe es la posibilidad de sentir la emoción a través del
instrumento sonoro de la voz, que en varias ocasiones canta “a
cappella” (sin acompañamiento instrumental).
Uno de lo aspectos difícil de enmascarar en la ópera barroca, es
la parte vocal, ya que al estar montada sobre arias para cada
personaje, los cantantes tienen que poseer una calidad notable.
Esto se cumple con los solistas elegidos para esta versión. Leif
Aruhn-Solén en el papel de Agamenón es un tenor rozando el
contratenor, de melodiosa y segura voz. Sobresale la soprano
Olga Pitarch en el largo papel de la protagonista Ifigenia. Es
una voz llena de matices y con un gran dominio. La mezzosoprano
Marina Pardo crea vocalmente un Ulises, con el que consigue
transmitir su interés maléfico. El Aquiles de la soprano
Betsabée Hass está lleno de ternura, debido a una acertada
modulación.
En el último momento hubo que sustituir a la soprano Delphine
Gillot por Judith Gauthier en el papel de Arcade, a causa de una
infección de laringe. Una improvisión que en nada dejó de
desmerecer y que debió de ser un riesgo para la propia Judith,
puesto que – discretamente – situó la partitura sobre el suelo e
interpretó sus arias, arrodillada. Gracias por su actuación.
En conjunto una buena velada por varios motivos. Uno, el
acercamiento a la música de Martín y Soler, que, realmente,
posee grandes valores. Otro el enfrentamiento con la ópera
barroca en la que como en el teatro de Shakespeare, podemos
sentir las emociones a través del canto en su pureza mayor. Y
por último la audición de unas voces bien timbradas.
Los aplausos fueron repetitivos y generosos y las dos horas de
representación encontraron su ritmo adecuado.
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