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UN CUENTO DE INVIERNO
EL BUEN DECIR DE LOS TEXTOS
A partir de las emociones

Título: Un cuento de invierno
Autor: William Shakespeare
Versión: José Sanchis Sinisterra
Idea: Magüi Mira
Dramaturgia: Magüi Mira/José Sanchis Sinisterra
Escenografía y atrezzo: Doménech & Herrero
Iluminación: José Manuel Guerra
Vestuario: Helena Sanchis
Música original: Ángel Luis Ferrando
Coreografía: Rosa Ribas
Lucha escénica: Sergio Claramunt
Grabación Banda Sonora: Rafa Monllor/Audioart
Sonido: Luis López de Segovia
Maquillaje: Elisa Sánchez
Fotografía: Jordi Pla
Diseño gráfico: luigiestudio.com
Realización de escenografía: De Blanc
Realización de vestuario: Helena Sanchis
Dirección técnica: Adrián Acedo
Producción: Comunidad de Madrid, Generalitat Valenciana, Teatres de la Generalitat Valenciana, Tornaveu.
Colaboración: British Council
Distribución: Tornaveu Distribució
Intérpretes: Carolina Lapausa (Mamilio, hijo de Leontes y Hermiona), Will Keen (Leontes rey de Sicilia), Isidro Rodríguez (Camilo primer ministro de Leontes), Lucía Jiménez (Hermiona reina de Sicilia y Perdita hija de Leontes y de Hermiona), Julio Salvi (Médico personal y consejero de Leontes t de Hermiona y Morsa), Jaime Linares (Polixenes rey de Bohemia), Jordi Brunet  (Antígono noble de Sicilia y Florisel hijo de Polixenes), Paco Alegre (Pastor, supuesto padre de Perdita y Dama vieja), Paco VILA (El bobo hijo del pastor  y Dama gorda), Balbino Lacosta (Autólico Mercachifle y sinvergüenza y Dama Flaca
Dirección: Magüi Mira
Duración: 2 horas
Edad recomendada: A partir de 16 años
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz,
17 – I – 2007

WILL KEEN/LUCÍA JIMÉNEZ

JULIO SALVI/J. LINARES/P. ALEGRE
P. VILA

BALBINO LACOSTA/C. LA PAUSA
JORDI BRUNET
/LUCÍA JIMÉNEZ

FOTOS: JORDI PLA

El Cuento de invierno (The winter’s tale) lo ha llamado Magüi Mira: Un cuento de invierno. En el programa de mano y otras declaraciones, Magüi recalca lo de “un cuento”, ya que la propuesta de Sahkespeare del Acto V – aquí la segunda parte – es redimir al agresivo maltratador Leontes, rey de Sicilia, imitador, en la primera parte, del celoso Otelo. La redención, como toda redención, le viene por el perdón. Shakespeare inventa el “happy end” (final feliz) holliwodiano: reconocimiento de la hija y resurrección “sui generis”  de la madre. Por eso es “un cuento”, ya que en la vida real está muy lejos de ese final.
 

W. KEEN/L. JIMÉNEZ
FOTO: JORDI PLA
Esta obra de Shakespeare – la penúltima, ya que la última es La Tempestad – no es clasificable según los habituales géneros. Une tragedia, drama, comedia pastoril, música y bailes. Se podría hablar de espectáculo total. Es un drama de celos, como lo fue Otelo, y también el análisis de la soledad del tirano. La inspiración la toma de una novela isabelina, Pandosto. El triunfo del tiempo (1588) de Robert Greene. Este subtítulo El triunfo del tiempo, es en realidad la auténtica tesis – si es que así la podemos llamar – de la obra. No es sino una formulación de expresiones similares: El tiempo pone cada cosa en su sitio, El tiempo nos pone a cada uno en nuestro lugar e incluso en arte se ha adjudicado al tiempo la creación de las obras de arte: El tiempo hace las obras de arte. En la obra de Shakespeare, en definitiva, el tiempo  termina por ser el verdadero protagonista. Él se encarga de reparar el mal causado y redimir al culpable.

A Magüi, según declaraciones, le ha impresionado el maltrato, hoy llamado violencia de género. Y le ha gustado, aunque sea como ideal, la solución que da Shakespeare: la reconciliación que viene de mano de las nuevas generaciones. Aquí, la hija Perdita. El tema de la sublimación, a través de las nuevas generaciones, del odio, la violencia o las guerras está ya tratado en Romeo y Julieta, en el que la solución de Montescos y Capuletos sólo se puede encontrar en un sentimiento más allá del raciocinio: el amor de los jóvenes. Sólo que en aquella ocasión se precisa la muerte, como tragedia, para que se abran los ojos de los contendientes. Aquí no. La muerte sólo le atañe a Hermiona, la madre. De todos modos Hermiona resucita, de alguna manera, en su hija.

El cuento de invierno tiene un carácter más popular que los habituales dramas o tragedias de Shakespeare. Es posible que ello se lo haya impuesto el público al que iba destinado, amén de su propia madurez. En los últimos años Shakespeare había dejado de estrenar en el Globo, con un público más popular, y representaba en el Blackfriars Theater (edificado en 1596 por Richard Burbage a orillas del Támesis), de público más selecto. Se ha escrito que el texto pretendía ser una tragedia más, pero volver al Globo le llevó a crear, posiblemente, algo más ligero. También, es posible, que dada esta circunstancia pensase en la fusión de géneros y conseguir así el espectáculo total.
L. JIMÉNEZ/ W. KEEN
FOTO: JORDI PLA

Magüi ha concebido la puesta en escena como un cuento. Un joven comienza a relatarnos lo que va a suceder. En otras versiones era un cuentacuentos. Aquí es el principito Mamilio (Carolina Lapausa), hijo de Leontes y Hermiona. Este parentesco lo sabremos una vez comenzada la acción. Nos lo cuenta desde el más allá o el más acá, puesto que fallece. Este recurso de supervivencia, como fantasma que relata los hechos, deambula entre los vivos y se pasea en una bicicleta, tipo velocípedo, es un acierto ya que queda insertado en la trama y su presencia e intervenciones son fluidas.


FOTO: JORDI PLA
Hermiona y su hija Perdita está interpretadas por la misma actriz: Lucía Jiménez. No es lo habitual. No se ha buscado, creo, solamente la posibilidad de un parecido sino que se ha plasmado esa idea de continuidad y superación del conflicto en la hija. Ella es la prolongación o la encarnación de la madre para Leontes, el padre. Al reconciliarse con la hija, se reconcilia con la madre. En el original Paulina – dama de la corte y esposa de Antígono, noble de Sicilia -  es quien muestra la estatua de Hermiona y a partir de ahí viene toda la reflexión final. Aquí Magüi recurre a lo sobrenatural y la deja suspendida en el aire, bajo una espiritual luz a Hermiona. En un cuento la resurrección es posible, pero no creo  que haya que interpretarla así. La imagen que nos ofrece Magüi es de gran sugerencia y plasma bien la mente de Leontes, con respecto a su esposa. Es ella, como Doña Inés a Don Juan, quien tiende la mano para que no baje a los infiernos. El infierno terrenal de soledad y duda así acaba para Leontes. Es de gran efecto plástico y nos lleva hacia el teatro romántico. Un acertado y efectista final

Y ya que estamos en este pasaje, no entiendo por qué ha suprimido el personaje de Paulina. Está claro que ha habido economía de personajes, como últimamente se hace, y los personajes femeninos se encomiendan a hombres ¿cita al teatro de la época de Shakespeare, en el que la mujer no actuaba?  No obstante, el personaje de Paulina, tiene enjundia en su monólogo final frente a Leontes. Aquí el parlamento se pasa al médico, y por lo tanto no perdemos la intención de Shakespeare, pero ¿no tendría más fuerza en el personaje de una mujer? Al encomendárselo a un médico, suena a diagnóstico. En Paulina es la entraña de la mujer quien habla. En el Cuento de Invierno de 1993, Blanca Portillo era esa Paulina. Blanca comenzaba y aquel monólogo, precioso por parte de Shakespeare, emocionaba en boca de la actriz.

Una novedad que, en principio, sorprende es la presencia de un actor inglés: Will Keen. Es actor afamado y especialista en Shakespeare, pero ello no justifica su presencia, al ser una isla actoral en el elenco. La producción, a partes iguales entre la Comunidad Valenciana y la de Madrid, obliga a colaboración de actores valencianos y madrileños. Pero el caso de Keen se explica menos, a no ser por la colaboración en la producción del British Council y su posible lanzamiento hacia fuera de nuestras fronteras. Pero prescindiendo de las conveniencias de producción, ha sido un acierto el contar con él.
W. KEEN
FOTO: JORDI PLA

Su ligero acento – habla español correctamente – se palia al pensar que las monarquías, no siempre tienen reyes que han nacido en ese país. Este Leontes no ha nacido en Sicilia. Ésta puede ser la justificación, pero lo que Will Keen, nos ofrece, como actor, es un modo de abordar el personaje de un modo que no es frecuente por nuestros lares. Lo lleva al terreno de un discreto naturalismo, de modo que sus diálogos son fluidos y cercanos al espectador. Buena parte de ello se debe a la versión de Sanchis, pero también el modo de decirlo. Sus textos no salen de su boca porque hay que decirlos, sino cuando son necesarios. Me explico. El buen cine tiene la gran virtud de trabajar con la imagen y los diálogos afluyen cuando se les necesita. Surgen y no se les fuerza a salir. Will Keen consigue lo mismo. Primero lo vemos a él, sus acciones, sus vacilaciones y el texto aflora como complemento. Es un gran trabajo del que nos quedamos prendados.

De este estilo se contagia el resto de la interpretación de los otros actores.


JORDI BRUNET/LUCÍA JIMÉNEZ
FOTO: JORDI PLA
Otro de los puntales es Lucía Jiménez en su doble papel de madre e hija. Supera el de la madre, pero porque en el texto este personaje tiene más enjundia. Su bella figura en la primera parte traza perfectamente el personaje de Hermiona, como bella esposa y como sugerencia – en la mente de Leontes – de inspirar fantasías y deseos en la corte. Tierna su voz en la nana que canta a su bebé Perdita.

Hay un equilibrio interpretativo en todos, y sería injusto destacar, pero Carolina Lapausa en ese papel de Principito y Cuentacuentos resulta adorable. Ayuda la composición del personaje al contarnos el cuento. El hacerlo deambular en el velocípedo y transitar en medio de la acción le proporciona una gran agilidad narrativa. Con respecto a los personajes cómicos – pastor, bobo -, toda una institución en las obras de Shakespeare, creo que les falta una pizca de mayor comicidad.

El cuentacuentos rompe la batería al dirigirse al público, pero también lo hacen algunos personajes – incluido Leontes - con lo que siempre hemos llamado apartes. En esta ocasión tales transiciones se logran con naturalidad y resultan eficaces, al integrar a los espectadores en la trama, acudiendo discretamente a una puesta de escena que recuerda a Brecha.

El espectáculo se ha concebido sin escenografía. La luz es la que pinta los ambientes y el sucinto atrezzo nos ubica en un lugar u otro. Vemos los laterales de las cuerdas del teatro e intuimos el ladrillo visto del fondo. (¿Otra vez Brecht?) La verdad, no sé por qué este recurso, sobre todo cuando en ciertos momentos se trabaja el escenario – gracias al tipo de iluminación -  como cámara oscura. No molesta el ver el esqueleto del escenario, pero tampoco añade nada.


CAROLINA LAPUSA
FOTO: JORDI PLA

De gran efecto, escénicamente, el baile del comienzo y la araña de cristal suspendida en uno de los laterales. Una bella estampa. La primera parte y la segunda son muy diferentes en cuanto temática y tratamiento. Pasamos de una tragedia a una comedia pastoril, pero seguimos con los fondos oscuros. Para esta segunda parte se echan de menos horizontes más luminosos que se salvan, en parte, gracias al vestuario más colorista.


FOTO: JORDI PLA
El vestuario ha recurrido al de finales del s. XIX: polisones, entorchados militares… con un aire de opereta. Funciona bien, así como el contraste de colorido: las damas de la corte en austero negro y Hermiona de blanco – a medias entre traje de baile y de boda  - en la primera parte y ocres con toques pastoriles en la segunda que lo acercan al ballet en los dos protagonistas. Los trajes evocan un cierto aire de opereta que ayudan al tratamiento de cuento. A ello ayuda la música, de gran efecto plástico al inicio con la llegada de Hermiona y las minimalistas, pero muy sugerentes, danzas de la corte, por parejas.

El programa de mano advierte una duración de 2 horas más descanso. La representación a la que asistí el tal descanso no existió. Un acierto. El espectáculo ha conseguido un buen ritmo, en el que le tiempo no pesa. Interrumpir la narración con el anunciado descanso, sería romper el encanto que se ha conseguido.

De todos modos, a pesar de lo dicho, he vuelto a experimentar la misma sensación que en la versión de 1993. La segunda parte  - la comedia pastoril – pierde interés. Me temo que tal sensación nazca del propio texto. Las escenas de los cómicos aparecen como postizos en el hilo narrativo y alargan la acción innecesariamente. Solamente con el que fue el Acto Quinto – el final -, nos volvemos a interesar. 

Un cueto de invierno de Magüi Mira es un bello espectáculo en el que el texto fluye de las emociones y no de un manuscrito a recitar.


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande


TEATRO ALBÉNIZ
Teatro de la Comunidad de Madrid
Dirección: Cristina Santolaria
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Tf. 91 531 83 11
Metro: Sol
Autobuses: 3,515,50,51,52,53,150
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