CANTANDO BAJO LAS BALAS
ESPERPENTO CASTRENSE
Título: Cantando bajo las balas.
Autor: Antonio Álamo.
Escenografía y
vestuario: José Ibarrola.
Iluminación: Roberto Cerdá
Producción: K. Producciones
Ayudante de dirección: Daniel Moreno
Fotografías: Chicho
Dirección de
producción: Daniel Moreno
Producción ejecutiva: Cristina Elso
Música original y
espacio sonoro: Mariano Marín.
Interpretes: Adolfo Fernández (Millán Astray) y Mariano
Marín (Músico).
Dirección: Álvaro Lavín.
Estreno en Madrid: Teatro Valle-Inclán
(Sala Francisco Nieva),
27 – XI - 2008. |
ADOLFO FERNÁNDEZ
FOTO: CHICHO |
FOTO: CHICHO |
El fantasma de Millán Astray, el fundador de la legión, abandona su tumba y,
envuelto en brumas, regresa al mundo de los vivos para rememorar el suceso
vivido en Salamanca, en plena Guerra Civil, cuando en un acto celebrado en el
Paraninfo de
la
Universidad, en presencia, entre otros ilustres invitados, de Carmen Polo de Franco y de José María Pemán, se enfrentó
violentamente a Unamuno. Las
palabras que cada uno de ellos pronunció ilustran y resumen lo sucedido. El
intelectual dubitativo, a la sazón rector de la docta institución, dolido por
los excesos de los sublevados, les advirtió que vencerían, pero no
convencerían, a lo que el militarote respondió con un ¡Viva la muerte! Y ¡Muera la inteligencia! Más no se limita el
resucitado a dar su versión de
aquel grave incidente, sino que, haciendo gala de su labia cuartelera, va
desgranado otros episodios de su biografía. Así, los que saben poco de ella,
son informados, entre soflamas y canciones patrióticas y mundanas, de sus
vivencias africanas, muchas compartidas con su colega Franquito; de cómo en aquel escenario ganó medallas al tiempo que
iba perdiendo partes de su cuerpo, desde un ojo a un brazo hasta convertirse en
el mayor mutilado de guerra habido en España; de lo que pensaba de los
demás sublevados contra
la
República, en especial de los falangistas, que no eran santos
de su devoción; y hasta no se priva de dar cuenta de algún detalle de su vida
privada, como aquél en el que recién casado, su esposa le anuncia que ha hecho
voto de castidad. Lo que vemos sobre el escenario provoca sonrisas y hasta
carcajadas, pero aquello fue el aperitivo, entonces patético, de lo que vendría
después con el concurso necesario de ese y otros iluminados que se creían
dueños y señores de España.
El texto, presentado en forma de monólogo,
es una obra menor en el conjunto de la producción de Antonio Álamo, pero no desmerece de ella. Su retrato del general,
hecho con trazos gruesos y rápidos, contiene muchas de sus virtudes dramáticas,
resaltadas por la excelente interpretación de Adolfo Fernández. Rodeado por un grupo de grotescos monigotes,
entre ellos los de Unamuno y Carmen Polo, y subrayada su actuación por
el acompañamiento al piano de Mariano
Marín, el actor se entrega a un delirante ejercicio en el que rinde homenaje
al esperpento. Claro que el individuo
que inspira al personaje era el ejemplo vivo del invento valleinclanesco.
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ADOLFO
FERNÁNDEZ
FOTO: CHICHO |
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