CAÍDOS DEL CIELO
MERECE MÁS REPRESENTACIONES
Título: Caídos del cielo
Autora: Paloma Pedrero
Selección
Musical y Espacio Sonoro: Raúl Barrio
Escenografía y vestuario: Llorenç Corbella
Iluminación: Juan
Gómez-Cornejo
Técnico
de iluminación:
Roberto Mena
Regiduría:
Manuel Elías
Maquillaje:
Cristina González
Maquinista:
Michel Rodríguez
Construcción
de escenografía: Odeón Decorados
Vestuario:
Humana
Diseño
Gráfico: McCann Erikson
Ayudantes de producción: Carmen Muñoz, Íñigo
Hermoso, Rober Muro
Ayudantes de Dirección:
Raúl Barrio Y Pilar Rodríguez
Compañía:
Teatro del Alma
Producción:
Fundación
RAIS,
la Fundación
Coca-Cola y el Ministerio de Cultura y
la Comunidad de Madrid.
Agradecimientos:
Casa de Cultura de Torrelodones, Rubén Arranza, Almudena Arrúe, al
perro Odi y a Rus
Intérpretes:
Rocío Calvo (Charito), Ana Chávarri
(Escritora), Paloma Domínguez/ Blanca Rivera (Violeta), Manuel Fernández
(Abelino), Manuel Mata (Jato), Carlos Piñeiro (Amadeo), Felipe
Pérez/Ramón Linaza (Félix), Cristobal Anaga (Marcelo), Salvador Borrego
(Chico), Yolanda Sola (
La Pompy)/
José Manuel López (Manuel), Francisco Velasco/Manuel Elías (Antonio), Mercedes
Lur (Natalia), José Luis Álvarez/Ramón Linaza/Felipe Pérez (Contratista), Luisa
Fernanda/Paloma Domínguez/Blanca Rivera
(María), Paloma Domínguez/Blanca
Rivera (Chica que nunca creció) y
Francisco Velasco/ José Luis Álvarez/Ramón Linaza (Guardias), Odi (un perro)
Dirección: Paloma Pedrero
Idioma: Español
Duración: 2
horas (sin intermedio)
Estreno Absoluto
Estreno en Madrid:
Teatro Fernán Gómez (Centro de Arte), 30 – X - 2008 |
FOTOS: TEATRO DEL ALMA
FOTO: ANA NANCE |
Caídos
del Cielo se ha incluido en el Festival
de Otoño de Madrid de 2008 y esto tiene la ventaja de gozar del
prestigio del Festival y la desventaja de estar como un suspiro sobre el
escenario: 4 días. Merece más tiempo. Según las informaciones aparecidas, el texto es el final de un
fructífero recorrido: el trabajo de la propia autora Paloma Pedrero a partir del colectivo de las “personas sin techo”,
con los que había tomado contacto por petición de
la
ONG RAIS (Red de Apoyo a
la Inserción Social).
Al colectivo de los “sin
techo” también se les conoce como “gente sin hogar”, denominación que tal vez se
ajuste mejor a su problemática, puesto que la mayor carencia no es tanto la
falta de techo material, sino de lo que supone un hogar con toda la carga de
calor que el vocablo sugiere: cariño y estar rodeado de los seres
queridos.
FOTO: TEATRO DEL ALMA |
Lo que sube al escenario es el
texto escrito por Paloma Pedrero y
ya publicado. Dicho texto recoge la problemática del colectivo mencionado y las
idas y venidas de la propia gestación de
la obra. Tres líneas narrativas se alternan y entremezclan: la necesidad por
parte de la autora – escritora en la obra - de escribir algo que el colectivo
de los “sin techo” pueda representar, la diversa problemática de las personas
que viven en la calle y las historias reales de Rosario Endrinal – la mujer quemada en un cajero automático de un
Banco - y Abelino – el vagabundo que
fue engullido por un camión de la
limpieza. Esto supone varios planos espaciales: la sala de
ensayo del colectivo, la realidad de la calle y un más allá intermedio, sin precisar,
entre la tierra y lo que pueda venir tras la muerte total, donde viven Charito
(Rosario) y Abelino. |
Con respecto a la existencia de seres como Charito y Abelino,
Paloma Pedrero lanza una idea muy
sugestiva y llena de poesía. Charito y Abelino, así como todos
los seres que se decantan por dejar esta vida, pueden seguir existiendo e incluso buscar un
modo de comunicación con los que nos llamamos vivos - por permanecer
todavía en la tierra – gracias a que
alguien piensa en ellos. Y está es la clave para que la historia de Rosario Endrinal vuelva. Hay una escritora
que tiene que escribir un texto para poder ser representado por el
colectivo de los sin techo. Algunos textos los tiene a partir de los propios
indigentes, todavía vivos, con los que ha trabajado en su taller de teatro. Hay
también historias de otros que han muerto trágicamente: las mencionadas de Rosario
Endrinal y Abelino.
Por su lado Rosario, Charito
en la función, necesita ser pensada para poder existir y comunicarse con los
aún mortales. Su deseo es descargar el sentido de culpabilidad que pesa sobre
su hija por no haberla atendido. Si decimos que las “musas” se posesionan de
los artistas para crear obras de arte, Charito termina por ser la musa que
se posesiona de la escritora, al mismo tiempo que contrarresta la angustia
vital en que vive. Charito es todo optimismo y la escritora es pura angustia. Rosario
(Charito) consigue su
“resurrección”, , por decirlo de algún modo aunque no sea exactamente una
resurrección a la vida terrenal, y ya puestos a abusar, fuerza ppara que Abelino
también “resucite”. Simultáneamente el recuerdo de Charito y Abelino,
producen una especie de purificación en los otros personajes y, sobre todo, en
la hija de Rosario Endrinal,
escondida entre el público y angustiada por el sentido de culpa de haber
abandonado a su madre. La muerte aparece como un tránsito hacia un lugar donde
la limitación del ser humano desaparece y para los que seguimos el caminar
terrenal nos hace un poco mejores. Este juego de tierra y cielo y recuerdo y de
saltar el tiempo y el espacio lo puede conseguir el teatro. La hija de Charito
queda descargada de su culpa y otros como el problemático indigente Jato,
al interpretar a Abelino consigue liberarse. De este modo el teatro aparece como
una terapia. Paloma Pedrero nos
transmite todas estas ideas tratar con un toque de poesía y humor.
FOTO: TEATRO DEL ALMA |
Esta trama central, la más
estructurada dramáticamente, se alterna con la necesidad que tienen algunos del
colectivo de los sin techo de contar su propia historia. Tale historias
individuales se resuelven, dramáticamente, mediante monólogos, preferentemente, salvo
alguna escena a dos. En sí mismo, cada monólogo está bien construido con su halo
poético y
la narración de sus vidas nos
conmueven sin sentimentalismos baratos. Son piezas ellas solas en sí mismas, cuyo hilván lo encuentra la
autora planteado una sesión de ensayo y la cerrazón por parte de sus
participantes de querer contarnos lo que, para algunos de sus compañeros,
son sus “batallitas” de tanto que las han oído. Estas narraciones personales tienen
el valor, según testimonio de Paloma
Pedrero, de la autenticidad en cuanto que están recogidas de la boca de
personas reales, aunque reelaboradas por su sensible pluma.
El hilván que utiliza para coserlos resulta un tanto artificioso,
débil y traído por los pelos. Es la
simple disculpa de estar en un ensayo y de que cada uno quiere contar su
historia. No aparecen integrados en la estructura dramática general, hasta el
punto de que podrían formar obra aparte. Se podrían poner estos u otros. La
única historia que conecta con la trama central es la historia de Violeta y
Jato, puesto que ellos van a ser Charito y Abelino. Cuestión distinta
es el interés humano que cada una de esas historias suscita en nosotros.
De entre todos los monólogos una escena que no he conseguido
digerir es la de Manuel, que en el texto lleva por título El vals de las mariposas. Viene a ser como un ex – abrupto. Habría
que revisarla y el modo de insertarla en el proceso dramático.
Por último, está la historia atormentada de una escritora en un
momento de crisis creativa. Ésta es, tal vez, la parte más floja y la menos
convincente, amén de ocupar un excesivo protagonismo. Pienso, por otra parte,
que debe ser la más querida por la
autora, ya que intenta plasmar sus vivencias y angustias creativas. No obstante
lo que nosotros recibimos suena a tópico y aparece sólo como una argucia para
coser, muy desde fuera, todos los fragmentos de la obra. Y lo que ya me es más difícil de digerir es
su vestuario. Me ha venido a la memoria la muñeca Barbie. Pero, bueno es
cuestión de gustos o de prejuicios.
Escenográficamente, el montaje
teatral está bien resuelto en los tres espacios madre: escritorio de la autora,
sala de ensayos con un podium que simboliza el libro que se escribe y el lugar
del más allá de Charito y Abelino. Posiblemente sobra el pasar
las páginas del libro, para ubicar los distintos ambientes ya que influyen poco,
por no decir nada, en la ambientación de las historias que se cuentan.
Lo que llama poderosamente la atención es el aspecto interpretativo, sobre todo cuando partimos de la base de que se han mezclado actores de los “sin techo” y actores
profesionales. Se puede intuir quienes son unos y quiénes son otros, pero es
arriesgado el meter el bisturí y diseccionar ante la calidad de todos. En
general se constata un elevado nivel actoral y de ahí que no sea muy justo el destacar uno más que otro.
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FOTO: TEATRO DEL ALMA |
Llama la atención Carlos
Piñeiro en su monólogo de Amadeo Lanza. Tiene la cualidad de
saberlo transmitir con una ingenua sonrisa que nos cautiva y nos llega muy
adentro. Convincente es también el actor que interpretó a Luis el 1 de noviembre –
imagino que es José Luis Álvarez -,
mostrando una capacidad de sinceridad. Quien llama poderosamente la atención es
Manuel Mata en su personaje de Jato,
puesto que llega a tal simbiosis con sus dos personajes, Jato y Abelino,
que no hay distancia entre actor y personaje. Charito en el cuerpo de Rocío Calvo es un personaje lleno de
vida, humor y optimismo que Rocío
sabe transmitir muy bien. Manuel
Fernández, Abelino, no le va a la zaga y aprovecha su antiguo
entrenamiento de acróbata para hacer sus espectaculares entradas.
Si bien he afirmado que el nivel interpretativo es más que alto,
sucede algo incomprensible. La recitación se mueve en dos planos fundamentales:
la interpretación de los personajes de la obra que se pretende estrenar y la de
la realidad de la sala de ensayos, incluidas las intromisiones de la escritora.
Curiosamente, las locuciones de los ensayos suenan falsos y altamente teatrales,
en el peor sentido de la palabra. Un ejemplo llamativo es Blanca Rivera que el 2 de noviembre interpretó a Violeta,
una de las indigentes que encarnará a Charito. Cuando interpreta la
tragedia de Violeta y la de Charito, es muy creíble y nos llega
muy bien. No así en esos momentos en que se ve impotente, como actriz, en el
ensayo para encarnar a Charito y se encara con la directora.
Y será en la escena final junto a Jato, cuando ambos intérpretes darán
lo máximo de sí y nos emocionarán.
Como detalle simpático está el perro Odi, perfecto en su papel de saber escuchar y observar a todo el
colectivo y soportar las dos horas. Odi es
el perro del indigente Luis. Contemplándolo uno se pregunta
¿qué es lo que pensará de todo esto? Posiblemente, que todos los humanos
estamos un poco locos. Lo que sí demuestra es que tiene una paciencia infinita
como todos los perros de los indigentes y cierta timidez, pues ante los
aplausos del final intentaba huir entre cajas.
En conjunto es un espectáculo con muchos alicientes y, sobre todo,
por el haber compaginado magistralmente la interpretación de unos y otros. El
público suficientemente abundante, fue partícipe, en muchos momentos, con los
aplausos propios y también uniéndose a los aplausos de los actores cuando éstos
elogiaban la interpretación de sus compañeros al contarnos sus
historias.
No estaría de más revisar el montaje y corregir unos toques aquí y
allá. Entre ellos reducir la historia de la escritora, cuya única razón de ser
es la de hacer vivir a Charito al pensar en ella. La
historia personal de crisis creativa, en el conjunto tiene menos sentido y eso
es otra historia. Y si se mantiene, al menos rebajar la de externa teatralidad.
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