.:: Crítica Teatro ::.

RESEÑA, 1992
NUM. 233, pp. 31

LA CASA DE BERNARDA ALBA
LOrca en andaluz

En 1992 El Centro Andaluz de Teatro (CAT), traía al Teatro María Guerrero su producción La Casa de Bernarda Alba. María Galiana aún no había triunfado con la película Solas (1999).


Título: La casa de Bernarda Alba.
Autor: Federico García Lorca.
Escenografía: Simón Suárez.
Vestuario: Pedro Moreno.
Música: Manuel Balboa.
Intérpretes: María Alfonsa Rosso, María Galiana, Asunción Sánchez, Nanna Sánchez, Magdalena Barbero, Matilde Flores, Consuelo Trujillo, María Jesús Lara, Carmen Troncoso, Isabel de Osca, Lola Botello, Gloria de Jesús y Reyes Ruiz.
Dirección: Pedro Alvarez-Ossorio.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero,
2 – IX - 92.

FOTO: JESÚS ALCÁNTARA

Producida por el Centro Andaluz de Teatro, nos llega al Centro Dramático Nacional de Madrid esta puesta en escena de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Me llama la atención, favorablemente, la dicción andaluza de las actrices: es una obra de Lorca interpretada por actrices andaluzas. Me parece bien y lo defiendo, frente a voces críticas que han censurado la limitación de la universalidad de Lorca por este acento andaluz. Censuran la regionalización del «drama de mujeres de los pueblos de España» al localizar la obra en Andalucía. Sin embargo, no hay tal limitación: en primer lugar, seguro que Lorca, al escribir, sentía dentro el acento andaluz de sus personajes. En segundo lugar, la inspiración del poeta granadino es andaluza: desde la creación de la protagonista, una vecina (Frasquita Alba) de su Andalucía natal que obligaba a permanecer enclaustradas a sus hijas tras el fallecimiento del padre. Y, además, la universalidad reside en el drama íntimo de estas mujeres condenadas a la soledad, rivales entre ellas, dominadas por la envidia, el odio y el deseo de amar y ser amadas. La universalidad reside en la poesía de la realidad que nos transmite Lorca, en el lenguaje poético que emplean sus personajes en una estética realista. Sorprende en el drama de Lorca cómo sus personajes hablan mediante metáforas, comparaciones, metonimias, anáforas, imágenes, pero el espectador apenas percibe la poetización del lenguaje; antes bien, al contrario, cree estar oyendo un lenguaje realista, cotidiano, gracias a la extraordinaria sensibilidad del poeta.

Alvarez-Ossorio ha potenciado en su montaje el enclaustramiento de las mujeres, la soledad y el drama íntimo de las protagonistas. Para ello no ha dudado en intercalar unas músicas adecuadas al desarrollo de la acción. Sorprende el simbolismo final de la escenografía, con esas paredes del patio que se cierran tras el suicidio de Adela. Tal vez el mayor mérito del director sea el de haber dado auténtica vida y verdadera personalidad a los personajes de Amelia y Magdalena, apenas esbozados por Lorca. Sin variar una sola palabra del texto lorquiano, Alvarez-Ossorio consigue que

tanto Amelia como Magdalena cobren cierto protagonismo en el drama frente al protagonismo indudable de Adela y Martirio. Amelia y Magdalena se incorporan así a la soledad, al dolor, a la tristeza de las mujeres de la obra. Contribuyen sin duda con su propia interpretación, rica en matices gestuales y expresiva en la palabra. Sobresalen en la interpretación, apoyadas por la riqueza de sus personajes, María Galiana en La Poncia y Consuelo Trujillo en Adela. Pero María Alfonsa Rosso construye una Bernarda más plana, menos violenta, menos agresiva y más humana de la Bernarda lorquiana. Probablemente la ausencia del bastón incida en esta visión de Bernarda. ¿Por qué le ha quitado el director el bastón de mando a Bernarda? El simbolismo del bastón no es casual: en toda la obra los objetos están dotados de un simbolismo radical y necesario. ¿Por qué en las últimas escenas, cuando las mujeres van vestidas con su camisón blanco, Alvarez-Ossorio ha prescindido del mantón negro que Lorca incorpora a Martirio y a Bernarda? ¿Acaso habrá que recordarle la contraposición simbólica del blanco y el negro en la pieza de Lorca? Si Bernarda y Martirio van con mantón negro en el original de Lorca es porque asumen la realidad de la muerte. Y, finalmente, Alvarez-Ossorio ha dirigido una María Josefa exageradamente demente, demasiado irreal y estrambótica, con una cara maquillada en exceso, lo que aleja al personaje de la poesía surrealista del texto de Lorca. María Jesús Lara es una excelente actriz que incorpora esta visión del personaje, en mi opinión empequeñe­cedora, pues pierde la ternura y el lirismo de esta mujer que sigue soñando con volverse a casar, que es capaz de decir las verdades y anunciar el desastre final.

Por lo demás, un extraordinario montaje, una soberbia puesta en escena, que contribuye al éxito habitual de las obras de Lorca. Sólo esas pequeñitas puntualizaciones señaladas, que apenas disuenan de la línea maestra de la representación. Lorca en andaluz sigue siendo universal, válido y sumamente atractivo.


CRISTINA FERREIRO
Copyright©ferreiro

 

Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Tf. :91 310 29 49
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.