CRUEL Y TIERNO
DESACERTADO
Título: Cruel y tierno.
Autor: Michael Crimp.
Traducción: Borja Ortiz de Gondra.
Escenografía: Elisa Sanz.
Vestuario: Alejandro Andújar.
Iluminación: Kiko Planas.
Sonido: Pablo Iglesias.
Diseño de Video:
Miguel Borrego y Pablo Iglesias
Caracterización: Jorge Hernández
Coreografía: Marisa Lull
Ayudante de dirección: Elvira Sorolla
Ayudante de escenografía:
Almudena Bautista
Ayudante de vestuario: Anselmo Gervolé
Intérpretes: Chisco Amado (Samuel, ministro), Chusa Barbero
(Raquel, ama de llaves), Daniel Bolarinos (Iolaos), Gonzalo
Cunill (General), Judith Diakhate (Laela), Iñaki Font (Daniel,
su hijo), Christian García (Edu), Diana Gascón (Cati,
fisioterapeuta), Álvaro Lavín (Adolfo,
periodista), Marta Poveda (Natalia, esteticista),
Aitana Sánchez Gijón (Amelia).
Dirección: Javier G. Yagüe.
Estreno en Madrid: Teatro Valle-Inclán (Centro Dramático
Nacional), 27 – IV - 2006. |
FOTOS: MERCEDES RODRÍGUEZ |
Se presentaba como una propuesta ambiciosa. Una versión muy
libre de una tragedia – Las Traquinianas - de Sófocles, con las
guerras coloniales contemporáneas como referencia, con su
secuela de corrupción, mentira y brutalidad, que,
lamentablemente, suceden tan cerca de nosotros, aunque sus
responsables sigan refiriéndose a ellas con desfachatez y
cinismo, mientras la mayoría
FOTO: MERCEDES RODRÍGUEZ |
parece callar, como si los que
estuviesen tras ellas no fuesen asesinos repugnantes que merecen
la reprobación. Pero es bien sabido cómo en teatro no basta con
que el tema sea interesante -incluso urgente y necesario- para
lograr un buen espectáculo. Ciertamente en el equipo que ha
gestionado la escenificación figuran nombres de acreditados
profesionales o de jóvenes creadores emergentes de quienes cabía
esperar un buen trabajo y que accedían, pertinente y justamente,
a un gran escenario, como es el de la recién inaugurada sala
grande del Teatro Valle-Inclán, entre ellos, Javier Yagüe, Pablo
Iglesias, Elisa Sanz o Borja Ortiz de Gondra, así como algunos
de los actores, cuyas trayectorias resultan prometedoras.
Sin embargo, lo que pudimos contemplar en el Valle-Inclán es un
espectáculo confuso y tedioso, basado en una historia forzada e
inconexa, en la que es demasiado evidente el propósito de
escribir sobre la falsilla de Sófocles una situación que nos
recuerde a las que nos cuentan hoy las televisiones o los
periódicos. Pero los personajes carecen de interés, de
motivaciones verosímiles o coherentes, de pasiones, de vida, en
definitiva, y se reducen a meros apuntes fantasmagóricos de
figuras destinadas acaso a conformar una parábola ejemplar, poco
o nada novedosa. Los diálogos resultan fríos, cuando no obvios o
tópicos, faltos de dramaticidad o de poesía. Los acontecimientos
parecen arbitrarios, cuando no extravagantes. No sé qué han
visto los responsables del CDN en este texto anodino y
elemental.
FOTO: MERCEDES RODRÍGUEZ |
Se diría que la inanidad de la propuesta de Crimp ha contagiado
a todo el espectáculo: la dirección de escena de un creador con
tanta solvencia e imaginación como Javier Yagüe parece errática
y desangelada. Los actores se pierden en un enorme espacio,
cuyos significados y connotaciones se me escapan, pero que
remite a una versión, en tamaño gigante, de la atractiva
solución adoptada para 24/7, el espectáculo que cerraba
brillantemente la Trilogía de la Juventud.
La labor actoral resulta particularmente desatinada, como si
cada uno estuviera en un registro diferente o representando una
historia distinta, cuando no pendiente de su propio lucimiento,
al margen de cuanto acontece en escena, como le sucede a una muy
decepcionante Aitana Sánchez-Gijón, muy escasa de recursos,
falta de intensidad interpretativa, y, lo que es peor, sin
interés ninguno por su personaje. Ciertamente, en algunos de los
actores jóvenes, se advierte el esfuerzo por ofrecer lo mejor de
sí mismos, por responder a este reto, pero nada parece ayudarles
en este empeño.
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