UNA NOCHE DE ZARZUELA…!
HOMENAJE
A LOS SUPERVIVIENTES DE
LA
ZARZUELA
Y
DISCRETO MEMORANDUM A LOS EXCESOS DE
LA DICTADURA.
Título: Una noche de Zarzuela...!
Texto: Luis Olmos y Bernardo Sánchez
Música: Francisco Alonso,
Emilio Arrieta, Francisco Asenjo Barbieri, Tomás Bretón, Ruperto Chapí,
Federico Chueca, Manuel Fernández Caballero, Gerónimo Giménez, Jacinto
Guerrero, Pablo Luna, Vicente Lleó, Pedro Miguel Marqués, Federico Moreno
Torroba, Manuel Nieto, Manuel Penella, Pablo Sorozábal y Amadeo Vives
Coreografía: Florencio Campo
Escenografía: Gabriel Carrascal
Figurines: María Luisa Engel
Iluminación:
Juan Gómez-Cornejo (A.A.I.)
Maestro
de luces: Manuel Muñoz
Maestra
sobretituladora: Irene Albar
Maestro
repetidor: Manuel Cov es
Asistente
de dirección: David Lorente
Asistente
de movimiento escénico:
Patricia Torrero
Asistente
de vestuario: Rosa Engel
Ayudante
de iluminación: David Hortelano
Realización
de escenografía: Escenotécnia y
Tematización Dina3 Allegro Kawa
Realización
de vestuario: Sastrería Cornejo,
Sastrería Miguel Crespi, María Esther Moreno Sanz
Pintura
y estampación de tejidos: Ana Cortazar, Isolda
Fernández de Valderrama
Tocados y sombreros: Charo Iglesias
Calzado: Lobo, Aihnoa Flamenco,
Descans
Utilería: Hijos de Jesús Mateos
Documentación
fotográfica: Carmen Gullón
Nueva producción del Teatro de
La Zarzuela
Ballet: Rodrigo Alonso, Pilar
Andújar, Cristina Arias, Fermín Calvo , Marina Claudio, Felisa de
la Cruz, Miguel Fuente, Tony
Perea, Ana Pérez, Raúl Prieto, Luis Romero y Esther
Ruiz
Figuración: Nacho Castro, Roberto
Da Silva,Luis E. González, Iván Luis, David Martín, Encarna Piedrabuena y Sonia Castilla
Intérpretes: Eduardo Fernández (Simón,pianista), Esperanza Roy (Apolonia Carabias), Julio Morales / Manuel de Diego (Sebastián), Ana Ibarra / Carmen Serrano (Marcela), Susana
Cordón / Yolanda Marín (Dorita), Juan Alex
Vicens / José Luis Sola / Alejandro Roy (Juan, Cayetano), Juan Carlos Talavera (Ayudante de Dirección), Juan
Jesús Rodríguez / Carlos Bergasa (Abelardo), Vicente Díez (Ramiro (regidor)), Ismael Fritschi (Julián), Esther
Ruiz (Ayudante Coreográfica), José Luis Esteban (Comisario),
Orquesta
de
la Comunidad
de Madrid : Titular del Teatro de
La Zarzuela:
Coro del Teatro de
La Zarzuela
Dirección
del Coro: Antonio Fauró
Dirección
musical: Enrique Diemecke,
Cristóbal Soler
Director
de escena: Luis Olmos
Estreno en Madrid: Teatro de
la Zarzuela,
24 – IV - 2009 |
FOTOS:
JESÚS ALCÁNTARA |
José
Tamayo, siempre inquieto por nuevas fórmulas, creó lo que se ha conocido
durante muchos años como Antología
de
la Zarzuela. Fueron años de éxito dentro y fuera de
España. De todos modos, la raíz de esta fórmula ya se encontraba en
esporádicos conciertos de zarzuela y en los “fin de fiesta” de las
Compañías itinerantes de Zarzuela. José
Tamayo la adornó construyendo escenografía, vestuario y buscando un mínimo
hilo conductor.
NUEVA
ANTOLOGÍA
DE
LA ZARZUELA (1983) |
La Antología de Tamayo surgió en los años en
que se ponían en entredicho el género y que ya habían adquirido, sus
aficionados, el nombre de “zarzueleros”. A la zarzuela se le acusaba de
empolvamiento, historias trasnochadas y derechismo. Incluso se le identificó
con el régimen franquista.
La Antología
no dejaba de ser una fórmula peligrosa, puesto que al elegir lo más florido del
género, indirectamente, lanzaba un mensaje: una zarzuela entera es
insoportable. Por otro lado, ya en esos tiempos – los años 70 y 80 del
s. XXI -, ningún compositor se animaba a componer.
Ante esta sospecha, en una entrevista a José Tamayo con motivo de
la Nueva Antología de
la Zarzuela 88 (1) y la apertura del Nuevo Apolo, le pregunté – él que había
sido el que renovó la
zarzuela con la famosa Doña
Francisquita de 1956,
en la que lanzó a un joven tenor: Alfredo
Kraus – si
en
realidad creía en la zarzuela. Tamayo,
con su característica
voz traqueal, emitió algo así como un: “Bueno”, y echó balones fuera aludiendo a la
fascinación y éxito de
la Nueva Antología, avalada por Plácido Domingo y en la que en alguna velada cantaría Montserrat Caballé, como así fue. De
todos modos, siendo justos, para ese mismo teatro José Tamayo estaba preparando una nueva versión de Pan y Toros.
El Teatro de
la Zarzuela
ha rescatado esta misma fórmula para ¡Una
noche de zarzuela…! Ensueño lírico en dos actos. No obstante, se ha
resistido a que sea un mero enchorizado de números musicales y ha pretendido
que el sutil hilo conductor sea un cordel con más entidad. Luis Olmos y Bernardo
Sánchez han escrito un ingenioso libreto argumental, con pretensiones
histórico-documental, en el que han ido calzando los diversos números
musicales. Quiere ser, además de una disculpa para hilvanar fluidamente las
diversas partituras, un homenaje a aquellas compañías de zarzuela que
tras la guerra civil pudieron
sobrevivir a duras penas y también un discreto repaso a los excesos de la dictadura. |
EL HAMBRE
FOTO:
JESÚS ALCÁNTARA |
LA INSPECCIÓN
FOTO:
JESÚS ALCÁNTARA |
Estamos en 1941, todavía
año de privaciones, tras la guerra civil. A finales de los años
30, cantantes y compañías habían emigrado a Hispanoamérica.
España se había vuelto imposible llena de humos y explosiones, que nada
tenían que ver con la ilusión del teatro, sino con una dura realidad destructiva.
Según testimonio de los autores de este libreto, la historia que pretendían
contarnos se centraba en un barco y en una de esas compañías que huían
de la quema, cada una por razones distintas. Después, la mirada de los autores
recayó sobre los que se quedaron participando de las estrecheces, del miedo
vigilado y de la amenaza del embargo económico. |
ESPERANZA ROY
FOTO: JESÚS
ALCÁNTARA |
Así surgió Apolonia
(Esperanza Roy) – en la trastienda
del nombre está enmascarado Apolo, el mítico Teatro Apolo - dueña de un teatro y de la antigua compañía
de zarzuelas Vega-Carabias, exitosa antes de la guerra y ahora con dos
supervivientes: Apolonia y su teatro atosigado por el embargo, e inhóspito
debido a la humedad. Apolonia se resiste ante el fatal
destino y, esperanzada por la promesa de un productor americano, comienza a
reunir a los cantantes que, por una u otra razón, no pudieron emigrar y, ante
la escasez de medios, idea una Antología,
pensada ya por su difunto marido antes de la guerra. Entre el sinfín de
dificultades está la contratación de los coros. Los
autores rinden homenaje
a toda esa población que canturreaba, con mejor o
peor voz, los cantables de las zarzuelas, e inspiran a
Apolonia
dónde encontrarlo: entre las modistillas y vecinas del barrio. En principio tal
recurso es poco digerible y surrealista, pues no es lo mismo el canturreo volando
por los patios de vecindad, que el pretender ser un coro de zarzuela. Sin
embargo, el libreto cuenta con una argucia, la cual no conviene desvelar, que
permite tal licencia.Esta ingeniosidad de una Compañía
de Zarzuela en construcción, nos lleva a presenciar los ensayos de “Una noche de Zarzuela” espectáculo
producido por la promesas de los productores americanos - ¿un
guiño a Bienvenido Mr. Marsall
de Luis García Berlanga? - e ideado
artísticamente por
la Compañía Vega-Carabias. Planteado el libreto de Olmos/Sánchez en estos términos, todo
fluye en lo que respecta a crear una antología, fragmentos de escenografía
tomada de aquí y allá, híbrido vestuario, ofrecernos visualmente la tramoya del
teatro – teatro dentro del teatro, que siempre es apetecible para el público -,
y, “pian piano” una reflexión sobre la situación socio económica y política del
momento. Lógicamente, tal situación, vista desde el 2009, en el que análisis de
ese período no es muy halagüeño en lo concerniente a libertades y demás
esperanzas de justicia. También de esto
se quiere hablar. Y esta visión ha dado pie a que algunos días – según
testimonio de un espectador, no mío - se haya creado malestar en algunos
espectadores, e incluso dos personas llegaron a cantar el “Cara al Sol”.
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
Esta idea de crear un
argumento socio-documental es un acierto, aunque, en justicia, hay que recordar
que ya lo hizo
la Antología de
la Revista. Los números musicales, a través del tiempo, nos llevaban a reflexionar
sobre la época en clave de comedia. Aquí la temática toma tintes menos cómicos,
y aunque las comparaciones son odiosas,
la Antología de
la Revista – sobre todo la segunda parte –
terminaba por se un hilván de los números musicales. En Una noche de
zarzuela, el libreto se mantiene hasta el final y no cae en la trampa. |
El libreto ha concebido, con los cantantes y gentes del teatro,
personajes - el tenor que tiene que robar tiempo a su época de mili obligatoria
para ensayar, la dubitativa soprano entre participar en la lírica o subirse al
deslumbrante cinematógrafo, el ayudante de dirección, el regidor, el prepotente
comisario… -, y una historia congruente. No obstante, no acabamos de entrar de
lleno en lo que podría ser una auténtica dramaturgia maridada con las
canciones. Sobran, aunque esto es “pecata minuta” ciertas alusiones: “tal decorado”,
“vamos a brindar” y da pie al brindis de Marina,
el mismo recurso a leer chistes de
La Codorniz
hielan la sonrisa… Suenan a pegotes. La entrada del Comisario y sus secuaces
es creíble, pero dejar de tener dramatismo con la interpretación de
La Corte del Faraón. Si en el papel podría
aparecer como un acierto de fuerte dramatismo, en la representación resulta
desvaído.
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
También es cierto que
esta apostilla, puede provenir del conocimiento de los números musicales en
otro contexto y cuesta el incorporarlos en el nuevo argumento. Está claro que
ha habido un esfuerzo por escoger los cantables e insertarlos en las
situaciones de la historia, pero no acaban de formar un todo, como por ejemplo
lo es un musical al uso, cuyo buque insignia es el famoso musical Cabaret en que la vida musical del
cabaret entronca perfectamente con la trágica historia, casi documental.
Dicho esto, en conjunto, es un buen espectáculo lleno de ritmo y
con una buena selección musical que ha sabido combinar números archiconocidos y brillantes para los aficionados, con otros menos divulgados como pueden ser
El
anillo de hierro, El
gato Montés – revivido hace unos años por Plácido Domingo, pero habitual, como estrella, en el repertorio de
la antiguas compañías de zarzuela -, La
danza del fuego de Benamor, Las hijas de Zebedeo y Maravilla.
En una Antología siempre
es un dilema el orden de los números musicales. Se consigue una cierta
congruencia y es muy inspirado y original el uso del preludio de Agua, Azucarillos y Aguardiente, para
resucitar los recuerdos y fantasmas de otra época. La música y la coreografía
lo traducen bien. Hay un buen equilibrio
entre los números de solistas y el de los coros, así como el final del Primer
Acto con el brillante número orquestal y vocal de
la Canción de
la Juventud de Doña Francisquita. Se busca la apoteosis y se consigue.
Todavía, en la historia, estamos pletóricos de esperanza. Más dudoso me resulta
el final con
la Jota
de
La
Dolores. Con él terminaba Tamayo sus Antologías, por la brillantez de solistas, coro y danza. En ella
intervenía todo el reparto. Personalmente esperaba otro final, y no entendía
tal elección. Además para cargar más las tintas de la decepción, en este
montaje ni siquiera participan todos y, desde luego, no tiene la brillantez
“tamayiana”, permítaseme esta cursilada de lenguaje. Sin embargo todo tiene su
porqué. En el programa de mano Bernardo
Sánchez justifica esta decisión: “Con
la de antologías que se han montado, alguna de ellas por antonomasia (la de José Tamayo: la homenajeamos cuando el que era
su último highligt, una apoteósica
jota de
La Dolores de la que, sin embargo, nosotros
proponemos ahora un descenso parecido a la salida de un sueño)”.
Tiene su sentido, visto desde esta perspectiva. No hay que olvidar que Una noche de zarzuela, según libreto, es
más un “ensueño” que “una realidad”. O más bien una triste realidad con
la que Apolonia se da de bruces.
ESPERANZA ROY/JOSÉ L. ESTEBAN
FOTO
BASE: JESÚS ALCÁNTARA |
Al haber creado
personajes, se ha recurrido a una alternancia entre cantantes y actores de
prosa, que no tienen que cantar. Diferencia que no supone que los cantantes no
posean calidad interpretativa. Es un acierto. Unos y otros consiguen una plena
integración. A veces se recurre a actores de prosa, a los que se les hace
cantar en pequeñas dosis, arreglando la partitura. No suele funcionar. Entre
los actores de prosa – de cortas intervenciones y todas muy creíbles – resalta
la de José Luis Esteban en el Comisario. Su prepotente escena se
impone sobre las demás en lo que respecta a la credibilidad
y nos hace pensar en un libreto con argumento.
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Esperanza
Roy es la optimista y a la vez dramática Apolonia. De ella y su
multifacética carrera sólo se pueden decir alabanzas. Incorpora su personaje
con soltura y vivacidad. El entusiasmo que en su vida personal muestra sobre el
mundo del teatro, se trasluce a través de Apolonia. No obstante, el día que
asistí, ese relumbrón que, por natural, posee en sus ojos y su rostro y su
capacidad de comunicación con el público brilló menos y, creo, que se debió a la
dificultad de audición. A veces se perdía la voz. No sé las razones, pero tuve
la impresión de que esa seguridad que siempre ha mostrado en escena, la había
abandonado. Salvo esto, Esperanza
nos da una entrañable Apolonia.
Dicho de una vez, el plantel de cantantes - el día que asistí –
resultó brillante. Ana Ibarra (Marcela)
y Susana Cordón (Dorita)
resultaron dos excelentes sopranos de una vibrante y diáfana voz, a lo que unen
unas respetables capacidades interpretativas, en las que no falta el humor. Quien
impresiona grata y sorprendentemente es el tenor José Luis Sola (Juan). Es una limpia voz lírica de amplia tesitura. Arremete sin
ninguna dificultad con la innovación de Alfredo
Kraus en el Canto Alegre a
la Juventud (Doña Francisquita), manteniendo
el agudo, floritura a la cual se han atrevido pocos cantantes. No deja de ser
un brillante colofón.
La orquesta, bajo la dirección Enrique Diemecke – se alterna otros días con Cristóbal Soler – mostró buenas calidades musicales y un buen
dominio del volumen, el cual en el Teatro
de
la Zarzuela
no siempre ha sido su mejor baza. El coro, dirigido por Antonio Fauró, es seguro y lució de forma especial en los números
elegidos que emocionan si se interpretan bien, como es el caso.
(1)
El método utilizado, en vistas a la exportación del espectáculo,
era un mixto entre orquesta sinfónica grabada previamente e instrumentos en
directo.
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