Miguel de Cervantes tenía 68 años de edad cuando publicó
la segunda parte del Quijote y escribió el prólogo a sus
Ocho comedias, y ocho entremeses nuevos, nunca representados.
En éste recuerda, entre otras cosas, que se vieron en los
teatros de Madrid algunas obras suyas, entre ellas
Los tratos de Argel,
La destrucción de Numancia y
La batalla naval.
Respecto a la última, afirma que en ella se atrevió
“a reducir las comedias a tres
jornadas, de cinco que tenían” y que fue el primero
que representó.
- “las imaginaciones y los
pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al
teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes”.
CORRAL DEL PRÍNCIPE
(MAQUETA DE JORGE BRUNET
Modificción: ENRIQUE NUERE) |
También alude a las veinte o treinta comedias que
compuso en ese tiempo, las cuales
- “se recitaron
sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni
otra cosa arrojadiza”.
Tampoco fueron acompañadas de silbidos, gritos ni
baraúndas. Durante el tiempo que dejó la pluma y las
comedias para dedicarse a otros asuntos, hizo su
aparición en el panorama teatral español Lope de
Vega. Tras calificarle de monstruo de la
naturaleza, dice de él en esas páginas preliminares:
- “Alzóse con la
monarquía cómica. Avasalló y abuso debajo de su
jurisdicción a todos los farsantes; llenó el
mundo de comedias propias, felices y bien
razonadas, y tantas que pasan de diez mil
pliegos los que tiene escritos, y todas, que es
una de las mayores cosas que puede decirse, las
ha visto representar u oído decir por lo menos
que se han representado”.
|
Cerrado el paréntesis que le tuvo alejado de la escritura,
quiso retomar la del teatro, creyendo que su anterior
prestigio seguía vivo. Pero no era así, pues, sabiendo que
había escrito algunas comedias nuevas, nadie se las pidió
para representar. Alguien comentó que de su prosa podía
esperarse mucho, pero, de sus versos, nada. Ese desinterés
le llevó, repitiendo sus palabras, a arrinconar las comedias
en un cofre y consagrarlas y condenarlas al perpetuo
silencio. Lo que siguió fue que un librero se ofreció a
comprárselas y, al cabo, aburrido, se las vendió a un precio
razonable, no sin antes haberlas repasado y haber concluido
que no eran tan malas que no merecieran salir de las
tinieblas. Y de ellas salieron en forma de libro, confiando
en que sus lectores apreciaran que, si no eran las mejores
del mundo, resultaban razonables y hallarían en sus páginas
algunas cosas buenas.
ANGEL PICAZO como CERVANTES en
El huésped del Sevillano
(versión de
la zarzuela de TVE) |
El prólogo resume con notable crudeza la frustración de
Cervantes al ver cómo la fortuna no le sonreía en un género
por el que sentía verdadera pasión, como bien se pone de
manifiesto en muchos pasajes del Quijote. Hay quiénes
consideran que su vocación teatral era superior a su
talento, lo que hay que poner en tela de juicio si
contemplamos el conjunto de su producción dramática. Más
creíble es que la fama que le dio las andanzas del hidalgo
caballero manchego oscureciera la que pudo proporcionarle el
teatro, pero de lo que no cabe duda es de que el dominio
absoluto de Lope en la escena española cegó otras vías
teatrales, sobre todo, las que, como la intentada por
Cervantes, buscaba nuevas formulaciones. Algún paralelismo
podría establecerse entre Cervantes y Valle-Inclán en sus
afanes rupturistas. Con todo, no se dio por vencido y,
haciendo frente al desánimo, renunció a algunos de sus
principios con tal de seguir escribiendo para la escena.
Ejemplo de ese empeño es que llegase a anunciar la escritura
de una comedia titulada El engaño a los ojos, que
seguramente no llegó a concluir, pues nada se sabe de ella.
Quizá sea mejor así, pues es probable que contuviera algunas
concesiones, seguramente dolorosas, para intentar agradar
inútilmente a un público cuyos gustos habían mudado.
LA VENTA DE DON QUIJOTE, (19 de diciembre de 1902)
TEATRO APOLO de MADRID
VERSIÓN TEATRAL SOBRE D. QUIJOTE
DE CARLOS FERNÁNDEZ SWAW
El teatro de Cervantes no es, a pesar de lo dicho, una
rareza en la escena española. Se inscribe en una corriente
vanguardista que cuestiona los modelos establecidos, la cual
recorre la historia de nuestro teatro desde sus orígenes
hasta hoy, aunque unas veces sea visible y otras no, como
sucede con el río Guadiana, cuyas aguas desaparecen bajo
tierra para fluir algunos kilómetros después. En cierta
ocasión, quién esto escribe dedicó una obra a Cervantes y
puso en boca de uno de sus personajes unas palabras de
homenaje que trataban de sintetizar la opinión que tiene de
su obra dramática. En lo esencial, decía que su teatro
se
situaba en la encrucijada en que literatura y vida se topan
y se funden, naciendo de tal encuentro un lenguaje novedoso
en el que los personajes se interrogan sobre el sentido de
su existencia. En sus obras –decía- estalla el duelo entre
el ser y el parecer, entre lo real y lo ficticio. Sus
criaturas dramáticas hablan del matrimonio, de linajes, de
dinero, de honor, del valor, de la locura, de la
generosidad… Se muestran engañados y desengañados, enfrentan
la ilusión a la realidad, viven. Cervantes inventó el teatro
de la libertad, un teatro que se niega a ser espejo de
disparates, un teatro que pone fin a la risa boba que
provocan los graciosos. Arranca la risa, sí, pero es risa
pensativa que trasciende la pura hilaridad, risa que nace de
los entresijos del espíritu.
PEDRO DE URDEMALAS
(ROYAL SHAKESPEARE COMPANY)
FOTO: MANUEL HARLAN |
Con Cervantes llegaron a la escena mujeres graciosas,
soldados famélicos y apicarados, renovadas celestinas,
esposas adulteras, maridos cornudos y contentos,
aventureros, escribanos oportunistas, sacristanes,
estudiantes aguafiestas y farsantes, héroes truculentos como
Pedro de Urdemalas y criados que terminan por apartar a sus
señores a la sombra. En ese teatro lleno de seres humildes,
está España entera con sus deseos y sus fantasmas, que es
tanto como decir una España en crisis: la España
contemporánea de cualquier tiempo.
Hasta los autores de teatro de la última centuria ha
llegado, conscientemente o no, la huella del Cervantes
dramaturgo. Está, sin duda, en el Valle de los esperpentos,
en el Valle que encontraba los tabanques de muñecos más
sugestivos que todo el retórico teatro español al uso. En
ese género que patentó se reproduce el trazo fácil y suelto
del escritor aúreo.
D. QUIJOTE HACIENDO
PENITENCIA |
Enemigo declarado del drama psicológico,
don Ramón admiraba en Cervantes que su teatro estuviera
hecho con retazos de vida contemplados bajo un punto de
vista deformado, en el que las lágrimas y las risas nacen de
las cosas que les pasan a nuestros semejantes. La huella
cervantina está también en Francisco Nieva. Es aconsejable
que quién no conozca su teatro se acerque a él. Le
sorprenderá ver que muchos de sus personajes, los que
pertenecen a esa extensa baraja popular que representa la
familia ibérica en pleno, son hijos de los de Cervantes. E
hijos suyos hay también en las obras de José Bergamín; de
Alfonso Sastre, que llegó a bautizar a dos de sus personajes
con los nombres de Rincón y Cortado; de Romero Esteo, el
padre de las grotescomaquias y enemigo declarado del teatro
que forma, informa y reforma al espectador; y Rodríguez
Méndez, que nunca ha ocultado su admiración por el autor y
por su obra.
Se cumple este año el quinto centenario de la publicación de
la primera parte del Quijote. Hay programados cientos de
actos para celebrar la efeméride: nuevas ediciones de la
obra, números extraordinarios en revistas y suplementos
literarios, ensayos, congresos, seminarios, exposiciones,
conferencias, mesas redondas, conciertos, rutas turísticas
por los lugares cervantinos, jornadas gastronómicas y un
largo etcétera en el que casi todo cabe con tal de que se
incluya el correspondiente logotipo. Pudiera ser que tantos
fastos resulten excesivos y, por tanto, contraproducentes, y
que acabáramos pidiendo que el año acabe cuanto antes. El
teatro no está ausente de esta feria. Pero a la vista de lo
programado, no serán las obras dramáticas de Cervantes las
que suban en mayor número a los escenarios, sino
adaptaciones del Quijote. Siempre las ha habido, con
frecuencia para consumo del público infantil. A veces,
cuando están destinadas a los adultos, las direcciones son
encomendadas a prestigiosos profesionales, pero, por lo
general, los resultados suelen ser decepcionantes. Abundan
las escenificación de episodios festivos, llevándose la
palma aquél en que don Quijote es armado caballero, el de
los molinos de viento, el de la descomunal batalla que tuvo
con unos cueros de vino, el de Clavileño y otros tantos
protagonizados por Sancho. Otros espectáculos persiguen
objetivos más elevados que el simple divertimento y buscan
materiales adecuados en los numerosos coloquios que
mantienen caballero y escudero, aunque suele suceder que, a
fuerza de resumir, queda poca sustancia, y no siempre la
mejor. Por lo ya visto y lo que se vislumbra, esa será la
tónica de lo que viene. Habrá espectáculos dignos y otros de
dudosa honestidad, pero es una pena que la contribución del
mundo del teatro al homenaje cervantino no tenga por fin
principal la recuperación de la obra dramática de nuestro
autor. Será otra ocasión perdida para ponerle en el lugar
que le corresponde en el templo de Talía.
TEATRO CERVANTINO EN LA
TEMPORADA 2005
DE MADRID
El Retablo de las maravillas
(Abert Boadella)
La entretenida (Teatro Clásico) (Helena Pimenta)
Viaje al Parnaso (Teatro Clásico) (Eduardo Vasco)
Laberinto de Amor (Juan Pastor, La Guintalera) |
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