
RESEÑA (ENERO 1989)
(Nº 191, pp. 9) |
YERMA, BOLERO, RANGO
SÍNTESIS DE RAFAEL AGUILAR
(En su momento esta Yerma,
daba una nueva interpretación a la historia.
La recuperación de Rango (1963) mostraba que
seguía estando viva
como coreografía) |
Título: Yerma.
Coreografía: Rafael Aguijar.
Música: Ramón Ferrón, Flavio Pérez.
Escenografía: Miguel Berrocal.
Intérpretes: Maleni Meoa (Yerma), Jorge Luis Cavilla (Juan),
Víctor Muroleiva (Víctor), etcétera.
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz.
Titulo: Bolero.
Coreografía: Rafael Aguilar
Música: Maurice Ravel
Intérpretes: Miguel Angel (solista) y la compañía del Ballel
Teatro Español
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz, 6 – XI – 88
Título: Rango (La casa de Bernarda Alba)
Coreografía: Rafael Aguilar
Intérpretes: Manuela Aguilar (Madre), Maleni Mexia (hita
rebelde), Cristina Alvarez, Fuensanta Morales, Eva Moreno, Maite
Piqueras (hijas).
Estreno en Madrid: Teatro Albéniz |

YERMA
FOTO: PACO RUIZ

RANGO (LA CASA DE BERNARDA ALBA) |
Rafael Aguilar, bailarín clásico y después español-flamenco en
sus tiempos, hoy es uno de los coreográfos cuya preocupación es
investigar nuevos modos de la danza flamenca. Yerma es un
intento más en su ya experimentada carrera, y quiere ser también
un «ballet» en el sentido más preciso del término.
Arrancando de los personajes y la historia lorquiana nos da una
narración que se vuelca más en el subconsciente que lo puramente
narrativo. Para Aguilar Yerma no es la historia de la
esterilidad en la mujer, sino de la insatisfacción sexual que
causa la esterilidad. La clave la encuentra en la pregunta de la
bruja a Yerma sobre su placer sexual con el marido y si alguna
vez lo ha sentido con algún hombre.
Escogida esta clave, se vuelca predominantemente en el mundo del
subconsciente de Yerma. Máxime cuando la danza tan rica en
signos sugerentes, ambiguos e indecisos es un lenguaje muy apto
para el mundo onírico. Por eso la construcción narrativa no es
lineal sino asociativa. Hay una situación espacial: la romería.
Yerma va en esa romería. A veces en la procesión, a veces
presente-ausente en la fiesta flamenca, otras impactada por el
erotismo y sensualidad de la pagana fiesta del macho y la
hembra, Continuamente va saliendo de ese mundo exterior para
entrar en el suyo propio. Plásticamente el escenario se llena de
la romería bullanguera, de la sensualidad pagana o de la austera
religiosidad de la procesión, para dejar paso a Yerma solitaria
o acompañada de su marido y amante. Las lavanderas, las
hermanas, también se cruzan en su vida. Por tanto es contarnos
la historia de Lorca con saltos atrás y adelante.
Esto que podría ser interesante, no está conseguido. Las escenas
de la romería y demás cobran demasiada importancia y se
transforman en protagonistas, desligándose de la idea de
conjunto, y entonces sí asistimos a una fiesta flamenca o a una
bacanal que como número folklórico está bien, aunque con ciertas
reticencias. Sobra por ejemplo la tela roja (sensualidad-sangre)
que se despliega entre el macho y la hembra. Se alarga en exceso
la fiesta flamenca.
El mundo interior de Yerma, bien interpretado, en general, por
Maleni Mexia, a pesar de su juventud, es lo más interesante.
Maleni muestra una gran maestría como bailarina y bailaora. Es
también una buena labor investigadora al trabajar
indistintamente con tres direcciones: el ballet clásico, el
ballet español y el flamenco. Hay momentos en que el paso y
fusión de uno a otro se consigue con acierto. De entre esos
juegos sobresale el paso a dos de Yerma y Víctor (Víctor
Muroleiva). Por el contrario la escena final de la muerte de
Juan (Jorge Luis Cavilla) resulta pobre y falta de imaginación,
reduciéndose a una discreta expresión corporal de ambos.
Los números flamencos, concentrados predominantemente en la
romería, están bien montados, en general, y entusiasman al
público, pero forman un baile por sí mismos de excesiva longitud
narrativa, robando tiempo y estructura a la historia principal.
La fiesta orgiástica, que entusiasmó al respetable, padece de la
misma enfermedad. Se despega de la estética general. Considerada
en sí misma es brillante y, como investigación de movimientos,
importante. El hecho de hacer bailar al macho y a la hembra
semidesnudos obliga a una soltura de brazos y piernas que no
siempre es posible en el flamenco. Pero le falta una verdadera
elaboración coreográfica y teatral.
Yerma es una gran intuición que no acaba de cuajar plenamente
como ballet.
Destacan escenográficamente una acertada iluminación y ese
grandioso David de Berrocal, sugerencia de un sensual mundo
erótico.
La partitura de Ramón Ferrán y Flavio Pérez interesa por su
exquisitez y por su combinación entre el flamenco tradicional y
la prolongación de ese estilo hacia acordes nuevos.
El segundo programa ofrecido por Rafael Aguilar lo constituyeron
otras piezas ya conocidas. Se trata de su brillante versión del
Bolero de Ravel y de Rango, sobre otra de las obras lorquianas,
La casa de Bernarda Alba.
Esta última, trazada con enorme sobriedad en su estructura
narrativa y de danza, es un virtuoso juego de expresión y de
sonido. Ausente de música, la comunicación y el rechazo entre
los personajes se logra a base de un brillante taconeo y unas
bellas composiciones corporales que dan un toque de originalidad
y belleza. Rafael Aguilar ha sabido encontrar la esencia de la
obra de Lorca y expresarla con una austera y bella danza, en la
que el flamenco y lo español se hilvanan con lo clásico.
Bolero brilla por su colorido y la simetría de unos pasos y
movimientos que se engrandecen con esa partitura evolutiva. Toda
la coreografía se impregna de una notable sensualidad,
personificada en el torso desnudo del bailarín y en la adoración
coral de su cuerpo.  |