EL LAGO DE LOS CISNES
UN BELLO CUERPO SIN ALMA
Título:
El lago de los Cisnes
Música: Piotr Ilich Tchaikovsky
Coreografía: Derek Deane
Coreografía adicional: Frederick Ashton
Escenógrafo: Peter Farmer
Iluminador: Howard Harrison
Intérpretes:
Solistas: Agnes Oaks (días 19,23)/Elena Glurdjidze (20,24)/Erina
Takahashi (21,15) (Odette/Odile), Thomas Edur (19,23)/Arionel
Vargas (20,24)/César Morales (21,15) (El príncipe Siegfried);
Fabián Reimar (19,13)/ Daniel Jones (20,24)/ André Potasio
(21,25) (Rothbart)
Pas de Quatre:
Fernanda Oliveira, Simone Clarke (19,23)
Yosvani Ramos, Yat-Sen Chang (19, 23)
Adela Ramírez, Maria Kochetkova (20, 24)
Van Le Ngoc, César Morales (20, 24)
Begoña Cao, Sarah Mcllroy (21, 25)
Fabian Reimair, Arionel Vargas (21, 25)
Cisnes principales:
Sarah Mcllroy, Elisa Celis (19, 23)
Begoña Cao, Jenna Lee (20, 24)
Joanne Clarke, María Ribó Parés (21,25)
Michael Coleman (Tutor), Jane Haworth (Reina)
ORQUESTA TITULAR DEL TEATRO REAL
(ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID)
Violín solista: Rafael Khismatulin
Director Musical: David Coleman
Duración aproximada: Actos I y 11: 1 h.15 min.
/ Pausa: 20 min./ Acto III: 35 min./
Pausa: 20 min./ Acto IV: 25 min.
Estreno en Madrid: 19 – IV - 2006. |
FOTOS: PATRICK BALDWIN |
El Teatro Real con esta versión de El lago de los cisnes
del English National Ballet, cierra el cupo destinado a
la Danza. Poco, pero algo es algo. Pensemos que es un momento de
transición. Esta temporada ha comenzado a separar los abonos de
ópera y los de danza, y parece que el invento ha funcionado: el
público ha acudido.
Las dos ofertas – el Ballet de la Scala de Milán y ahora
el del English National Ballet - se han apoyado,
fundamentalmente, sobre el ballet Clásico. La Scala de Milán
ha ofrecido una selección de todas sus posibilidades
balletísticas: desde el clásico a la danza contemporánea,
pasando por el neoclásico. La queja de no ofrecer un ballet
clásico completo (hay un público que lo ansía, aparte de la
polémica levantada en España en torno a este estilo), se ha
acallado con la llegada de este Lago de los Cisnes, en su
más pura versión clásica a todos los niveles: coreografías,
escenografías y vestuario. De este modo es fiel a su propia
filosofía: mantener las peculiaridades del clásico inglés. Por
parte del Teatro Real se trataba de ofrecer, a ese fervoroso
público hambriento de un ballet clásico completo un título con
todos los ingredientes que ello supone y que es sólo posible en
un escenario de dimensiones como el Real. Elegir El lago
de todo el repertorio del English, ha sido decisión del
Teatro Real. No hay nada que objetar, ya que se trata de uno de
los ballets más agradecidos, en su género, si se interpreta
bien.
FOTO: PATRICK BALDWIN |
El English National Ballet ofrece un espectáculo que a primea
vista tiene todos los elementos de la buena calidad. No juega a
experimentos ni con el tema, ni con las coreografías. Es decir,
recupera los pasos de ballet tradicionales, la escenografía de
siempre a base de telones pintados con bellas e impresionantes
perspectivas, una muy bien cuidada iluminación y un vestuario
imaginativo, pero al uso. No es que no pueda hacer otra cosa,
sino que no lo pretende. Desde este punto de vista, puede
satisfacer los deseos de quienes ansían el estilo. Y si uno es
sincero, hay que reconocer que gusta volver a los orígenes con
respecto a este ballet. Inspiradas son las coreografías de
Marius Petipa y los conjuntos blancos de Ivanov. Y ,sobre todo,
inspirada es la música de Tchaikovsky. Si después el conjunto de
bailarines responde, fundamental en este tipo de ballets, la
velada puede ser muy agradable. Y la velada del English National
Ballet lo fue. Fue agradable, aunque no brillante que es lo que
se espera del segundo conjunto balletístico clásico de
Inglaterra y máxime cuando un público, como el español, está
ávido del estilo.
Dicho esto, el conjunto tiene momentos buenos a nivel coral.
Partimos de un prólogo – el encantamiento de las doncellas en
cisnes, resumido en la princesa – breve y con cierto efectismo
cuya ágil transición al primer acto es buena y preludia lo
mejor. Después, ese primer acto es simplemente correcto y las
coreografías discretas. Termina uno contemplando un poco la
bella escenografía pictórica. A medida que avanza el relato todo
va cobrando más fuerza, a pesar de dos caídas – curiosamente me
comentan que también hubo caídas en el día del estreno (yo
asistí el lunes 24 de mayo) – llegando al último acto con más
brillantez.
A Odette/Odile la encarnó la georgiana (Tbilisi)
Elena
Glurdjidze. Es una bailarina segura y con una línea balletística
de gran lirismo y unas puntas muy precisas. Llama la atención su
capacidad interpretativa para crear los dos personajes, tanto a
nivel gestual como a nivel balletístico. |
FOTO: PATRICK BALDWIN |
ELENA GLURDJIDZE |
ARIONEL VARGAS |
Arionel Vargas (Pinar del Río, Cuba) que encarna al príncipe
Siegfried no tuvo la mejor noche, sin que ello quiera decir que
cometiese fallos. Se mantuvo en esa línea de la corrección que
consiste en una buena ejecución, pero sin llegar a ningún
momento brillante o que arrancase la admiración y la sorpresa.
Es cierto que el papel de Siegfried en El lago, no es tan
agradecido como el de Odette/Odile, pero hay momentos
protagónicos balletísticamente en los que no surgió esa chispa
que todos esperamos de un estilo que necesita, de vez en cuando,
del virtuosismo.
FOTO: PATRICK BALDWIN |
En los conjuntos blancos las líneas de bailarinas
funcionaron y resultó especialmente brillante el paso a
cuatro de los patitos, ejecutados con una gran limpieza,
precisión y gracia. Es siempre un número agradecido, por
la música, por la propia la humorada pero de no fácil
ejecución si las cuatro no van conjuntadas.
A pesar de lo dicho, esta versión es un buen
espectáculo. Lo que sucede es que cuando una compañía se
especializa en el clásico y no gusta de nuevas visiones
temáticas o coreográficas – dentro de lo clásico – se
espera la brillantez de todo el conjunto, el virtuosismo
de los solistas, aunque suene a circense, y la estética
un tanto epatante de la puesta en escena. De lo último
nada hay que objetar. Con respecta a las otras virtudes
que debería tener, da la sensación que el English
no se encuentra en sus épocas gloriosas. Es un bello
cuerpo sin alma.
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