DANNY Y ROBERTA
UNA DANZA APACHE
MAITE JIMÉNEZ, FRANCESC GARCELÁN Y MARIANO DE PACO MUESTRAN A
DANNY Y ROBERTA CON LA MÁXIMA CRUDEZA Y CREDIBILIDAD.
Fotos: Esther del Oro
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Título: Danny y
Roberta.
Autor: John Patrick Shanley.
Traducción: Enrique Arce.
Espacio escénico: Mariano de Paco Serrano.
Realización de escenografía: Mambo Decorados.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Sonido: Javier Almela.
Técnico iluminación y sonido: Antonio Serrano.
Vestuario: María José Cubillo.
Peluquería: Carmen Jiménez.
Música: Grupo Stormy: Javier Gómez (percusión), Susana
Ruiz (cantante), Claudio H. (contrabajo), Mario Díaz (piano).
Banda sonora: Laura Demaría.
Movimiento: Xènia Sevillano.
Video: Belén Santos.
Fotografía: Esther del Oro.
Intérpretes: Maite Jiménez y Francesc Galceran.
Compañía: La Chácena.
Dirección: Mariano de Paco Serrano.
Ayudante de dirección: Xènia Sevillano.
Estreno en Madrid: Cuarta Pared, 2-XII-2004.
Un hombre y una mujer de mediana edad, Danny y Roberta, ocupan
sendas mesas en un bar de mala muerte. Son los únicos clientes.
Su aspecto cutre no desentona de ese escenario. Tampoco su
lenguaje, soez y agresivo. Desde que oímos sus primeras
palabras, que tardan en llegar, sabemos que estamos ante unos
seres a la deriva. Lo que el autor nos cuenta en esta obra que
toma para el título los nombres de sus protagonistas, es la
breve historia de ese encuentro, que se inicia con desgana,
poniendo más interés en hablar de sí mismos en voz alta que en
entablar conversación. El es un bravucón, un tipo pendenciero
que busca pelea. También, en el fondo, un cobarde. Ella, ha
sufrido vejaciones sexuales de su propio padre, se ha casado,
tenido un hijo y separado. Cuando al fin se escuchan, descubren
que son como dos animales heridos que pueden ayudarse a curar
sus llagas. Por lo menos a intentarlo, aunque para ello tengan
que superar la mutua desconfianza, la que han ido adquiriendo a
lo largo de sus vidas maltratadas. Será en la casa de ella, en
su habitación, sobre una cama de perfiles duros, que, sin
embargo, se transforma, por unas horas, en espacio para la
felicidad, donde aquella misma noche empiecen a soñar un futuro
que les libere de su infierno. A la atracción física sigue el
descubrimiento del afecto, del poder de las palabras tiernas,
esas que se dicen en voz baja para que solo las oiga la persona
querida. Sueña la pareja con su matrimonio, deciden como irá
vestida ella – de blanco, claro -, hacen la lista de los
invitados a la boda, trazan planes
de futuro… Hasta que amanece.
Él sigue soñando, pero ella, instalada de nuevo en la realidad,
le obliga a despertar, a “abrir los putos ojos”, a mirarse en el
espejo que les devuelve su imagen de perdedores. Las leyes de la
física dicen que los polos del mismo signo se repelen y eso vale
para ellos. No hay nada que hacer, sino seguir estando donde
están, en medio de la basura y la violencia. La última imagen
que nos queda de ellos, tendidos en el suelo, alargando los
brazos en un intento inútil de que sus manos se encuentren, es
un tremendo símbolo de su impotencia y de su soledad.
John Patrick Shanney, dramaturgo estadounidense, aunque en
España sólo sea conocido por su actividad cinematográfica –suyos
son los guiones de películas como ¡Viven!, Hechizo de luna, Joe
contra el volcán y Cinco esquinas- es el autor de esta obra
descarnada, a la que, sin embargo, se le pueden formular, desde
el punto de vista formal, no pocos reparos. El mayor, quizás, la
torpe presentación de los personajes, en la que la información
sobre sus vidas se expone de forma precipitada y escasamente
creíble. Estas y otras carencias del texto han sido resueltas
satisfactoriamente en la puesta en escena. Mariano de Paco
Serrano, que se ha ocupado de la dirección y ha concebido el
espacio escénico, ha puesto en pie un espectáculo brutal y
axfisiante, cargado de violencia, a veces apoyada por la música
en directo compuesta e interpretada por el grupo Stormy. Pero en
ese espacio que ha querido desnudo, sin otro atrezzo que la
citada cama, que tiene algo de litera cuartelera, las mesas del
bar, unos focos y una patética y diminuta muñeca bañada por la
luz de uno de ellos, en medio del caos y de la destrucción que
ha recreado con pulso firme, ha logrado, sin apenas modificar el
ritmo y tensión del espectáculo, acotar un territorio en el que
los personajes muestran, sin caer en el melodrama, sus vanas
ilusiones.
Maite Jiménez y Francesc Garcelán interpretan a los dos
personajes. Sin ellos, Mariano de Paco no hubiera sacado
adelante el espectáculo de la forma en que lo ha hecho. No se
trata sólo del agotador y necesario esfuerzo físico que les ha
exigido, sino de su capacidad para indagar en la conducta de sus
personajes, llegar a comprenderla, hacerla suya y mostrarla
sobre el escenario con la máxima crudeza y credibilidad.
Más información
DANNY I ROBERTA - DANZA APACHE PARA DOS SOLITARIOS - Crítica
LA CHÁCENA, Compañía de Teatro - Entrevista
Jerónimo López Mozo
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