LA VELOCIDAD DEL PADRE,
LA VELOCIDAD DE
LA MADRE
Prometedor
Título: La velocidad del padre,
la velocidad de la madre.
Autores: Pablo Fidalgo y Celso Giménez.
Dirección: La tristura.
Escenografía e iluminación: Irene Cantero.
Vestuario: Irene Cantero, Libertad Correas e Iva Boytcheva.
Música en directo: Pablo Gisbert.
Coreografía: Marcos Mora.
Intérpretes: Itsaso Arana, Violeta Gil, Celso Giménez, José Zamit.
Duración: 1hora y 40 minutos
Estreno en Madrid: El Canto de
la Cabra,
20 – XII - 2007. |
LA MADRE
FOTO:
LA TRISTURA |
Dos parejas. Una
mujer embarazada de su hijo a punto de nacer y un hombre que asume el papel de
instructor. Un padre y una hija que viven en una iglesia abandonada,
encerrados, entrenándose para el deporte y para la guerra. La madre prepara el
nacimiento del niño como si este llegara a un mundo primigenio, recién
inventado por la voluntad de la madre, capaz de recrear la naturaleza y las
condiciones de vida, mientras el instructor insiste en las premisas para que el
niño llegue a ser el hombre perfecto. El padre impone normas
continuamente a su hija, cuya existencia está marcada por la ausencia de al
madre, la nadadora, a quien entrenaba su
padre.
DISTANCIA
FOTO:
LA TRISTURA |
La tristura es una
compañía joven, formada por un grupo de actores que coincidieron en
la RESAD
de Madrid, donde presentaron por primera vez este trabajo a finales de 2006. Ahora,
a finales de 2007, lo muestran en
la Sala El canto de la cabra, atenta a las
manifestaciones de teatro de innovador y de vanguardia que se produce en diversos ámbitos. No escapa a la mirada del observador la
circunstancia de que entre los creadores más jóvenes
surgen con dificultad propuestas vanguardistas
o verdaderamente innovadoras, tal vez porque prefieren caminar por
sendas más trilladas o porque no encuentran la oportunidad de confrontar sus
trabajos con el público. También por esta razón parece estimulante este
espectáculo, quizás no del todo elaborado, personal y maduro, pero prometedor y estéticamente
valiente, lo que hace pensar en ulteriores entregas por parte de esta
compañía incipiente en las que se vaya conformando un lenguaje propio y
las que se desarrollen los temas, motivos e intuiciones teatrales que aquí se
adivinan.
EL NADADOR
FOTO:
LA TRISTURA |
Como los
responsables del grupo dicen en la edición del texto, este fue escrito pensando
en Bernard Marie Koltès y en Thomas Bernhard. A mi entender, más en
el segundo que en el primero, con su tendencia al monólogo frente al diálogo,
con su gusto por las largas tiradas rítmicas y solipsistas, su acidez no exenta
de un singular humor –curiosamente ausente en esta propuesta- y su lenguaje,
preciso, incisivo y hermoso, pese a su pesimismo profundo y universal. Pero hay
también marcas de otros creadores españoles de vanguardia, que
quizás sean sólo concomitancias y no
propiamente influencias, como Angélica Lidell, con su combinación de
acciones físicas elementales, pero cargadas de significación y hasta de
simbolismo, con la verbosidad contundente y tenaz. Pero, sobre todo, se
advierten en La velocidad del padre, la
velocidad de la madre atisbos de cosas diferentes, anticipos de maneras
nuevas de ver las cosas. Como figura en el programa de mano, hay pretensiones
de himno generacional, todavía balbuciente, acaso por el entusiasmo excesivo de
quien irrumpe en un panorama hasta ahora inédito, pero también con frescura y
con audacia. La reflexión sobre los papeles del hombre y de la mujer y sobre
los procesos educativos parece encontrar aquí cauces novedosos, como los
encuentran las formalizaciones escénicas de estas cuestiones.
Merecen elogio el
compromiso y, ahora sí, la madurez y la minuciosidad de los intérpretes, la
intensidad de su trabajo y la eficiencia de su teatralidad, madurez que se
extiende al no siempre fácil procedimiento de la alternancia de largos y elaborados
soliloquios. Conviene seguir la trayectoria de La tristura.
|