ENTRAÑAS
Rescatar
el pasado
Título: Entrañas.
Creación: Titzina Teatre.
Escenografía e iluminación: Raimon Rius.
Vestuario: Bárbara Gloenzel.
Sonido: Manuel Sánchez, Albert Anglada
Compañía:
Titzina
Teatro (Cataluña)
Distribución:
Julio
Perugorria Producciones
Intérpretes: Laia Martí, Pako Merino y Diego Lorca.
Dirección: Stefan Metz.
Duración: 1 hora 30 min aprox
Estreno en Madrid: Sala Cuarta Pared,
31 agosto 2007. |
FOTO: TITZINA TEATRE |
Soledad recibe con sorpresa la noticia de
que está embarazada. No puede ser, dice. Ha tomado precauciones. Pero el médico
insiste. Ella asume el hecho con resignación. No es para menos, pues enseguida sabremos
que su compañero sentimental y padre de la criatura que nazca no asumirá
ninguna responsabilidad en el asunto. Toda esa información nos llega en una
escena breve, disparatada y divertida que anticipa el tono del espectáculo. Sin embargo, lo que parece el punto de
partida de una comedia sobre las tribulaciones de una madre soltera da un giro
inesperado que sitúa el argumento en el territorio de
la tragicomedia. En
efecto, mientras la criatura crece en su seno, Soledad se empeña
en averiguar qué fue de su abuelo, desaparecido durante nuestra Guerra Civil.
Lo que sabe de él es que fue movilizado
poco después de casarse e incorporado al ejército republicano. De su aldea
catalana, en la que dejó a su esposa embarazada, viajó al frente del Ebro, donde
se perdió su rastro sin que nunca se supiera qué fue de él. El afán de Soledad por reconstruir esa historia familiar la anima a emprender una labor de
búsqueda que la lleva, incluso, hasta Salamanca, en cuyos archivos espera
encontrar información que oriente sus pesquisas. Entrañas es la historia de ese viaje al pasado. Viaje que no
es inútil a pesar de que es poco lo que logra averiguar sobre su abuelo, pues,
a cambio, su curiosidad la lleva a conocer unos sucesos que llenan un vacío en
el pasado de su familia y que entrarán a formar parte de la memoria del hijo
que espera.
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La lejanía de los acontecimientos que se
evocan y ese tono al que me refería más arriba en el que ha sido planteado
espectáculo, lima las aristas de un tema que gira en torno a una tragedia,
aunque no falten escenas que recuerdan su dimensión. Así sucede cuando el abuelo es conducido de
forma vejatoria camino de su ejecución. Pero, en cambio, en otras se introduce
algún elemento que rebaja la tensión y nos arranca más de una sonrisa. Por
ejemplo, cuando en la tensa despedida de su esposa a la hora e partir a la
guerra, advierte que en el uniforme militar que le han entregado falta el
pantalón. El resultado es una obra dominada por la ternura, que, al tiempo,
invita a una reflexión serena, aunque algo superficial,
sobre los desastres de la guerra. |
LAIA
MARTÍ
FOTO: TITZINA TEATRE |
El trabajo de los actores es fundamental.
Conmueve la interpretación de Laia Martí,
que asume el papel Soledad y, en ocasiones, se desdobla en el de su abuela cuando
tenía más o menos su misma edad y, como le sucede a ella, aunque por distintas
razones, tuvo que hacer frente a su embarazo sin la compañía de su
pareja. Completan el reparto Pako Merino y Diego Lorca, dos excelentes
actores formados en la prestigiosa escuela de mimo de Jacques Leqoc, los cuales dan vida a un sinfín de personajes que
aparecen en la vida de la joven protagonista, desde el desconocido abuelo hasta
su despegado compañero sentimental, pasando por los médicos que la
atienden, el revisor del tren en el que viaja a Salamanca, el funcionario
que
atiende el Archivo, un investigador extranjero
que trabaja sobre
la
Guerra Civil, el encargado
de la pensión en la que se aloja, veteranos de la guerra civil, el conductor de
camión que se presta a llevarla de regreso a casa y un largo etcétera. Una
galería de retratos trazados con pinceladas breves y eficaces, en la mejor
tradición de aquel transformismo interpretativo que tuvo su mejor representante
en Frégoli.
PAKO
MERINO
FOTO:
TITZINA TEATRE |
Paradójicamente, el protagonismo de los dos
actores es la causa de que el espectáculo no sea redondo. El texto, sobre cuya
autoría nada se indica en el programa, lo que permite suponer que ha sido
elaborado por ellos mismos con la colaboración, tal vez, de algún otro miembro
de la compañía, parece estar puesto al servicio del lucimiento actoral y
no, como sería deseable, al del contenido de
la obra. Es una pena, como
lo es que esté trufado de lugares comunes y de algún que otro chiste fácil. Le
vendría bien una revisión, que no habría de ser demasiado severa. Con ella, destacaría
la frescura y belleza de no pocos diálogos de esta interesante propuesta.
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