XXI FESTIVAL DE OTOÑO DE MADRID
2004


LA VENGANZA DE TAMAR


RECUPERACIÓN DE LA TRAGEDIA


Katherine Nelly, Matt Ryan
(Foto: Robert Day)

(Foto: Robert Day)

K.Nelly, James Chalmers
(Foto: Robert Day)

Título: Tamras’s Revenge (La Venganza de Tamar).
Autor: Tirso de Molina.
Traducción al inglés: James Fenton.
Traducción literal: Simon Masterton.
Movimiento: Gaby Agis.
Luchas: James Chalmers.
Preparación de voz y dialecto: Jeannette Nelson.
Música original: Neil McArthur.
Diseño: Delia Peel.
Diseño de escenario del ciclo: Es Devlin.
Diseño de Iluminación: Ben Ormerod.
Diseño de sonido: Mike Compton.
Supervisora de Vestuario: Susie Duffy.
Dirección de reparto: John Cannon CDG.
Ayudante de dirección: Chris White.
Producción: Royal Shakespeare Company con la colaboración de British Council.
Músicos: Ian Reynolds (flauta dulce), Edgard Watson (clarinetes), David Carrol (guitarras), Simon Phillips (contrabajo), Kelvin Waterman (percusión), Michael Tubbs (teclados y arpa).
Intérpretes: William Buckhurst (Adonías), James Chalmers (Absalón), Joseph Chance (Jonadab y Salomón) Julius D’Silva (Braulio y maestro de esgrima), Rebecca Johnson (Abigail) Katherine Kelly (Tamar), Melanie MacHugh (Betsabé y pastora), Vinta Morgan (Joab y Aliso), Emma Pallant (Dina), Matt Ryan (Amón), Peter Sproule (Tirso), John Stahl (Rey David), Joanna Van Kampen (Laureta y Michal), John Wark (Ardelio), Oliver Williams (Eliazer y Riselio).
Dirección: Simon Usher.
País: Reino Unido.
Idioma: Inglés (con sobretítulos en español).
Duración aproximada: 2 horas y 50 minutos (con intermedio).
Estreno en Madrid: Teatro Español, 28 – X – 04.
(Estrenado el 28 de abril de 2004 en el Swan Theatre, Stratford – upon – Avon).

Tirso de Molina extrae del libro 2 de Samuel un relato que los biblistas señalan como Incesto de Absalón o simplemente Absalón, y que él titula La venganza de Tamar (1621). Posteriormente Calderón de la Barca volverá sobre el mismo tema con Los cabellos de Absalón, y se permitirá la licencia, por no decir plagio, de componer su segundo acto con materiales, casi miméticos, del tercer acto de Tirso: la venganza.

El relato bíblico sobre Tamar y Amón – Amnón en la grafía bíblica – es el preludio de la narración Absalón que consta del Incesto de Absalón, La vuelta de Absalón, La rebelión de Absalón y huída de David, y La derrota y muerte de Absalón. Por lo tanto el conjunto – una conspiración contra David – lo forman varios capítulos, del 13 al 18 inclusive. En la Biblia, ya se sabe, además de pretender la narración de los hechos históricos, con toques legendarios, se quiere lanzar un mensaje trascendente para la humanidad. Si Tirso hubiera elegido todo el conjunto de los capítulos, podría decirse que con su “drama bíblico” tiene la intención de una cierta enseñanza religiosa. Sin embargo una de las virtudes de Tirso, a pesar de su condición de fraile, al escribir su teatro, es no utilizar este medio para predicar, sino para divertir o hacer reflexionar y que cada uno saque las consecuencias. Esto queda muy patente en La Venganza de Tamar.

Si se lee este pasaje con detención, hay en Amón, Tamar y Absalón, así como en la figura del rey David, auténticos personajes de tragedia. Esto es lo que parece enamorarle a Tirso. Pero, a juzgar por la selección de las escenas, hay, también en el personaje de Amón un perfilado estudio de la pasión incontrolada del deseo – no tanto del amor – que le atormenta como un aguijón y su necesidad de liberarse de la culpa, cometido el incesto, mediante el rechazo cruel de Tamar. La figura de Tamar, no es menos atractiva: desde la ingenuidad y amor por su hermanastro Amón hasta la desesperación que engendra la venganza. David - nadando en medio de dos aguas - ya que los dos son hijos suyos, es otro de los personajes dramáticos con enjundia. Por fin Absalón, figura sinuosa y narcisista que confunde su ayuda a su hermana con la verdadera intención ambiciosa de subir al trono. Es obra, pues, de retorcidos caracteres que tras motivaciones aparentes esconden secretos recónditos y perversos y frecuentes en el alma humana: los ingredientes de la tragedia teatral.
 


M. Ryan y John Rtahl
(Foto: Robert Day)
La Royal Shakespeare Company lee la obra como si de una tragedia se tratara y en su representación la entrega, cercana a la tragedia shakesperiana. Amén de lo que pueda haber en el propio texto, el “pazos” surge del modo de interpretar y representar. No es la primera vez que he visto este texto sobre el escenario y siempre he sentido una especie de sopor a media que los versos se desgranaban. Y desde luego, nunca he llegado a sentir el sentido de la tragedia, como en esta ocasión.

El incesto y el incesto brutal sin elipsis, es importante en la obra y el punto culmen. (No sé hasta que punto la procacidad de la escena se acercaba al realismo en la época de Tirso). En otras versiones, escenificado muy realísticamente no dejaba de ser de mal gusto y más que impresión – es importante en  la obra - a veces producía cierta hilaridad. Esta escena viene a ser como el termómetro para detectar la calidad de lo representado, máxime cuando hasta este momento las escenas abundan en lo cómico o placentero: la ingenuidad de Tamar y su primer encuentro con Amón, la bonanza del rey David ante sus mujeres, el juego de los príncipes etc.

La Royal no excluye el realismo del incesto y obliga al público a ese silencio que produce la visión de una violación. Es el final del primer Acto, y constituye un final efectista. Sin embargo, en esta versión, sin perder la fuerza sí se suaviza el amargor de un modo inteligente. Un Tirso que, desde el inicio, ya ha aparecido con su libreto e incluso se ha permitido alguna jocosa frase con el público al ver que éste llega tarde y que ha ayudado a trasladar muebles o que intervendrá en algún papelito, entra en escena y cuando Amón ha caído exhausto sobre Tamar, se cerca a ellos, coge a los dos de la mano y se los lleva entre cajas como si fueran dos niños o dos marionetas. La misma operación realizarán al comenzar el segundo acto: los trae y los vuelve a colocar uno encima de la otra para que Amón lance sus improperios contra la que le ha hecho caer en la tentación (El machismo no soporta la responsabilidad propia). Se recurre al teatro dentro del teatro que aquí funciona muy bien.

He descrito esta escena porque es un ejemplo claro del tratamiento que campea por todo el espectáculo: la discreción y la no reiteración tanto en lo cómico como en lo dramático. Es una de las virtudes, que parece ser el denominador común de la Royal.

Como en otras ocasiones el concepto de escena sigue siendo todo el teatro: el escenario y el patio de butacas. Suben, bajan, rodean pero no esporádicamente sino mediante una periodicidad y una buena integración. Ello hace que participemos físicamente en la propia escena.
 

M. Ryan (Foto: Robert Day)
Otro de los secretos que hace que el texto nos llegue, es la cualidad que tienen de evitar el recitado – no se recrean en la palabra bella vacía o en la hueca rima sonora – sino que ponen el acento en el sentir los diálogos. Surgen desde dentro con el distanciamiento, la comicidad o la pasión. A ello ayuda el continuo movimiento y la capacidad que tienen para la exteriorización de las acciones. Otras veces el estatismo de la acción, se arropa con la intensidad emotiva – el lamento de Tamar - de las palabras.

Otra de las virtudes que fascinan es la capacidad de los actores para entregarnos sus personajes y no a ellos mismos. Como ejemplo baste citar a Katherine Nelly, que encarna a Tamar. Si no fuera por el programa de mano me hubiera resultado imposible reconocer en ella a Celia, la cómica criada de Los empeños de una casa. La perfecta encarnación de ambos personajes llega a conseguir que el aspecto físico entre Celia y Tamar no tenga nada que ver. Tal milagro sucede también con el resto de los actores.

La escenografía vuelve a recurrir al minimalismo. En esta ocasión mayor que en Los empeños. El fondo es un simple muro de ladrillos vistos - ¿muro de las lamentaciones? ¿barrera insondable y claustro psicológico de los personajes acosados por su personalidad? – arropado, discretamente, con un multiforme mobiliario.

El vestuario prefiere un cierto eclecticismo en el que se combina pantalón y camisa en ellos y faldas actuales en Tamar y las chicas con objetos, adornos, vestidos de fiesta hasta llegar a otros más en consonancia con la situación dramática. Esta estética ayuda a la cercanía de la obra, como sucede en el desasosiego que experimenta Amón al se consciente de su pasión. El monólogo encaja perfectamente en un personaje de nuestros días, no solamente porque la pasión de Amón es connatural al ser humano sino porque la actualidad del vestuario no nos lo distancia.

Hay que reconocer que la Royal nos ha dado una buena muestra de cómo tratar un texto dramático. Y la lección es más punzante cuanto que son nuestros propios textos. Si había alguna duda de la validez de ellos, la Royal nos ha hecho ver que poseen una gran calidad dramática. Y demuestran algo que ya sabíamos: un texto teatral escrito necesita urgentemente de la representación plástica para decirnos algo.

La Royal nos ha enseñado algo más: el no tener miedo a la licencia (inteligente) de adaptación y a la libertad para abordar un texto. Tales inteligentes adaptaciones nos recuerda algo que ya sabíamos, que la fidelidad a un autor no está en su literalidad sino en saber entregar el espíritu con que ha sido escrito. Para Tirso, la comedia es espectáculo total que tiene que interesar a todos y la tarea del comediógrafo es entretener, divertir, provocar la admiración de ese “público heterogéneo, ruidoso y exigente”.

James Fenton, autor de la traducción y versión inglesa, escribe en el programa de mano: “para un público inglés, el teatro español es una especie de pariente olvidado al que no conocíamos, pero al que inmediatamente reconocemos como de nuestra familia. Qué gran descubrimiento y qué interesante que haya todavía mucho más por descubrir, que no se ha representado nunca en inglés ni, ya puestos, en los escenarios españoles”. Yo añadiría tal descubrimiento es doble: los textos y su modo de entregarlos.

Ni que decir tiene que Amón y Tamar gozaron de un teatro abarrotado y de un público que nos se cansaba de aplaudir.


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 


Teatro Español
C/ Príncipe, 25
28012- Madrid
Director: Mario Gas
Concejalía de las Artes
Ayuntamiento de Madrid.
Tf. 91 3601484
Metro Sevilla y Sol
http://www.munimadrid.es
Entradas: Sucursales de la Caixa de Cataluña
y Tel-entrada (24 horas) 902 10 12 12


 

 

 

volver

arriba