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XXI FESTIVAL DE OTOÑO DE MADRID 2004
EL COMPOSITOR, LA CANTANTE, EL COCINERO Y LA PECADORA

VIRTUOSISMO IRREVERENTE |
Título: El compositor,
la cantante, el cocinero y la pecadora.
Autor: Carles Santos.
Dirección artística: Carles Santos y Mariaelena Roqué.
Música: Giochino Rossini y Carles Santos.
Coreografía: Toni Jódar.
Vestuario, caracterización y elementos escenográficos:
Mariaelena Roqué.
Iluminación: Luis Martí.
Intérpretes: Carles Santos (El compositor. Piano),
Clàudia Schneider (La cantante. Mezzo-soprano), Antonio Comas
(El cocinero. Tenor), Alina Zaplatina (La pecadora. Soprano),
Toni Jódar, José Pedro García (Actores bailarines).
Estreno en Madrid: Teatro de la Abadía, Sala José Luis
Alonso, 14 – X - 2004.
No es
fácil definir un espectáculo de Carles Santos. Ni siquiera
describirlo. Sin embargo, su trabajos resultan inconfundibles
para quienes hayan seguido su trayectoria. Y entre los adjetivos
que pueden utilizarse para aproximarse a sus realizaciones
escénicas se mencionarán quizás algunos tan disímiles
semánticamente como los de trasgresor, tierno, divertido,
brillante, sorprendente, cruel y tantos otros que pueden acudir
a la cabeza de quien se proponga la tarea de traducir a un
lenguaje verbal el cúmulo de imágenes escénicas que proporciona
el creador valenciano.
Carles Santos dista de seguir una exposición lógica o
convencional en sus espectáculos. Por el contrario, parte de
unos referentes poderosos, incluso hipertrofiados, y los
reelabora o los reinterpreta mediante una serie de imágenes
plásticas -estáticas y dinámicas-, musicales o gestuales,
dramáticas, en definitiva, plenas de originalidad, de vigor y de
belleza inusitada. La que abre el espectáculo, configurada por
el cocinero que canta en el interior del horno, presagia ya una
cascada de secuencias delirantes y evocadoras. Y las
expectativas no se ven defraudadas. El compositor, que arrastra
con su cuello la cama en la que cantan y se aman el cocinero y
la pecadora, compone una estampa digna de un Kantor imbuido de
un humor singular. Y no son las únicas que pueden recordarse.
La trama es prescindible y funciona como cañamazo o incluso como
parodia de los géneros y modelos estilísticos o comunicativos en
los que se inspira. En esta ocasión el referente principal es la
música de Rossini y desde él una reflexión, que no excluye la
parodia, sobre la ópera, a la que se suman ingredientes muy
diversos, amalgamados en un orden propio, caótico en apariencia,
pero sugestivo y coherente desde el lenguaje dramático empleado
por Carles Santos. Y la historia, esbozada más que contada,
parece un remedo humorístico, o simplemente burlesco, de algunas
sinopsis de libretos operísticos o, también, de ciertos mitos
edípicos distorsionados hasta el límite, lo que los acerca, a su
vez, al tono de la telenovela o del folletín descarnado.
Pero no parece que esta cuestión adquiera demasiada importancia.
Sí resulta impactante, sin embargo, el diálogo entre la ópera y
la música clásicas con elementos rompedores que recuerdan al
cabaret, al music-hall o a la performance heredera de la
vanguardia. Todo ello atravesado además por el humor y una
trasgresión que se combina con un extraño virtuosismo en la
ejecución de lo musical y de lo dramático, y con una impecable
factura formal.

 
Eduardo Pérez – Rasilla
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