LA CENA
POLITICA ENTRE BASTIDORES
Título: La
Cena.
Autor: Jean Claude Brisville.
Traducción: Mauro Armiño.
Escenografía y Diseño de Sonido: Joseph María
Flotats.
Vestuario: Renato Bianchi.
Iluminación: Albert Faura.
Construcción Decorado: Taller de Escenografía
Jordi Castells – Barcelona.
Mobiliario: Balzarotti – París.
Atrezzo: Taller 75 – Madrid.
Realización Vestuario: Talleres Bianchi-
París; Peris Hermanos- Madrid.
Pelucas: Carlos Montosa – Barcelona; Vda de
Ruiz – Madrid.
Peluquería: Toni Santos – Barcelona.
Calzado: Menkes – Madrid; Casimiro Valldeperas
– Barcelona.
Platería: Forjes – Barcelona.
Anillo de Talleyrand: Victor Caparrós-
Barcelona.
Cuadro Duque de Enghien: Simil Art Gallery –
París.
Sonido: Oido / Jordi Bonet – Barcelona.
Material Luces-Sonido: Música Via/Ramón Mañas
– Barcelona.
Músicos: Sergi Claret Alegre, Jordi Claret
Alegre, Queralt Prats Bruguera, Alex Arajol Pons.
Producción y Distribución: Taller 75, S.L.
(taller75@terra.es)
Intérpretes: Daniel Muriel (Jacques Massoulier,
sirviente de Talleyrand, Bruno Ciordia (JeanVincent,
sirviente de Talleyrand), Carmelo Gómez (Joseph Fouché,
duque de Otranto), Joseph Maria Flotats (Charles Maurice
de Talleyrand, Príncipe de Benevento), Abel Fol. (Voz en
off de Chateaubriand).
Dirección: Joseph María Flotats.
Estreno en Madrid: Teatro Bellas Artes, 16 – IX –
2004 |
Tayllerand
(J.M.
Flotats)
Fouché
(Gómez) |
Llega
a España, en el 2004/2005, La Cena que ya en 1993
encontró su traducción cinematográfica en una producción
francesa bajo el título Cena col diavolo (Cena con el
diablo) que dirigió Eduardo Molinaro, con guión del
propio Brisville.
Brisville se hace una pregunta que, en el fondo, es la que nos
hacemos todos cuando nos topamos con una convulsión política o
social y desde arriba se impone una solución ¿Quiénes han movido
los hilos y qué es en realidad lo que ha pasado?
Hechos recientes en nuestra nación fueron el 23 F. ¿Sabremos
alguna vez la conversación real de los poderosos ante el golpe
de Estado e ir más allá del ya cómico “¡Se siente coño!” ? O más
cercanos ¿Qué sucedió la noche anterior a las votaciones para la
Comunidad de Madrid para que se diese el transfuguismo? O el
tema último ¿Qué hay detrás del 11 M y quién movió los hilos
para llegar a una opción política por parte de los ciudadanos?
Brisville se remonta a la historia de su nación en aquel momento
en que, tras la derrota de Waterloo, la nación queda en manos de
Joseph Fouché, duque de Otranto - en biografías se
dice de él que es “padre del espionaje moderno” o bien “un
traidor, miserable, intrigante, tránsfuga profesional…” – como
presidente del Gobierno Provisional. A los ciudadanos de a pie
solamente se nos dan los hechos consumados.
En aquella ocasión los ciudadanos se dividen en tres categorías:
quienes prefieren la república de Fouché, quienes piden
la restauración de la monarquía de Luis XVIII y los que
optan por el Imperio de Napoleón. No son tiempos para
referendum y el 5 de julio se celebra un encuentro entre
Wellington – el inglés vencedor de Waterloo – el republicano
Fouché y el monárquico Charles Maurice de Talleyran,
príncipe de Benevento. ¿Qué sucedió en realidad para que el
republicano Fouché el 7 de julio rindiera pleitesía a
Luis XVIII bajo la mirada satisfactoria del monárquico
Tayllerand y el 8 Francia ya tuviera Rey? A esta pregunta
responde Brisville con La Cena.
No consta históricamente que la tal “Cena” existiese, pero para
Brisville pudo haber existido. Esa es la magia del arte
escénico: el enfrentamiento de dos ideologías, la confabulación
de las mismas para buscar una salida, los desposorios de dos
pícaros de la política pueden perfectamente hacerse presentes en
el mismo espacio. Al fin y al cabo el dramaturgo, si es
inteligente, puede convertirse en demiurgo. Y en este caso
Brisville lo es.
A partir de los rasgos históricos que nos quedan de ambos
personajes, por sus biografías y por sus modos de actuar, traza
dos personajes que poseen el atractivo de la intriga, del
recoveco y del buscarse a sí mismo. La virtud está en que vamos
conociéndolos a través de un diálogo lleno de insinuaciones, al
tramar el plan del futuro gubernamental de Francia. Otra virtud,
y en esto Brisville se muestra un sabio en el arte de la
dramaturgia, es conseguir que un simple diálogo, sin apenas
acción, vaya, paulatinamente, marcando el interés y el ritmo
gracias a interrupciones gastronómicas o anécdotas de uno y
otro. Se trata, pues, de un diálogo que va más allá de las meras
preguntas y respuestas.
Sabe también huir de la mera anécdota histórica al centrarse en
un tema como es la maquinación del poder por parte de los
políticos. Por lo tanto no es una metáfora críptica para
denunciar a tal o cual político o tal o cual ideología. Por lo
tanto no hay que buscarle una actualidad en connivencia con los
políticos nacionales e internacionales que nos rodean. No hay
guiños a nuestros políticos de uno u otro bando. Hay algo más
profundo y en el fondo más lacerante: la corrupción y
manipulación de todo tipo de política, sea cual fuere e
indistintamente en la época en que se desarrolle. Parece como si
la política lleve en sí misma como algo intrínseco: la necesidad
del pacto vidrioso y de la manipulación, y todo ello visto desde
las alturas con un cierto escepticismo. Por eso el espectador
tiene derecho a preguntarse ¿Qué conversación hubo detrás del 23
F, de los tránsfugos madrileños o del 11M? Fouché y Tayllerand
se comportan como dos camaleones, dispuestos a servir al mejor
postor sin perder ellos ninguno de sus privilegios y sin perder
la compostura.
La carga de cierto humor y distanciamiento irónico como se
tratan los dos personajes le da un cierto tono de comedia que
hace más llevadera esa noche de cuchillos largos que siempre
precede a toda desestabilización o restauración institucional.
La fluida traducción de Mauro Armiño ayuda a acercar la relación
verbal de los personajes.
Si a nivel temático los dos personajes son apetitosos, a nivel
interpretativo este texto es un buen bocado dramático para
cualquier actor. Es obra de protagonistas a la par y un desafío
actoral. Es obra de “verbo” y por lo tanto necesita un “buen
decir” y una buena coloratura de voz que en Carmelo Gómez
adquiere relevancia especial. Por lo tanto al duelo ideológico
se añade el duelo interpretativo. Tanto Flotats – es un
actor que casi parece estar por encima del bien y del mal en el
mundo interpretativo, tras sus sonados éxitos – como Gómez
consiguen la altura que se requiere. Hay un peligro: el del
oírse a sí mismo y me ha parecido intuir que en algunas
ocasiones este defecto está presente. Poco, pero presente, sobre
todo en Flotats. Es en esos momentos cuando cierta falsedad del
personaje, aflora.
Un texto de diálogo sin acción no es fácil de digerir ni de
dirigir. Flotats mueve la acción más allá de la copiosa y
apetitosa mesa con las viandas más exquisitas, y así consigue la
variedad necesaria para que el diálogo no se reduzca tú hablas y
yo respondo. Dos criados Jacques Massoulier (Daniel Muriel)
y Jean Vincent (Bruno Ciordia), representan, de algún
modo, la mirada crítica del pueblo llano: las víctimas.
La escenografía palaciega diseñada por Flotats ambienta, aunque
en el Teatro Bellas Artes resultan unos módulos (es escenografía
de cuerpo) un tanto monstrencos debido a las dimensiones de la
caja escénica. Ante tal diseño escénico parece como si también
se necesitara más aire espacial. La mesa en uno de los laterales
resulta un tanto agobiante. Es cierto que en otras puestas en
escena, en Francia, se ha buscado todavía mayor intimidad. Unas
50 personas en una sala restorant. Con ello se pretendía la
cercanía de los dos contertulios y de los espectadores.
Y abundando en la parafernalia escénica y attrezzista todo
respira exquisitez y buen gusto, desde la vajilla dieciochesca
hasta el cuadro del Duque de Enghien. Algo similar sucede con el
vestuario que ha diseñado Renato Bianchi. Todo este marco
da una gran verosimilitud a la puesta en escena.
La presencié un miércoles – día del espectador – en la función
de la noche. El teatro estaba lleno y me pareció que satisfecho,
siguiendo bien las intrigas palaciegas de estos dos camaleones.
Los aplausos reiterados del final parecían confirmarlo.
La Cena es un civilizado y cínico pugilato que pone el
dedo en la llaga en eso que llamamos política y políticos. Un
espectáculo inteligente y con dos intérpretes de excepción.
José Ramón Díaz Sande
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Teatro Bellas Artes
(Aforo:455).
Marqués de Casa Riera, 2.
28014 - Madrid
Zona: Centro.
Tel.:91 532 44 37/38.
Metro: Banco de España.
Parking: Las Cortes y Sevilla
Taquilla de M a
D de 11.30 a 13.30 h.
y de 17 a inicio de función;
http://www.entradas.com
y Tel. 902 488 488
Horarios: J y V
a las 21 h.
S a las 19 y 22 h.
D a las 18 h.
X a las 18.30 y 21 h.
L y M descanso. |
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