
RESEÑA, 1985
NUM 159, pp. 24 |
LA TABERNA FANTASTICA
LA DIFICIL
RECUPERACIÓN DEL SAINETE
En 1985 se
estrenaba una obra de 1966 escrita por Alfonso
Sastre. Proponía una
estética nueva y un modo nuevo de interpretación. Se trataba de un texto,
aparentemente, en las lindes del sainete. Con poca afluencia de público en el
Teatro Fernando de Rojas, fue catapultado al retomarse en el Teatro Martín. Fue
la revelación como actor de Rafael
Álvarez el Brujo y Gerardo Malla
se reveló como un gran director de actores.
En 1984 Gerardo
Malla dirigía Bajarse al Moro de José Luis Alonso de Santos. Otro texto revelación.
|
Título: La taberna fantástica.
Autor: Alfonso Sastre.
Escenografía: Rafael Palmero.
Reparto: Rafael Alvarez "el Brujo", Carlos
Marcet,' Vicente Cuesta, José Manuel Mora, Eduardo MacGregor, Mauro
Muñiz, Fulgencio SaturÍlo, Francis García, Ramón Durán, Avelino Cánovas,
Concha Rabal
y Enrique Navarro.
Dirección: Gerardo Malla.
Estreno: Teatros del Círculo. Círculo de Bellas Artes,
1985.
Todo
estreno de Alfonso Sastre constituye
un especial acontecimiento. Desde hace por lo menos veinte años apenas
vemos obras suyas en los escenarios. La televisión no se acuerda de él, como de
tantos. Es cierto que cuando se olvida a Sastre
no es lo mismo que cuando se olvida y descuida a tantos y tantos dramaturgos
que guardan sus piezas en un cajón. Sastre
ha sido siempre un hombre de teatro comprometido con actitudes políticas de
izquierda. Circunstancias que podemos mejor interpretar (acaso equívocamente)
que relacionar cumplidamente le han llevado a una curiosa y chocante actitud
hoy día, en una triste periferia que algunos pretenderían metrópoli liliputiense.
La taberna fantástica es un texto insólito para los que conozcan sólo el teatro
de Sastre que se ha estrenado, pero
en mi opinión constituye uno de los muchos experimentos que el dramaturgo llevó
a cabo al menos a partir de los años sesenta.
La taberna fantástica es un texto de por
entonces, situado en un medio marginal -las bolsas sin urbanizar junto a
barrios nuevos, barrios obreros sin servicios, transporte ni infraestructura -,
junto a la ciudad del "desarrollo cutre" de la época, ésa de la que
algún desdichado predica que "vivíamos mejor". El medio en que se
sitúa la acción es uno de los elementos insólitos del texto. Los quinquilleros
protagonistas son una auténtica creación de Sastre, al parecer basada en una observación más o menos
participante de las gentes del Abroñigal
(luego A venida de
la Paz, luego M-30), y sus chistes y dramas constituyen
un soplo de aire fresco en los enrarecidos escenarios nuestros que giran
alrededor del ombligo de cualquier pequeño-burgués enaltecido.
He
hablado de chistes y drama. Creo que es una forma adecuada de referirme a La
taberna fantástica. Hay drama, es decir, situación dramática, teatral, acción
con personajes. Pero a menudo la situación queda en suspenso y surge el verbo
tal vez cuidadosa y cariñosamente anotado y reinventado por el
observador - dramaturgo. La acción cae, pero creo que deliberadamente, en una
suerte de experimento "anti-teatro", que renuncia a mantener la
tensión dramática a toda costa y hace del chiste cotidiano, del habla marginal,
de los circunloquios y vueltas de todos los días en determinado medio un punto
de referencia realista: frente a tensión mantenida, realismo pintoresquista de
la mejor ley, con la convicción de que la realidad presenta esos momentos
muertos, esos circunloquios, esa pérdida de tensión que en cualquier momento
puede reaparecer sin haber sido llamada. El peligro de todo realismo, si
pretende ciertos extremos, es la trivialidad. Sea por lo insólito del medio
retratado o por la sabiduría dramática de este escritor infatigable - sobre
todo en aquellos años, cuando aún eran posibles tantas cosas -, La taberna fantástica se salva de ese
peligro. Aclaremos que no nos encontramos ante un texto profundo, sino ante una
pieza con determinados caracteres documentales que necesita, como todo texto,
pero mucho más que otros, una interpretación adecuada.
Y aquí es donde el texto se convierte en teatro. Si
el drama es insólito, la interpretación lo es tanto o más. Gerardo Malla se revela como un magnífico director de actores, pero
ha huido del actor habitual entre nosotros y ha buscado alguien adecuado para
interpretar a esa especie de protagonista que es "Rogelio el hojalatero",
y alrededor de ese actor gira toda la puesta en escena. Esa elección es un
acierto, ya que Rafael Alvarez "el
Brujo" hace una creación que no tiene nada que ver con lo que aparece
en nuestros sufridos y corruptos escenarios. Junto a este actor hay otros
cuatro cómicos cuya labor resulta básica en la puesta en escena ideada por Malla: Carlos Marcet (Luis, el tabernero), Rafael Díaz (el caco), José Manuel Mora (Paco el de la sangre) y Vicente Cuesta (el carburo). Este último,
un actor sin grandes dotes de partida, hace la otra auténtica creación de la
pieza, la del quinquillero rival-paisano-cofrade del Rogelio. Estos cuatro actores están simplemente
magníficos, y la base es la creación de unos tipos y de unas relaciones
entre ellos, trabajado todo - es de suponer - en íntima labor con un gran
director de actores como Malla.
Quede
constancia, pues, de este espectáculo que es teatro ciento por ciento en
virtud del manejo puramente escénico de un texto que podría haber tenido muy
otra suerte. La taberna fantástica,
por otra parte, no es un texto profundo o sutil. Es en buena medida un
documento, un testimonio, que pretende seguir y trascender el legado del
sainete, algo muy difícil en una época como la nuestra, cuando en teatro ha
habido tanta tradición rota - y el sainete pertenece a una de ellas - o Sastre ha evitado los peligros más
cercanos: el patetismo - y ha optado por el humor - y la ideologización - y ha
optado por el documento. Creo que se trata de un espectáculo sumamente
saludable tanto por Sastre como por Malla y sus actores.
 |