.:: Crítica Teatro ::.

IL SILENZIO
GUERRA
Los hijos de las catástrofes


Título: Il silenzio.
Idea y dirección: Pippo Delbono.
Sonido: Matteo Braglia.
Iluminación: Fabio Berselli.
Dirección técnica: Sergio Taddei
Producción: Compagnia Pippo Delbono, Internacional Management Aldo Miguel Grompone, Roma – Fondazione Orestiadi Gibellina, Emilia Romagna Teatro-Fondazione
Intérpretes: Pippo Delbono, Pepe Robledo,
Bobó, Mario Intruglio, Nelson Lariccia,
Gustavo Giacosa, Simone Coggiano,
Lucia della Ferrera, Elena Guerrini,
Gianluca Ballarè, Dolly Albertin, Fadel Abeld,
Mr. Puma, Claudio Gasparotto,
Margherita Clemente, Ilaria Distante,
Gianni Parenti y Raffaella Banchelli.
Músicos: Andrea Bulgarelli, Fausto Ferraluolo
y Simona Sitta
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa,
1 – XI - 2007 (Festival de Otoño)

IL SILENZIO
FOTO: JEAN-LOUIS FERNÁNDEZ

IL SILENZO:
EL RECUERDO DE UNA CATÁSTROFE


IL SILENZIO

En 1968, un terremoto destruyó la ciudad siciliana de Gibellino. Tras el estruendo, se hizo el silencio y todo, calles y casas, quedó cubierto por un espeso manto de piedras. También sus vecinos. Del recuerdo de aquella catástrofe, nace Il silenzio. Pippo Delbono ha recreado en el escenario ese sudario y los actores de su compañía han resucitado a las víctimas para mostrarlas como eran antes de que tuviera lugar el terrible suceso. El resultado es una sucesión de estampas que rememoran episodios de la vida cotidiana de sus vecinos. El encuentro de la pareja entregada a inocentes juegos de amor; la servicial camarera que atiende con celeridad al anciano y caprichoso cliente; el banquete presidido por la autoridad civil, con la banda cruzada al pecho, entre cuyos invitados figuran el obispo y el militar uniformados; la procesión, en la que la Virgen, escapada de las andas y encaramada en unos altísimos zancos, se alza sobre las cabezas de los fieles…
 


IL SILENZIO
Es un espectáculo visual, subrayado por una música bella y evocadora. Apenas hay palabras. Las únicas que oímos son las del propio Delbono, que hace las veces de narrador. El espectáculo tiene el aire felliniano de Amarcord. Lirismo, nostalgia, risa, dolor, se mezclan con los mismos resultados que en los viejos circos, aquellos en los que asistíamos al milagro de ver como es posible ordenar el caos. Aquí, el escenario también tiene algo de pista circense por la que desfilan desafiantes y repartiendo sonrisas los miembros de la troupe antes de iniciar el encadenado de números que provocan admiración y ternura en las gradas. A esa sensación contribuye la especial naturaleza de esta compañía teatral, en buena parte integrada por gentes que, antes de formar parte de ella, vivían ajenos al mundo de la farándula. No los encontró Delbono en las escuelas de arte dramático ni en el caladero de los grupos de teatro aficionado, sino entre los muros del manicomio de Aversa, en el que impartió talleres para los internos, y en la calle. De aquél centro, en el que permaneció recluido casi medio siglo, procede Bobó, analfabeto y sordomudo. En la intemperie vivía el vagabundo Nelson Lariccia, que había establecido su morada en un rincón de la estación de Nápoles. Gianluca Ballaré escapó de la absurda marginación a la que muchos empujan a quienes tienen el síndrome de Dawn. Y, en fin, Mr. Puma, mudó su oficio de viejo rockero por el de actor.

GUERRA:
SARAJEVO EL PUNTO DE MIRA

Título: Guerra
Idea y dirección: Pippo Delbono.
Sonido: Matteo Braglia.
Iluminación: Fabio Berselli.
Dirección técnica: Sergio Taddei
Producción: Compagnia Pippo Delbono – Emilia Romagna Teatro-Fondazione
En colaboración: CRT-Centro di Recerca per il Teatro e  Internacional Management Aldo Miguel Grompone, Roma
Intérpretes: Gianluca Ballaré, Bobó, Margherita Clemente,
Piero Corso, Armando Cozzuto, Pippo Delbono,
Lucia della Ferrera, Fausto Ferraiuolo, Gustavo Giacosa, 
Simone Coggiano, Elena Guerrini, Mario Intruglio,
Nelson Lariccia, Mr Puma, Andrea Bulgarelli, Pepe Robledo,
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa,
3 – XI - 2007 (Festival de Otoño)

GUERRA


GUERRA
FOTO: JEAN-LOUIS FERNÁNDEZ
Guerra, el otro espectáculo presentado por Delbono, se inscribe en la misma estética, pero carece de su armonía. La propuesta es el resultado de un largo viaje del director italiano por escenarios de guerra, siendo la ciudad de Sarajevo el punto de partida. Si Il silenzio nace de una catástrofe natural, la que da lugar a Guerra ha sido provocada por el hombre. La reacción del creador de ambos espectáculos  es, en consecuencia, distinta. Donde hubo resignación ante lo que escapa a nuestro control, ahora está la ira que provoca saber que el ser humano es el responsable de su propia ruina. Guerra es una obra exasperada, en la que Delbono lleva hasta sus últimas consecuencias lo que ha definido, en referencia a sus planteamientos dramáticos, como teatro de la rabia. Vuelve a ser el maestro de ceremonias, pero, en esta ocasión, su presencia en escena deja de tener la discreción que  nos permitía compararla con la de Kantor cuando se movía silencioso entre los actores de su compañía. Micrófono en mano, grita, sin que se apenas se entienda lo que dice, al tiempo que recorre el escenario de un extremo a otro, danzando de forma enloquecida. Se convierte en protagonista incómodo de una especie de cabaret macabro y trágico en el que el resto del elenco se comporta como marionetas manipuladas sin control. Se dice que representan a hombres en guerra perdidos, como Ulises en La Odisea, en un viaje cuyo propósito es encontrar el centro de su existencia. También, que es la representación de la vida que nace de la marginalidad y del sufrimiento. Se dicen o se pretenden decir más cosas, pero, como sucede a menudo, cuando los mensajes se diversifican tanto, no se consigue transmitir ninguna en su integridad. Es cierto que, a pesar de ello, el espectáculo brinda momentos hermosos, no tanto por sus contenidos, como por su belleza plástica. En todo caso, los dos espectáculos son el desigual testimonio de una insólita aventura teatral que tuvo su punto de partida en el teatro Odin, en el que Delbono inició su formación, y maduró tras su experiencia en el manicomio de Aversa.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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