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ESPIA A UNA
MUJER
QUE SE MATA
Un
pariente lejano
de Tío Vania |
Título: Espía a una mujer que se mata.
Autor: Antón Chéjov (Basada en El tío
Vania).
Dirección
y escenografía: Daniel
Veronesse.
Asistencia
de dirección: Felicitas
Luna
Intérpretes: Osmar Nuñes, María
Figueras,
Marcelo Sublotto, Fernando Llosa,
Silvina Sabater, Marta Lubos y Mara
Bestelli.
País:
Argentina
Idioma: español
Duración
aproximada: 1 hora
y 30 minutos
(sin intermedio)
Estreno
en Madrid:
Cuarta Pared,
31- X - 2007 |

FOTO: Daniel Veronesse |
El
hombre de teatro argentino Daniel Veronesse se ha puesto de moda en nuestros escenarios.
No es nueva su presencia en ellos, pero en apenas seis meses el Centro Dramático Nacional ha ofrecido
dos espectáculos suyos – Mujeres
soñaron caballos y Un hombre
que se ahoga- al que ahora se
añade Espía a una mujer que se
mata, programada por el Festival de
Otoño. Esta coincidencia que nos brinda la oportunidad, de la que
pocos gozan en la escena española, de contemplar en su conjunto los
actuales derroteros del teatro de Veronesse,
bastante diferentes de los que seguía hasta no hace mucho, cuando estaba al
frente del grupo bonaerense Periférico de Objetos. Digamos,
para empezar, que las tres piezas están profundamente relacionadas entre sí. Un hombre que se ahoga y Espía a una mujer que se mata, pertenecientes
al proyecto Chejov,
están basadas, respectivamente, en Las
tres hermanas y Tío Vania, obras señeras del dramaturgo ruso. Son
trabajos realizados en Buenos Aires con elencos integrados por actores
argentinos, cuatro de los cuales participaron en ambos. En nuestra crítica al
primero de los espectáculos señalábamos que, a nuestro juicio, había
sido un error representarlo en el escenario como el del María Guerrero, cuando la puesta en escena, concebida como un
ensayo, requería un espacio que tuviera en cuenta esta circunstancia y que
pudiera ser compartido por público y actores. La que ahora juzgamos, ofrecida
en
la sala
Cuarta Pared,
nos reafirma en aquella opinión.

FOTO: Daniel Veronesse |
En ambos experimentos teatrales, no estamos
ante versiones más o menos libres de los textos de Chejov, sino ante una
utilización de los mismos para elaborar un discurso personal del creador
argentino. De ahí que sea difícil reconocer la procedencia de los materiales
utilizados a pesar de que se conservan numerosos fragmentos de las obras
originales. Y es que, lo que se pierde en el camino, es el clima que envuelve
la obra chejoviana, la
sensación de que, bajo el
aparente sosiego de los seres que la habitan, se
incuba una tormenta de enormes consecuencias. El trasplante de criaturas
pertenecientes a la decadente sociedad rusa de finales del XIX a un escenario
contemporáneo presidido por una violencia desbocada nos parece forzado. Poco
tiene que ver el escenario aparente amable descrito por Chejov con los que acogen las
versiones que comentamos ni percibimos en los personajes actuales aquella
amargura y melancolía que transmitían los que les inspiran. El drama interior
ha devenido en un estallido de violencia verbal y física.

FOTO: Daniel Veronesse |
Resultan sorprendentes, sin embargo, aunque
tal vez no lo sea tanto, el paralelismo entre Espía a una mujer que se mata y Mujeres
soñaron caballos,, a pesar de que la primera parte de una obra ajena
y, en la segunda, la autoría es de Veronesse.
Incluso se diría que la voluntad del creador es subrayar, por si acaso no
fueran percibidas, las similitudes entre una y otra. Las más llamativas son,
sin duda, que en ambas se utiliza el mismo decorado, una estancia asfixiante de
no más de siete metros cuadrados como lugar de encuentro de los personajes, y
que
la actriz María Figueras
interviene
en ellas representando sendos personajes
que parecen calcados uno del otro. El discurso personal al que aludíamos más
arriba, no es otro que el de la quiebra de una sociedad representada por una
familia y su entorno más próximo. Lo que se muestran en el escenario son los
sueños de unos individuos alimentados por el egoísmo y los intereses
materiales, por deseos lascivos raramente satisfechos y por la desconfianza en
la capacidad de ser uno mismo sin necesidad de destruir al otro. Son seres que
temen despertarse, porque saben que detrás del sueño está la muerte.
Para
mostrar ese mundo obsesivo, el único recurso del que se vale Veronesse se lo
proporciona un notable y entregado grupo de actores que sacan a la luz el dolor
y la desesperación que sus personajes llevan dentro, sin necesidad de recibir
el auxilio de elementos musicales o de cualquier otro tipo, que una vez más
están ausentes, como en las otras dos piezas a las que nos hemos referido.
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