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						|  RESEÑA, 1995
 NUM. 264, PP. 21-22
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						ME SIENTO PULGADESENVOLTURA Y ACIERTO
 
						
						En 1995 tres actrices elaboraban un simpático 
						espectáculo, en la línea del cabaret literario, a base 
						de tres de nuestros autores, cuyo denominador común es 
						el ingenio y el humor. Según el crítico Jerónimo 
						López Mozo 
						
						“No hay, pues, improvisación en este trabajo, sino 
						buenas dosis de profesionalidad” |  
					
						
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									| SUSANA HERNÁNDEZ |  
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									ASCENSIÓN LÓPEZ |  |  
				Título: Me siento pulga.  Textos: Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura y Ramón Gómez de 
				la Serna.
 Música: Astor Piazzola.
 Reparto: Ascensión López, Susana Hernández y Marisol Rolandi.
 Producción: Teatro de Entretiempo.
 Estreno en Madrid: Sala Triángulo, junio 1995.
 
 
  De una a tres actrices, una escenografía mínima, una sucesión de 
				breves diálogos y/o números musicales escritos para la ocasión o 
				tomados prestados de uno o más autores, alguna referencia -no 
				siempre justificada- al cabaret alemán y mucho desparpajo, son 
				los ingredientes de una receta teatral que vuelve a proliferar, 
				con resultados diversos, en nuestros escenarios. En estas 
				coordenadas hay que situar el espectáculo que, con el título de 
				Me siento pulga, ha presentado el grupo Teatro de Entretiempo en 
				la Sala Triángulo. Esta vez, el resultado merece la pena. Varios 
				son sus aciertos. 
 Entre ellos, el libreto. Se trata de una serie de textos bien 
				hilvanados, extraídos atinadamente de las extensas obras de 
				Jardiel Poncela, Miguel Mihura y Gómez de la Serna. 
				Greguerías y 
				diálogos se suceden y entremezclan dando lugar a algo más de 
				media docena de escenas que constituyen un buen ejemplo de 
				cabaret literario. Hay calidad e ingenuo en lo que se dice desde 
				el escenario y el espectáculo destila un humor blanco que es 
				fruto de una sátira siempre amable. Es, sin duda, lo que se 
				pretendía, aunque, atendiendo a las características que 
				definieron el género en su brillante pasado, se echen de menos 
				referencias a la actualidad y un tono más provocador y 
				comprometido. Para los pasajes musicales, no muy numerosos, se 
				ha recurrido a las partituras del gran renovador del tango Astor 
				Piazzola, muerto hace tres años.
 
 Buena parte del éxito obtenido corresponde a las tres actrices 
				que integran el reparto, Proceden del teatro independiente - al 
				menos dos de ellas acompañaron los primeros pasos de Ernesto 
				Caballero en Producciones Marginales - y esa experiencia se 
				nota. Tampoco es éste su primer contacto con el cabaret. Pocos 
				meses atrás, Marisol Rolandi se ocupó de la dirección y la 
				dramaturgia de Des-esperando a Bertolt, que se representó en uno 
				de los escenarios de este mismo local (RESEÑA, mayo 1995). No 
				hay, pues, improvisación en este trabajo, sino buenas dosis de 
				profesionalidad. Llama la atención su desenvoltura. Llenan el 
				escenario con su presencia y, aunque nunca traspasan físicamente 
				la imaginaria barrera que las separa del público, establecen con 
				él una leve comunicación que, en este caso, en que no se le 
				invita a participar, resulta suficiente.
 
 El espectáculo, que dura una hora, sabe a poco. Cinco minutos 
				más lo hubieran convertido en excesivo. Este sentido de la 
				medida no es el menor elogio que se merecen sus autores.
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