EMIGRANTES
y
LA
SEÑORA CAPITANA
“SALES
ESPONJADO”
Título: Emigrantes (Cuadro lírico, en prosa y en
verso)
Libro: Pablo Cases
Música: Tomás Barrera y Rafael Calleja
Intérpretes: Juan Manuel Cifuentes (Tordiyo), Ruth del
Aria (Loliya), Carmelo Peña (Bermejo), Javier Ibarz (Arturo), Ellier Muñoz (Un vascongado), Enrique Ferrer (marinero)
Título:
La
Señora Capitana (Juguete
cómico-lírico) (En un acto y en verso)
Libro: José Jackson Veyan
Música: Tomás Barrera y Joaquín Valverde (hijo)
Intérpretes: Lola Casariego (Nicolasa), Marta Moreno
(Josefina), Ruth Del Aria (Delfina), Juan
Manuel Cifuentes (Rubiales), Javier Ibarz (Napoleón), Enrique Ferrer (Lobo), Carmelo Peña (Bravo), Ellier Muñoz (El vizconde),
Escenografía: Ópera Cómica de Madrid
Vestuario: Mariano Mara
Coreografía: Marco Berriel
Iluminación: Pedro Pablo Melendo
Realización de Escenografía: Altamira
Realización de vestuario: Cornejo
Realización de iluminación: Centro
Cultural de
la Villa
Jefe Técnico: Alfonso Cogollo
Maquillaje y peluquería: Jesús Gil Bermudez
Atrezzo: Mateos-Ópera Cómica
Sastrería: M. Teresa Becerro, Alejandro Carrasco
Regidor: Elena Vallala
Maestros repetidores: Juan Ignacio Martínez Ruiz/ Celia Laguna
Diseñador gráfico y ayudante de Producción: Juan Fernando de
Nevreze
Fotógrafo: Brian Hallet
Coordinadora de Prensa: Alicia Rubio
Martínez
Producción: Ópera Cómica de Madrid
Producción Ejecutiva: Concerto XXI
Director-gerente: Fernando Poblete
Orquesta: Ensamble Instrumental de Madrid
Coordinación orquesta: Andrés de Nevreze
Coro: Ópera Cómica de Madrid
Ballet: Ballet de Concerto XXI
Coordinadora ballet: Carolina Gómez
Director Musical: Carlos Cuesta
Director de Escena: Francisco Matilla
Estreno en Madrid: Centro Cultural de
la Villa de Madrid, 22 – VI -
2007 |
|
La Ópera Cómica de Madrid ofrece su segundo programa, también del
género chico. Unir Emigrantes y
La Señora Capitana lo exigía no el
contenido ni el tono, sino el homenaje al compositor Tomás Barrera (
La
Solana, Ciudad Real), celebrado en su época y hoy un tanto
olvidado o al menos desconocido para las últimas generaciones de zarzuela.
EMIGRANTES,
RARA
AVIS DEL GÉNERO CHICO
“Rara Avis”, porque – imagino - el público de aquel género chico y
del teatro por horas iba a divertirse, ya que esa es la misión del sainete como
género. Emigrantes (15 de julio de
1905) conecta con el género chico en
cuanto a la brevedad de la historia - más breve de lo habitual, ya que viene a
ser una media hora – y el estilo musical, pero no en cuanto al contenido. No es
texto de castañuelas, sino de tristes cuerdas de violonchelo.
Las crónicas apuntan que
se estrena en verano y con cierta timidez o temor. No era para menos, ya que el
verano es un tanto jaranero y no es tiempo de penas. Emigrantes, en cambio, es
tiempo de lamentos y llama la atención el libreto de Pablo Cases. Ese temor se desvaneció al caer el telón. Fue un
éxito. Los espectadores supieron identificarse con lo que se les narraba,
porque en 1905 – su estreno – eran años en que los españoles
emigrábamos a las Américas y Madrid era y es tierra de
inmigrantes. |
ENRIQUE FERRER
EMIGRANTES
FOTO:
SOFÍA MENÉNDEZ |
Junto a este aspecto más sensiblero o nostálgico, el libreto
plantea también un problema social y de denuncia: la falta de trabajo en los
latifundios andaluces y la explotación del campesino. Por ello cuando el rico comerciante Don
Arturo recrimina a Tordiyo – el emigrante – su falta de
patriotismo al no entregar sus brazos para el trabajo de la patria y ofrecerlos
a otra nación, Tordiyo le recuerda la tragedia del campo andaluz para el
trabajador.
“¡Los zeñorones! ¡Ezos que cuando viene un
año malo de zequía, dan trabajo de limosna!¡Y yo quiero trabajo
zí, pero lo quió por derecho!” |
En la figura del rico Don Arturo está presente también la
otra cara de la moneda: la dura vida en el país extraño que también
explota o que lleva a vivir míseramente en las calles. La tragedia de Tordiyo es más sangrante: él no aspira a hacerse rico, sino a poder comer todos
los días, algo que España no le ofrece.
RUTH DEL
ARIA /J. M.CIFUENTES
EMIGRANTES
FOTO:
SOFÍA MENÉNDEZ |
Hay un elemento más: la
nostalgia de un padre que fue a luchar a Cuba (1898) y murió en el combate. Tordiyo y Loliya su hermana creen verlo flotar en el mar en cada momento. Según las crónicas
este aspecto llega al paroxismo de lo melodramático. La bandera española
del barco se refleja sobre el mar, casi llegando a
La Habana. Los dos hermanos
confunden el reflejo con el cuerpo de su padre flotando. Ante tal visión caen
desmayados y quedan sobre la
cubierta, mientras el resto de los
emigrantes comienzan a descender. Un marinero
arria
la bandera,
cuyos “colores
brillantes se pagan agonizantes
cubriendo la mercancía de infelices emigrantes”. Don
Arturo y el capitán del barco, Bermejo piensan que es mejor que
queden dormidos para no percatarse del negro futuro que les espera como
emigrantes. |
En la versión de la Ópera Cómica de Madrid, este aspecto del
desmayo y bandera se ha suavizado. No existe la tal bandera, sí la alucinación
de ver el cuerpo de su padre flotando sobre las olas. Tampoco caen desmayados,
sino que un poco antes se han sentado en un banco y el sueño les ha
invadido. Para nuestros tiempos – menos melodramáticos, grandielocuentes y
románticos – la opción es más creíble.
La recuperación de este texto y música ha valido la pena. Se ve
con gusto y Paco Matilla ha sabido limar todo lo que puede sonar a ridículo y
aportarle una gran sobriedad. Para ello ha recurrido, acertadamente, a una
interpretación naturalista bien conseguida en todos y en especial en Javier Ibarz como Don Arturo. Juan
Manuel Cifuentes, como Tordiyo, cambia de registro cómico y
nos ofrece un personaje de gran humanidad barnizado de un sano y clarividente
sanchismo. Tordiyo pisa tierra, mientras que Don Arturo se mueve entre el pesimismo y un idealismo patriotero. Ruth del Aria, como Loliya,
nos transmite bien la fragilidad de su personaje.
Musicalmente no es obra de creaciones originales. Los compositores Tomás Barrera y Rafael Calleja – muchas de las obras de Barrera las compone en comandita – recurren a aires folklóricos:
Zorzicos, gallegadas, seguidillas… y los reelaboran. Con ellos nos trasladan a
las diversas regiones de España. Lo más original es la obertura – una
especie de barcarola – que me ha recordado sones de Pablo Sorozábal en Katiuska.
ROSA MONTESINOS
(TORDIYO)
EMIGRANTES
(1905) |
Se podría decir que
musicalmente es obra coral con solistas,
al estilo de orfeón más que de coro lírico. Los personajes femeninos,
prácticamente, no tienen partitura. En el original Tordiyo era interpretado
por una tiple, Rosa Montesinos. Se
recurre a una mujer para poder encarnar mejor al “chico adolescente” que pide el libreto. En la versión de la
Ópera Cómica Tordiyo lo interpreta Juan
Manuel Cifuentes, tenor. Él, también, interpretará el Adiós Granada – imagino, en el original, cantado por un solista en el grupo de andaluces -,
canción que se ha mantenido como aislada en el repertorio de varios cantantes,
entre ellos el que la hizo más famosa fue Tito
Schipa (*). En esta ocasión Juan
Manuel Cifuentes puede exhibir su voz de tenor, alejándola del tenor cómico
de otras interpretaciones.
Toda la
partitura se oye con agrado y se mantiene bien en el tono nostálgico sin caer en lo sensiblero.
|
ELLIER MUÑOZ
EMIGRANTES
FOTO: SOFÍA MENÉNDEZ |
Al descorrerse las
cortinas, la escenografía del barco produce una agradable impresión y un buen
efecto. La barandilla del trasatlántico corre paralela a la batería, frente a
los espectadores. De fondo una pared con ojos de buey y las puertas que dan
entrada al interior del barco. El agua reverbera sobre los rostros. Una buena
solución escénica que, a medida que avanza la obra tiene sus inconvenientes. Es
explicable esta disposición escénica, pues oculta el decorado de la otra obra:
La Señora Capitana.
Pero esto le lleva a una artificiosidad dramática.
Imagino que en el original es la cubierta del barco y por ella desparramados, sentados, los diversos grupos de las regiones. Sus canciones corales y de
solista evocando su patria chica se van alternando a lo largo de la obra.
Surgen casi sin darnos cuenta. En la versión de Francisco Matilla la irrupción de dichos cantos sufren en cuanto a
su interrupción dramática. Dado el espacio reducido de fondo, el coro y su
solista salen y entran en escena en el momento de su intervención, lo cual
dramáticamente resulta forzado y un tanto convencional. Se comprende por la
dificultad de espacio, pero creo que habría que replantearse este aspecto.
LA SEÑORA CAPITANA,
UN
JUGOSO DIVERTIMENTO
Cuando tras el descanso
volvemos a
La Señora Capitana (21 de marzo de 1900), el sesgo es totalmente diverso. Volvemos a la comicidad
del sainete. El libreto de Jackson Veyan – juguete-lírico lo llamó el propio autor - es una sencilla trama que recuerda,
salvando las diferencias, a El Sí de las
niñas - niña casadera
obligada por la madre a un matrimonio de aparentes posibles – y que entronca
con toda la tradición de comedias del Siglo de Oro Español, salvando,
también, las diferencias. Importa menos la historia, ya que se barrunta el
final, cuanto la
crítica y comicidad de los tipos. Como es muy propio del teatro
clásico español de comedia, la mujer sale mejor parada que el hombre.
Este resulta un mequetrefe.
El marido de
la Capitana (Nicolasa),
una mujer pícara y de gran carácter, es un sumiso y atemorizado teniente. El
general Napoleón no va mucho más allá, dejando que las lides prenupciales
de su hija las negocie su mujer Doña Josefina, más ladina de
lo que aparece, rendida al mundo del trepar dignidades y riquezas y aparentar
lo que no es. Incluso el verdadero novio, el teniente Lobo, no va
mucho más lejos que el resto de los de su género. En cambio Delfina, su novia, es capaz de
enfrentarse a todo contra viento y marea.
Hay otro personaje trazado según los esquemas del petimetre del s.
XVIII: un falso vizconde, cuyo boato externo de pacotilla, encandila a Doña
Josefina. En medio de toda esta tribu se bandea Rubiales, el asistente
del teniente
Lobo, cuya torpeza y simplicidad viene a ser como el destino que pone a
cada uno en su sitio.
Si hay que hablar de
protagonistas, tanto actoralmente como musicalmente, lo son
la Capitana (Lola Casariego) y Rubiales (Juan Manuel Cifuentes). Se apropian de
casi todos los números musicales – no muchos en conjunto en toda la obra -, los
cuales están escritos con gracejo, muy al estilo de los duetos cómicos y sin
grandes complicaciones vocales. Los pentagramas de la partitura de Barrera y Quinito Valverde deambulan por la música fácil y pegadiza.
Tanto Lola Casariego como Juan Manuel Cifuentes brillan con gracia.
Personalmente me ha llamado la atención la comicidad y buen hacer de Lola Casariego, a la que solamente
había
escuchado, que yo recuerde, en papeles teñidos de
dramatismo. Ella rompe esos clichés que muchas veces se establecen en los
actores. Juan Manuel Cifuentes desborda
en comicidad y no parece el Tordiyo de Emigrantes. Es otro rompedor de
clichés.
Carlos
Cuesta dirige con buen pulso a una joven orquesta que cumple bien su
cometido.
El público se emocionó con Emigrantes y se regocijó con
La
Señora Capitana. La
primera logró un atento silencio
entre el público y la segunda desató el divrtimento. En ambas piezas la interpretación ajustada en todos fue convincente.
Los aplausos reafirmaron a Juan Manuel
Cifuentes y a Lola Casariego como protagonistas.
Al salir me sorprendió el comentario de una pareja joven: “Sales esponjado”.
(*) Discos:78 rpm (revoluciones por minuto)
Solista: Tito Schipa,
La Voz
de su amo DA 834 (et. Roja), A
25107
A 26108 (ed.
Casete nº 431)
Solista: Miguel Fleta,
La Voz
de su amo DB 874
Dir. Pascual Marquina/ Solista: Sr. Gandía, Adriana Soler, Gramophone 53136-262043
(et. Verde), 6432-15971
Dir. Rafael Calleja/ Solista: Sr. Gandía, Gramophone V52367 (et.
Verde), 5263 |
|