LA BODA Y EL BAILE DE LUIS ALONSO
LIMPIEZA NARRATIVA Y ESCENICA
CON LOS BAILES COMOPROTAGONISTAS
Título: La boda y El baile de Luis Alonso
Autor del libreto: Javier de Burgos
Música: Gerónimo Giménez
Ediciones críticas: Javier de Burgos y Xavier de Paz (ediciones
Iberautor, promociones Culturales SRL/Instituto Complutense de
Ciencias Musicales, 2005)
Estructura dramtúrgica: Santiago Sánchez
Escenografía: Dino Ibáñez
Figurines: Sue Plummer
Iluminación: Rafael Mojas y Félix Garma
Coreografía: Miguel Ángel Berna
Asesora de Dicción: Concha Doñaque
Coordinación del Café Cantante: Yayo Cáceres
Cuplet del Carnaval de Cádiz: Eduardo Bablé
Ayudante de Dirección: Amparo Pascual
Ayudante de Vestuario: Elena Sánchez Canales
Ayudante de Coreografía: Pepa Sanz
Realización de Escenografía:
Talleres Pascualín S.L. y Carrocerías Esteva (Estructuras
Metálicas),
Lluís Guardans (Telones), Jordi Castells (Acabados de Pinturas y
Textiles)
Edu Borja (Realización de Marionetas) Vicente Luna (Esculturas
Artísticas)
Realización de Vestuario: Sastrería Cornejo S.A.
Tocados: Salvador Mateu
Calzado: Maty y Antonio Hidalgo
Postizos: Antoñita Ruiz
Atrezo: Hijos de Jesús Mateos
Producción: Teatro de la Zarzuela, 2006
Intérpretes: Luis Álvarez (Luis Alonso), María
Maciá (María Jesús), Tony River (Tinoco), Leticia
Rodríguez (Juana), Tony Cruz (Paco), Trinidad Iglesias
(Doña Manuela), Antonio Torres (Miguelito), Sandro
Cordero (Tarugo), Cristina
Bernal (MOMA), Martina Bueno (Quica), Alfonso Vallejo (Chano),
Eva Diago (Picúa), Pedro García de las Heras (El Marqués), José
Carlos Gómez (Gabrié), José Luis Gago (Tío Cachipuchi), Silvia
Martí (Pilili), Paloma Curros, Carmen Gaviria, Paloma Suárez y
María Eugenia MartÍnez (Amigas de Pilili)
Cuadro Flamenco:
Cantaoras: Rosario «La Tremendita» y Johana Jiménez
Al Toque: Paco Cruz
A las Palmas: Pedro Jiménez
Actores de Reparto: Yayo Cáceres (Coordinador de Orquestina),
Claudia Coelho, Gorsy Edú, David Fernández, Amancay Gaztañaga,
Sergio Gayol, Carlos Lorenzo, Patricia Martínez, Carles
Montoliu, José Juan Rodríguez, Paloma Rojas y Rita Siriaka
Bailarines Solistas: Primitivo Daza y Cristina de Vega
Bailarines: Francisco Alcántara, Paloma Ariza, Carlos EIgueta,
Belén Esteban, OIga López, Eva Pedraza, Antonio Perea,
Inmaculada Sánchez, Raquel Tamariz y Charo Torres
Orquesta de la Comunidad de Madrid Titular del Teatro de La
Zarzuela
Coro del Teatro de La Zarzuela
Dirección del Coro: Antonio Fauró
Dirección Musical: Miguel Roa
Dirección de Escena: Santiago Sánchez
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela,
23 – VI - 2006. |



FOTOS: JESÚS ALCÁNTARA

CHANO LOBATO
CANTAOR-CONTAOR |
El Teatro de la Zarzuela, en estos últimos años, se preocupa del
género chico. Siempre recurre en temporada a algunos títulos. El
problema del género chico es su duración. El público actual está
acostumbrado a espectáculos que duren más de una hora, a pesar
de que en la actualidad trabaja más o se ocupa en más cosas que
el público de finales del siglo XIX, época en la que se inventó
el teatro por horas, a base de obras breves musicadas las cuales
se conocerían como género chico.
Si la obra dura una horita ¿que se hace con el resto? En la
década de los treinta, cuarenta y cincuenta del s. XX se impuso
el montar dos obras. En la Barcelona de los años cincuenta en
uno de los teatros – si la memoria no me falla era el teatro
Calderón - se impuso la moda de ofrecer zarzuela durante cuatro
horas. El programa lo conformaban o cuatro obras del género
chico, o una zarzuela grande y dos del género chico o bien dos
zarzuelas grandes. Se entraba hacia las cinco de la tarde y se
salía rayando las diez. Y así íbamos circulando.

FOTO: JESÚS ALCÁNTARA |
Pero en esta época más exigente artísticamente y
literariamente, la fórmula de las dos obras cortas no
parecía oportuno. Se prestaba a las odiosas
comparaciones entre una y otra, si eran de distintos
compositores. En esta misma temporada al retomar La
Verbena de la Paloma en el Teatro de la Zarzuela, se
evitó el presentarla junto a otra y se alargó con un
prólogo y así conseguimos rellenar el tiempo que el
espectador pide. Esto de los prólogos es una solución,
si engarzan bien en todo el conjunto. Hay quienes abogan
a instaurar el teatro por horas. Fórmula no tan fácil
tanto por horarios, como por cambios escénicos que
actualmente son más complejos. |
Toda esta perorata viene a cuento con La Boda de Luis Alonso
y El Baile de Luis Alonso, porque Gerónimo Giménez
y su libretista Javier de Burgos nos lo ponen más fácil.
Escrita primero El baile (1896) y después La boda
(1897), las dos tienen como trama las vicisitudes de Luis
Alonso, su mujer María Jesús y el
Cadiz humano que merodea junto a su casa y a su estudio
de baile. Toda la problemática anterior está resuelta. Se pueden
montar las dos obras juntas. Mismo libretista y mismo
compositor. Las odiosas comparaciones no surgen. Mismos
personajes y mismo ambiente proporcionan una unidad, hasta el
punto de que si no conociéramos que en su composición y estreno
hay un año de diferencia podría pensarse que se trata de una
sola obra con un primer acto y un segundo acto. De hecho he
podido comprobar que los espectadores ajenos al mundo de la
zarzuela, cuando la han visto han pensado que se trataba de una
única obra.
La versión que se nos ofrece ordena las dos obras según la
cronología de la historia – Boda y Baile – y no
según fueron concebidas. Podrían haberse ordenado a la inversa y
entonces La Boda aparecería como un Flash back (un
recuerdo o vuelta atrás en el tiempo), pero tampoco era
necesario tal sofistificación. Se ha preferido un montaje lineal
en el tiempo.
En la puesta en escena se ha ido más lejos. Quiere ser un
homenaje a Cádiz. También a José Tamayo que fue el último
que montó las dos obras conjuntas con un libreto revisado por el
escritor gaditano José María Pemán, en 1960 y en este
mismo Teatro de la Zarzuela. El homenaje a Tamayo lo
sabemos porque se menciona en la información que se ofrece al
espectador y porque una de los palcos de platea de la Zarzuela
está dedicada a él.
El de Cádiz – su ambiente, sus costumbres, sus cantes y
sus tipos – se logra acudiendo escénicamente a un
prólogo y a un epílogo, plasmados en un Café-Cantante y
en la Caleta gaditana respectivamente. Allí, cómo no,
tienen lugar unas ”chirigotas”
(Dicho o palabras de zumba o
chanza, Diccionario de la Lengua Española,
Real Academia Española). |

CHIRIGOTAS EN LA CALETA
FOTO: JESÚS ALÁNTARA |
Así pues, La Boda y El Baile es la historia de un
tal Luis Alonso - ¿verdad o ficción? - que nos cuenta un
cantaor-contaor en el Café Cantante de los años veinte.
Esto da pie a que cuando se entra en el patio de butacas, el
café cantante está en marcha con sus espectáculos de variedades:
el cuplé, el tango, la canción de moda, la canción española, el
flamenco, el baile improvisado… Y al llegar la hora de comienzo
de la función el cantaor-contaor evoca al tal Luis
Alonso y varios de los personajes del café cantante,
serán los intérpretes de las obras evocadas.
Es un acierto la dramaturgia ideada por Santiago Sánchez.
La unidad temática de las dos obras la proporcionan los propios
autores. La línea legendaria-histórica de Luis Alonso -
¿verdad o mentira? – la da el cantaor-contaor al provenir
el cuento de su propia boca y con el Café Cantante se crea el
ambiente gaditano de los años veinte.
El libreto es un pasatiempo gracioso, cuya historia de La
Boda y después El baile, vienen a ser una excusa para
un análisis irónico de las costumbres y sociedad de una época,
con ramificaciones hacia la nuestra: el rendibú que Luis
y su mujer María Jesús tienen para con los nobles
y adinerados con tal de que negocio prospere; el sarao de
entonces prolongado hoy en las fiestas sociales y la
alcahuetería de tórridas y torpes citas amorosas.
Uno de los personajes más curiosos es el de María Jesús
– novia primero y esposa después de Luis Alonso.
Es difícil encasillarla. Novia de Gabrié, se duda
de la sinceridad de tal noviazgo al preferir la seguridad
económica y de prestigio de Luis Alonso, un
sesentón. Mujer, ya, de Luis Alonso no le hace
ascos al requerimiento de Tinoco, cuando le coloca
ante los ojos unos “zarcillos” (pendientes). Tampoco tiene
empacho de ejercer de Celestina y semivender a su amiga
Pilili al Marqués con tal de estar a bien
con la gente principal. Vamos, que el personaje es todo un
dechado de virtudes.

MARIA MACIÁ
LUIS ÁLVAREZ |
De las dos obras, la que tiene más entidad narrativa es
La Boda. El Baile casi viene a ser una
disculpa, amén de cuadro de costumbres, para entrelazar
diversas danzas. No es extraño que el texto primero de
El Baile, sin música, pidiese a gritos la versión
musical. Tampoco es extraño que, musicalmente, en el
repertorio se recordase más el Intermedio de
La Boda y el Vito de El Baile, pues
poseen un gran atractivo y fuerza. La brillantez de
estos números hizo olvidar, injustamente, otros como son
los diversos bailes de salón, también de una buena
factura orquestal.
La parte cantada tiene más importancia en la dos
sopranos, María Jesús (María Maciá)
y Juana (Leticia Rodríguez),
que en el personaje de Luis Alonso (Luis
Álvarez). De hecho se construyó para un
actor-cantante como era Julián Romea. Ambas sopranos no
solamente cumplen bien con su parte vocal, sino que
interpretativamente resultan muy convincentes.
|
Luis Álvarez es la primera vez que interpreta Luis
Alonso, pero no es la primera vez que aborda un
personaje de figurón – más claro en La boda. Ya lo había
hecho en Jugar con Fuego de Barbieri,
interpretando al marqués de Caravaca. Posee una
austera vis cómica, que en esta ocasión le viene al pelo a su
personaje. Su propia tesitura de barítono va más allá de lo que
le exige Luis Alonso.
Si los cantantes líricos proyectan su voz con generosidad, como
es obligado en la lírica europea que no gusta de la electrónica,
no sucede lo mismo con las cantaoras del Café Cantante. Al no
utilizar micrófono su cante llega bajo de volumen, no de
calidad. Este ha sido uno de los inconvenientes que ha tenido el
flamenco al subir al gran escenario. Lo que para un tablado
basta y sobra en lo que se refiere al volumen de voz, necesita
de la electrónica cuando el tablao se encarama al gran espacio.
No se entiende por qué no se ha recurrido al milagroso
micrófono.
Un tema importante son los bailes, hasta el punto de que
el recuerdo que queda de esta versión es el estar
inundado de danza. Las coreografías de Miguel Ángel
Berna fluyen con gracia y se ponen al servicio de la
dramaturgia y de la partitura. Acertada la discreción de
la coreografía que ilustra el intermedio, dándole
protagonismo a la parte orquestal. Aunque hay bailarines
para la parte más especializada - Intermedio, el
Vito y los bailes de salón (minueto,
mazurca (llamada varsoviana por Luis Alonso),
chotis, lanceros que es muy semejante a la cuadrilla,
bolero -, se ha conseguido que no se denunciara los
diversos estamentos: bailarines por lado y cantantes o
intérpretes por otro. Todos forman un conjunto musical
bien estructurado. |

TONY RIVER
LETICIA RODRÍGUEZ |
La clave interpretativa recurre, discretamente, al mundo del
guiñol y creo que pueden verse ciertos apuntes al teatro
lorquiano de este género. No solamente porque el coche de
caballos y los toros y toreros (marionetas primero y figuras de
tamaño natural después) acuden al cartón, sino que todos los
personajes poseen ese encanto que proporciona el mundo de los
marionetas, sin perder cierto realismo poético.
Un bello vestuario, inspirado en el tardío romanticismo inglés,
proporciona una bella pincelada de época.
Las dos obras trascurren con una gran limpieza de narración y de
movimiento escénico, sin embargo – no se entiende por qué – el
desenlace entre la Pilili y el Marqués,
resulta un tanto farragoso. La acción dramática y escénica se
precipitan con cierta confusión.
 |