Ignacio
Amestoy
Ederra/Cierra bien a puerta
Edicón: Eduardo Pérez Rasilla
Ediciones Cátedra.
Lecturas Hispánicas
(Grupo Anaya, S.A.)
1ª Edición
Madrid, 2005 pp. 307
ISBN: 84-376-22247 |
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La obra literario-dramática de Ignacio Amestoy (Bilbao, 1947) ha
celebrado ya sus bodas de plata. El dramaturgo, como sucede con
otros colegas de su generación, alternó sus estudios
universitarios con una dedicación vocacional a los escenarios,
que se canalizó a través de medios como el Teatro Universitario
e Independiente, o los espacios dramáticos de televisión. En
estos ámbitos desempeñó oficios diversos: actor, director de
escena, regidor, gestor, etc., que le permitieron adquirir un
conocimiento preciso y realista del hecho teatral. Paralelamente
adquirió una formación escénica de la mano de maestros como
William Layton y Miguel Narros, y también de algunos de sus
colaboradores, como Ricardo Doménech o Maruja López.
Amestoy ha mantenido siempre, hacia ellos y hacia los grupos e
iniciativas que gestaron, una relación de fidelidad, que le ha
llevado a rendirles diversos homenajes literarios y teatrales,
aunque su obra no necesariamente se circunscribe a los
presupuestos estéticos del laboratorio de Layton. Su espíritu de
iniciativa y su curiosidad intelectual le han empujado
posteriormente a asomarse a tareas profesionales diversas, entre
las que el periodismo, la gestión cultural o la docencia han
compartido la mayor parte de su tiempo y de su entusiasmo con la
escritura dramática, el ensayo, la lectura, o la participación
como espectador de teatro y de tantos otros eventos culturales.
La intertextualidad, la metateatralidad y el tono marcadamente
intelectual de sus trabajos son rasgos que perciben pronto los
lectores y los espectadores de la obra de Amestoy.
LAS DOS OBRAS QUE AQUÍ SE EDITAN
En el presente volumen se editan dos de las obras más
representativas de Amestoy: Ederra y Cierra bien la puerta. Las
dos delimitan una gran etapa de su teatro.
Con Ederra, Amestoy obtuvo por vez primera el premio Lope de
Vega e iniciaba propiamente su carrera como autor dramático. Con
Cierra bien la puerta ha obtenido el Premio Nacional de
Literatura Dramática, lo que, en cierto modo, constituye una
plenitud en su carrera como escritor para el teatro. Y, acaso
para apurar los paralelismos, en el año en el que se exhibía
Cierra bien la puerta, 2001, Amestoy obtenía por
segunda vez el
Premio Lope de Vega con Chocolate para desayunar, como ya se ha
dicho.
Se trata de dos textos muy diferentes, pero entre los que no
faltan tampoco las coincidencias. En el caso de Ederra nos
encontramos ante una tragedia, poderosamente ritualizada, aunque
no están ausentes las referencias espacio temporales
localizables. Cierra bien la puerta entra dentro del territorio
de la comedia dramática y sus coordenadas espacio temporales,
sus personajes, su lenguaje y otros aspectos se acercan más a
las formas de teatro realista o a los procedimientos miméticos,
si bien reelaborados y hasta negados en ocasiones. El relativo
hermetismo de Ederra es sustituido por el lenguaje directo y
franco de Cierra bien la puerta, una obra destinada a un público
mayoritario. Ederra toma como punto de partida un ambiente
realista y reconocible, pero su posterior derivación ritual
conduce la historia hacia el territorio del mito y de la
tragedia. Por el contrario, Cierra bien la puerta, aunque no
renuncia del todo a hacerse eco de mitos clásicos o a admitir
elementos de significación simbólica, escoge decididamente el
camino de lo cotidiano, tal como el dramaturgo ha procurado
hacer en algunas de sus últimas obras y de acuerdo con un
criterio de acercamiento a un público amplio sin renunciar a la
calidad. Lo mimético gana terreno en detrimento de lo ritual,
sin que se prescinda por completo de lo segundo. Pero en los dos
casos domina una similar percepción metafísica de la realidad,
vigorosa y sugestiva, que caracteriza el quehacer del dramaturgo
a lo largo de toda su trayectoria, como hemos tratado de
explicar en las páginas precedentes. Esta percepción tiene mucho
que ver con el pensamiento existencialista y con la
irrenunciable noción de compromiso con la realidad.
Y en los dos textos predomina un singular cuidado por el estilo.
Amestoy opta por una escritura contundente y precisa, poderosa y
limpia, hermosa y exacta, lírica e incisiva. En ambas advertimos
también la conciencia de que se escribe para el actor, para el
escenario y para el público. Su literatura es, estrictamente,
dramática. No debe olvidarse tampoco que las dos historias
transcurren en un ámbito familiar en el que las relaciones son
extrañamente intensas y, a la postre, agresivas. Y, desde luego,
siempre conflictivas y problemáticas. Pero esta intensidad y
esta turbulencia de las relaciones en el ámbito de la propia
familia parece un rasgo recurrente en casi toda la escritura de
Amestoy y proporciona uno de los aspectos más significativos de
su obra.
Por último, y sin ánimo de agotar las relaciones entre los
textos, ha de insistirse en el predominio, en ambos, de la mujer
como personaje. En Cierra bien la puerta todos los personajes
son femeninos. En Ederra nos encontramos ante tres mujeres
frente a un varón. A lo largo de las páginas precedentes se ha
insistido en la importancia que para Amestoy tiene la mujer en
el mundo contemporáneo, hasta el punto de que ejerce sobre él
una suerte de fascinación. La lectura de estas dos obras
proporciona suficientes argumentos para demostrarlo.
Eduardo Pérez – Rasilla
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