ENTREVISTA A
FEDERICO GARCIA LORCA
"El sentido moral de todas
las revoluciones,
el verdadero sentido de la vida,
es trabajar para los que vienen detrás"
(Federico García Lorca) |

AFGANO INVISIBLE CON APARICIÓN SOBRE PLAYA DEL ROSTRO DE GARCÍA
LORCA EN FORMA DE FRUTERO CON TRES HIGOS, 1938 (FRAGMENTO). DALÍ |
Todas las respuestas son reales y están extraídas de distintos
textos, conferencias y declaraciones periodísticas.
Se ha pretendido plasmar sus ideas de esta manera para mostrar,
al mismo tiempo, su cariz personal y su manera de ser y estar en
el mundo.
Hubiera sido fantástico haberle entrevistado, pero ahí están sus
palabras, llenas de vida y esperanza. (Alexis Fernández) |
Esta entrevista ha sido redacta por Alexis Fernández,
responsable de Prensa del teatro la Abadía
y publicada en el dossier de Prensa. |
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Su amigo y compañero de La Barraca, Luis Sáenz de la Calzada,
decía de él que no era posible explicar por qué movía a los
personajes como lo hacía, de dónde sacaba sus canciones, que
eran las adecuadas, y cómo imprimía a la escena una movilidad
perfecta que hacía que el público prorrumpiese siempre en
incontenibles aplausos. |
"No puedo saber, creo que
nadie puede saber todavía, en qué resortes mentales,
en qué mecanismos del sistema nervioso se encuentra,
como agazapada, la cualidad plástico-teatral que en
Federico alcanzó tan altas cúspides", confirmaba.
Lo cierto es que, entre esas tierras tristes,
"que tan tristes
tienen el alma", entre el
"dolor de huecos por el aire sin
gente", el poeta, el pintor, el dramaturgo, el hombre, mira su
propio ser por dentro, acurrucado en su yo de
"hombre
mediterráneo soñoliento y guerrillero", y habla como un
visionario, esperanzado y lleno de deseos de vida:
"Yo vivo de
prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.
Lo que más me importa es vivir". |
Parece que sus versos reflejan una sensibilidad social cada vez
mayor que amplifica el alcance de su voz poética, quiero decir
en la medida en que no se alimenta de los postulados
social-realistas, sino que los trasciende.
- Sí, ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería
cruel si no fuera afortunadamente cursi. Ningún hombre verdadero
cree ya esa zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En
este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír
con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse hasta
la cintura en el fango para ayudar a los que buscan azucenas.
Por eso tal vez usted ha dicho muchas veces que la condición del
artista es la de ser observador de la vida. Pero parece que hay
algo más y que usted es una de esas personas que nunca tira la
toalla.
- El artista no
puede permanecer insensible a la cuestión
social. No es en absoluto algo que diga yo ahora
porque sí. Observando sólo de la manera más
superficial uno llega a comprender el alcance de
todo el drama social de hoy, ante el cual nadie
que sienta el menor sentimiento de solidaridad
humana puede ser insensible. Me parece absurdo
que el arte pueda desligarse de la vida social,
cuando no es otra cosa que la interpretación de
una fase de la vida por parte de un temperamento
sensible.
Y ahora en la práctica, ¿qué hace usted como poeta y artista
ante la realidad social? |
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- Ante la realidad social el poeta debe apasionarse. No puede
permanecer impasible de ninguna manera. El poeta no puede cerrar
los ojos ante los hombres que sufren, ante la tragedia espantosa
del hombre oprimido. El poeta debe sentirlo y comprenderlo, y
ayudar en la medida de sus posibilidades en la conquista de un
mundo más justo y más humano.
De ahí ese agudo sentimiento de solidaridad con los desposeídos
y humillados de este mundo que late en su obra.
- En este mundo yo siempre soy y seré partidario de los pobres.
Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la
tranquilidad de la nada se les niega.
Pobreza en todos los sentidos, porque no sólo de pan vive el
hombre.
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- Yo
ataco violentamente a los que solamente
hablan de reivindicaciones económicas
sin nombrar jamás las reivindicaciones
culturales. Bien está que todos los
hombres coman... Pero que todos los
hombres sepan. Que gocen de todos los
frutos del espíritu humano, porque lo
contrario es convertirlos en máquinas al
servicio del Estado, es convertirlos en
esclavos de una terrible organización
social. Yo tengo más lástima de un
hor,nbre que quiere saber y no puede,
que de un hambriento. Porque un
hambriénto puede calmar su hambre
fácilmente con un pedazo de pan o con
unas frutas, pero un hombre que tiene
ansia de saber y no tiene medios, sufre
una terrible agonía.
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¿Y cómo hacer, entonces, una revolución cultural?
- El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos.
Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa.
Explíqueme eso.
- Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla del río. Uno
es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro
pone sucio al aire con sus bostezos. Y el rico dice: "iOh, qué
barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio
que florece en la orilla". Y el pobre reza: "Tengo hambre, no
veo nada. Tengo hambre, mucha hambre". Natural. El día que el
hombre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión
espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad. Nunca
jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el
día de la Gran Revolución.
Me está usted hablando casi como un socialista en estado puro.
-
Eso parece, pero el artista, y particularmente el poeta, es
siempre anarquista, sin que sepa escuchar otras voces que las
que afluyen dentro de sí mismo; tres fuertes voces: la voz de la
muerte, con todos sus presagios; la voz del amor y la voz del
arte.
¿Por eso quizá hace teatro?
-
Sí, para comunicarme con los
demás. Al teatro consagro toda
mi sensibilidad.
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GRUPO DE LA BARRACA |
Es sabida su admiración por los clásicos. ¿Se puede decir que su
teatro tiene reminiscencias barrocas?
- La raíz de mi teatro es calderoniana: teatro de magia. Entre
mis ecos han notado la huella de Lope, pero se les ha escapado
la sombra de Quevedo en mi amargura. Yo soy un poeta telúrico,
un hombre agarrado a la tierra, que toda creación la saca de su
manantial.
Le haré esa pregunta recurrente que se le hace a todos los
dramaturgos y directores de teatro, pero cuya respuesta no deja
de tener interés para el público. ¿Está en crisis el teatro?

UGARTE y LORCA (LA BARRACA) |
-
Cuando me hablan de la
decadencia del teatro yo
pienso en los jóvenes
autores dramáticos que por
culpa de la organización
actual de la escena dejan su
mundo de sueño y hacen otra
cosa, cansados de lucha.
Cuando me hablan de la
decadencia del teatro, yo
pienso en los millones de
hombres que esperan en los
campos y en los arrabales de
las ciudades ver con sus
ojos nuevos de asombro el
idilio con ruiseñor de
Romeo y Julieta, la
panza llena de vino de
Falstaff o el lamento de
nuestro Segismundo
luchando cara a cara con el
cielo. No creo en la
decadencia del teatro, como
no creo en la decadencia de
la pintura ni en la
decadencia de la música. No
hay decadencia, porque la
decadencia es un comienzo de
agonía y un presagio de
muerte.
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¿Y cómo potenciar el teatro?
-
El teatro ha perdido su autoridad, porque día tras día se ha
producido un gran desequilibrio entre arte y negocio, y si sigue
así y nosotros dejamos que siga así, conseguiremos que las
nuevas generaciones pierdan la fe y, por tanto, el manantial
precioso de la vocación. El gran público va al teatro a ver su
vida y sus problemas. Fíjese si puede orientar a las masas por
medio del teatro. Si el autor se adapta al tipo medio de
mentalidad que predomina, y llega a hacer comprender claramente
sus ideas a través de la obra, entonces, además del éxito que
alcanza, que yo creo que es subjetivo, realiza la gran tarea de
conseguir la verdadera misión del teatro educar a las
multitudes.
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LORCA, M. XIRGU,
RIVAS CHERIF |
Sin embargo, parece que el teatro en este país aún no acaba de
atraer a las multitudes ni de ser considerado como un arte que
hay que fomentar...
- Un pueblo que no fomenta su teatro si no está muerto, está
moribundo, como el teatro que no recoge el latido social, el
latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de
su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene
derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer
esa horrible cosa que se llama matar el tiempo.
Un arte, pues, en el que nunca hay que quedarse satisfecho.
 |
-
Ni quieto. Hay que tener
el coraje de romperse la
cabeza contra las cosas
y contra la vida... El
cabezazo... Después
veremos qué pasa ... Ya
veremos dónde está el
camino. Algo que también
es primordial es
respetar los propios
instintos. El día que
uno deja de luchar
contra sus instintos,
ese día ha aprendido a
vivir. Yo sé que la
verdad no la tiene el
que dice "hoy, hoy, hoy"
comiendo su pan junto a
la lumbre, sino el que
serenamente mira a lo
lejos la primera luz en
la alborada del campo.
Yo sé que no tiene razón
el que dice "ahora
mismo, ahora, ahora" con
los ojos puestos en las
pequeñas fauces de la
taquilla, sino el que
dice "mañana, mañana,
mañana" y siente llegar
la nueva vida que se
cierne sobre el mundo.
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¿Y cómo se afronta esa insatisfacción con el éxito?
-
Nunca me satisfacen los éxitos. Suelen ser casi siempre
halagos momentáneos de la suerte, que pueden obedecer a motivos
extraños al valor intrínseco de la obra dada. Muchos hombres
gloriosos que dejaron grandes obras para la Humanidad no
conocieron durante sus vidas las lisonjas del éxito; en cambio,
abundan los personajes que pasaron y pasan por este mundo
saltando y bailando entre fiestas de éxitos y cuyas obras bajan
a la tumba y al olvido junto con ellos, o antes, tal vez. Yo
preferiría, créame usted, pertenecer a la categoría de los
primeros.
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¿Eso significa que no hace caso a la crítica?
- Ni hago caso, ni las leo. Pero a veces me muestran una, me
dicen que está bien, y entonces lo que hago es pasarle la vista
por encima.
Tampoco le gusta salir a saludar a escena.
- Yo sufro, es una cosa que si pudiera dejaría de hacer. Incluso
siento, entonces, una especie de odio al público. No puedo con
ello:" Eso está bien para aquellos que gustan de una gloria
pasajera. Que aplaudan la obra, pero que dejen tranquilo al
autor.
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Y el autor, ya tranquilo, ¿con qué se va, con qué se queda?
- En el mundo no hay más que vida y muerte y existen millones de
hombres que hablan, viven, miran, comen, pero están muertos. Más
muertos que las piedras y más muertos que los verdaderos muertos
que duermen su sueño bajo la tierra, porque tienen el alma
muerta. Muerta como un molino que no muele, muerta porque no
tiene amor, ni un germen de idea, ni una fe, ni un ansia de
liberación, imprescindible en todos los hombres para poderse
llamar así. Los hombres no trabajamos para nosotros, sino para
los que vienen detrás, y éste es el sentido moral de todas las
revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida.
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