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DANZA EN EL CENTRO CULTURAL
DE LA VILLA DE MADRID
ARENA
EL AUSTERO PATHOS DEL FLAMENCO
COMPAÑÍA ISRAEL GALVÁN |
Título: Arena
Coreografía: Israel Galván.
Guitarra: Alfredo Lagos,
Cante: David Lagos.
Palmas: Bobote y Eléctrico.
Gaita del Gastor: Mercedes Bernal.
Colaboración especial: Diego Carrasco y la banda Los Sones.
Compañía Israel Galván.
Dirección artística: Pedro G. Romero.
Duración: 90 minutos (sin intermedio)
Estreno en Madrid: Centro Cultural de la Villa (Veranos de la
Villa), 20 – VII – 2005. |
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En la XIII Bienal de Flamenco de Sevilla, Israel Galván, con
coreografía de su propia cosecha, estrenaba Arena. Polémica, o
al menos división de opiniones, aunque también éxito. Viendo el
espectáculo ahora en los Veranos de la Villa, se puede explicar
ese desconcierto apuntado por las voces que asistieron al
estreno.
Israel Galván se crió en el ambiente del flamenco de toda la
vida. Imagino, por ello, que de los seis solos – una corrida
tiene seis toros - con nombre de toros: Bailador, Granaino,
Pocapena, Burlero, Playero y Cantinero, se esperaba un conjunto
en el más tradicional flamenco. Y no es así. Tampoco se dedica,
como han hecho otros bailaores o compañías de última hornada, a
impregnar el flamenco de sones que tienden la mano a ritmos
jazzísticos o rockeros y de pasos que se mueven acordes a la
danza contemporánea, en un afán de hacer progresar el ancestral
flamenco y con buenos resultados en muchas ocasiones. Su
discurso va por otros caminos. Es lo que en lingüística se ha
denominado “idiolecto”, es decir un lenguaje totalmente
personal, en el que reduciendo el flamenco a su esencia, lo hace
evolucionar de un modo muy personal con guiños hacia otros
bailarines, no justamente del flamenco, como es el caso de su
hierático primer solo Bailador.
Bailador nos remonta a
La siesta de un Fauno de Nijinski.
Aquella coreografía tratada hieráticamente y en cánones en el
que abunda el perfil y la austeridad de movimientos, es retomada
aquí por Israel. Si allí Nijiski hieratizaba el estilo clásico,
aquí Israel lo hace con el flamenco. Este tratamiento le sirve
para ir dando las diversas composiciones corporales del torero
mediante lo que podrían ser instantáneas estáticas. Tras esta
incursión el baile fluirá más. Y curiosamente, consigue – será
la clave en el resto de sus cinco solos – aunar toro, torero y
sentimiento humano.
Un video (DVD, con ciertas dificultades de reproducción en algún
momento) introduce a cada toro, mediante el jondo lamento –
letras de Bergamín - del cantaor Enrique Morente con el fondo de
los espectadores que asisten a la corrida que nos sugieren, lo
que también es la fiesta: espectáculo, lucro y entusiasmo. Las
diversas clases de espectadores ralentizados en sus movimientos,
crean el fresco humano que rodea a la fiesta.
Los seis toros por los que pasa el baile de
Israel, terminan por
ser un modo de recorrer el itinerar del ser humano en la vida.
De esta forma transforma lo que sería una corrida – seis toros y
a las cinco de la tarde – en una reflexión sobre la vida y la
muerte. Toro y torero pasan por las mismas circunstancias. El
ímpetu del toro contra el burladero, como enclaustrado, se
traslada a la condición humana que a veces se siente encerrada
entre límites o en la misma angustia del torero.
Es inteligente también el uso de los sonidos, siempre sobrios y
expresivos. Destaca por la novedad – al menos para mí – la
Gaita
del Gastor que hace sonar Mercedes Bernal. El sonido recuerda al
de la gaita, pero el instrumento está construido a partir del
cuerno de toro. El atiplado sonido evoca el lamento de toro o
torero.
Otras veces el baile es sobre la palabra de Diego Carrasco,
vestido de rojo sangre, en una recitación arquetípica, en la que
el texto se emite enfatizando lo melódico. Casi al final, y con
los sones que anuncian la muerte, es muy interesante y sugerente
el baile sobre los compases del pasodoble Paquito el Chocolatero
en una versión peculiar. La Banda Los Sones la interpreta con
acusados desafinamientos muy elaborados de tipo expresionista,
con los que se alcanza momentos de gran impacto. A ello se une
la originalidad del baile de los cuchillos, envainados
lateralmente en los zapatos, en el que combina el zapateado con
el hincar el cuchillo sobre el tablao. Amén de la originalidad
del baile, consigue una gran expresividad.
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Arena es un espectáculo muy peculiar e inteligente, tanto a
nivel del baile como a nivel de contenido consiguiendo que la
narración – no argumental estrictamente – termine por ser una
metáfora de la vida humana, además de ser un remolino en el que
se encuentran todos los aspectos de la fiesta de los toros.
Balletísticamente es también una reflexión seria sobre el
flamenco partiendo de su ancestral austeridad – el folklorismo
le ha hecho mucho daño – y al mismo tiempo componiendo nuevos
movimientos y abriendo nuevos caminos al propio flamenco, dentro
del mismo estilo sin tener que recurrir, facilonamente, a otros
mundos espúreos. |
Arena abunda en ese sentimiento de pathos, muy característico
del mundo flamenco. |