LA BAYADERA
EL
COMIENZO DE UNA PROMESA
Título:
La
Bayadera (Ballet
en tres actos)
Música: Ludwig Minkus (arreglo de John
Lanchbery)
Libreto:
Marius
Petipa y Sergei Kuschelok, inspirados en los poemas Sakuntala y La carrera de
arcilla del poeta hindú Kalidasa.
Coreografía: Natalia Romanovna Makarova,
basada en la obra de Marius Petipa.
Estrenado
en el
Teatro Mariinski de San
Petersburgo, el 4 de febrero de 1877
Reposición
de
la Coreografía: Susan Jones y Olga Evreinoff
Escenógrafo: Pier Luigi Samaritani
Vestuario: Theoni V. Aldredge
Supervisión de vestuario: Stella Maris López
Iluminación: José Luís Fiorruccio
Coordinadora
de Producción: Dina
Makarova
Adaptación
de la escenografía y supervisión del montaje en el Teatro Real de Madrid: Diego Videla Gutiérrez
Producción del Teatro Colón de
la Ciudad de Buenos Aires
(Argentina)
Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid)l
Con la
colaboración especial de:
Paloma Herrera
(Bailarina principal del American Ballet Theatre) como Nikiya, Gillian Murphy
(Bailarina principal del American Ballet Theatre)como Gamzatti
Intérpretes:
Ángel Corella (4,6,10)/ Herman Cornejo/ Iain Mackay (7,9) (Solor), Paloma
Herrera (4,6)/ Kazuko Omori (5,10)/ Natalia Tapia (7, 9) (Nikiya), Gillian
Murphy (4,6)/ Adiarys Almeida (5, 10)/ Carmen Corella (7,9) (Gamzatti), Joseph
Gatti (4,5,7)/Kirill Radev (9, 10), Fernando Bufalá (6) (Ídolo de Bronce),
Yerlan Andagulov (Gran Brahamán), Wolfgang Stollwitzer (Rajá Dugmanta), Kirill
Radev
(4,
5, 7)/Joseph Gatti (6, 10)/ Fernando Bufalá (9) (Fakir Magdaveya), Karemia
Moreno (4, 5, 10)/ Neus Expósito (6, 7, 9) (Aya), George Birkatze (4, ,6 7, 9)/ Ion Agirretxe (5, 10) (Amigo de
Solor)
Director
Musical: Philip
Ellis
Director
artístico: Ángel Corella
Duración
aproximada: Acto
I: 58 min./ Pausa: 25 min./ Acto II: 37 min./ Pausa: 25 min./ Acto III: 20 min.
Estreno
en Madrid: Teatro
Real, 4–IX–2008 (la
crítica está escrita sobre la interpretación del
domingo 7 de septiembre) |
FOTOS: JAVIER DEL REAL
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Ángel
Corella se ha subido al potro salvaje de formar una Compañía de Ballet Clásico. Digo subido porque ese potro
lleva deambulando por España desde hace varios años. Todos los
que lo han intentado domarlo, han tenido que soltar las riendas y quienes se
han subido han salido disparados, y no tanto por no ser buenos jinetes, sino
porque es un potro demasiado salvaje y no hay dinero para domarlo. Cuando nos
llegó la noticia de que Ángel cabalgaba
sobre ese potro. La tal noticia sorprendió, pero no tanto por no ser conocida
ya que llevaba años intentándolo, sino porque se presentaba como una
realidad.
Primero en
La Granja de San Idelfonso (Segovia) con un Repertorio y después su anuncio de la
puesta en escena de un ballet completo y difícil como es
La
Bayadera y, lo más sorprendente, en el Teatro Real, muy mirado en esto de
traer compañías de Ballet a su escenario.
Se ha levantado el telón y con satisfacción hemos comprobado que la
recién creada Compañía tiene buenos mimbres. Es una compañía en
toda regla con sus bailarines principales y un suficiente cuerpo de baile.
Después está el propio Ángel como
estrella, aunque no pretende ser protagonista, pues, en su opinión, la protagonista
es la propia Compañía que se denomina Corella Ballet (Castilla y León). Lo de Castilla y León es porque esta Comunidad se ha comprometido a financiarla y darle cobijo como Ballet de su
Comunidad.
Se ha escogido
La Bayadera, un ballet
de gran lucimiento para el cuerpo de baile y por lo tanto con una dificultad
añadida para quien comienza. A fin de paliar las posibles dificultades,
la versión escogida es la de 1984 de Natalia
Romanovna Makarova – antigua estrella del ballet y quien llevó a Corella a Estados Unidos -, que la
baila el American Ballet Theatre y
otras muchas compañías de prestigio. Entre ellas la del Teatro Colón de Buenos Aires, de donde
proceden los decorados y vestuario para el Corella
Ballet.
La versión de
la Makarova
se estructura en tres actos. El último – la destrucción del templo – no se
encuentra en versiones más antiguas. Fundamentalmente está montada sobre las
coreografías de Marius Petipa, con
pequeños retoques.
Argumentalmente se basa en los poemas Sakuntala y La carrera de
arcilla del poeta hindú Kalidasa
y sobre el que se puede tener noticia en esta misma página www.madridteatro.net,
en la sección de información y entrevista. Es una historia de crimen motivada
por el amor de unos y los torpes bajos instintos de otros. Y a esa historia de
crimen,
la Makarova no ha resistido
la tentación de no impartir justicia.
A nivel coreográfico juega con tres grandes estructuras: buena
parte de pantomima, sobre todo en la primera escena; estilizadas danzas con
sabor hindú, y la parte clásica propiamente dicha que desde El lago de los Cisnes se acuñó con el término de los conjuntos blancos. Aquí igual. Esta parte, que abarca todo el
segundo Acto, es el famoso El Reino de
las sombras, el cual se ha presentado como fragmento aislado.
Desde el punto de vista
externo la versión ofrecida posee todo el empaque, en decorados y vestuario, de
una Compañía de categoría. La amplitud del escenario del Real lo hace
posible, como hace posible la rapidez de cambio de las tres escenas del primer acto,
mediante el interludio musical. El resto de los otros dos actos participan de
la misma virtud y es efectista el terremoto del final, al que la apoteósica
música de Minkus ayuda sobremanera. La
cuidada iluminación arropa muy bien los telones pintados de atrevidas y
Grandiosas perspectivas, que son fieles a la trillada escenografía
y estilo decimonónico. Algo similar hay que decir del vestuario, lamentando
únicamente el velo poco favorecedor de Nikiya en la escena III.
Esta parte externa es, por un lado, la más fácil de obtener y, por
otra, la más difícil. Indudablemente hay que tener imaginación, pero es
cuestión de dinero y en el dinero está lo más difícil todavía.
Necesaria esta
plataforma externa y bien resuelta, comienza el gran desafío con un ballet, que
como en El lago de los Cisnes y Giselle necesita un buen cuerpo de
baile, amén de los solistas. Los conjuntos blancos son la piedra de toque y
para obtener una calificación de excelente,
obligan a una perfecta ejecución y una precisión impecable. Juzgo sobre lo presenciado el domingo 7 de septiembre. Ese día no
fue excelente para el fragmento de El Reino de las sombras. La caprichosa y
vistosa salida de las bayaderas en la consabida línea serpenteante estuvo
solamente correcta, con algunas imprecisiones en el alzado de piernas de
algunas bailarinas. El mismo mal aquejó con las sucesivas líneas que van
desarrollándose. El fragmento requiere un sincronismo y una simetría que no
siempre se pudo conseguir. Dicho esto, sí se intuye la posibilidad de un futuro
prometedor, pero, hoy por hoy, falta la seguridad que da un cuerpo de baile muy
consolidado y muy habituado a tales exigencias virtuosistas. También es verdad
que un mal día lo tiene cualquiera.
Algo de esto ya se anunció en las danzas pseudoindias del primer acto en los momentos en que se formaban
las líneas de las bailarinas hindúes. El rigor brillaba por su ausencia. Por
otra parte, éstas son danzas resultan un tanto desabridas y sin mucho aliciente
con un toque de cine holliwoodiense que restallan con los conjuntos blancos y
con el resto de las coreografías de corte más clásico, entre las que destaca
muy brillantemente las de la escena III del Jardín del Palacio.
De tono muy diverso son
los solistas que muestran una gran preparación técnica. El domingo no bailaron
ninguno de los míticos del American
Ballet Theatre: Ángel Corella, Paloma Herrero o Gillian Murphy. No se echaron en falta, puesto que Iain Mackay (Sopor), Natalia Tapia (Nikiya), Adiarys Almeida (Gamzatti), que sustituía
a Carmen Corella debido a un
accidente de rodilla, y Joseph Gatti
(ídolo
de Bronce) cumplieron muy bien su cometido. |
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Adiarys
Almeida resultó de una gran elegancia y precisión creando un atractivo
personaje, que cobra un gran protagonismo en los actos en que interviene,
desdorando el personaje de Nikiya, en dichos actos, la cual
resurge con fuerza y elegancia en El
Reino de las Sombras a través de una elegante, etérea y muy segura Natalia
Tapia.
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Iain Mackay recrea un Sopor elegante y preciso
en sus variaciones y en sus saltos, ejecutados
con gran limpieza. Hay que mencionar la breve intervención de Joseph Gatti en su ídolo de bronce. Fue como la exquisita esencia de un
precioso perfume. Hubo rigor y precisión hierática en todo momento. El público
supo aspirar ese perfume, refrendándolo con sus inmediatos aplausos y con los
aplausos del saludo final.
Cabe destacar el buen hacer de las bailarinas solistas en El Reino de las Sombras, de las cuales,
desgraciadamente, el programa de mano no nos da los nombres.
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Al terminar esta crítica siento como una cierta desazón porque
hubiera deseado que todo hubiese sido perfecto. Por ello, quisiera dejar claro
que nos encontramos ante una nueva Compañía bien estructurada y con un
futuro prometedor a nivel balletístico. Otro problema es su permanencia a nivel
económico que deseo salga adelante. Lo que de momento falta es un rodaje y
adquirir una mayor seguridad, pero eso no parece difícil que lo consigan,
puesto que se construye sobre un sólido basamento.
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