EL LAGO DE LOS CISNES
BELLA Y AGRADABLE VELADA
CON GRAN PODER EVOCADOR
Título: El lago de los cisnes
Libreto: Gediminas Tarandá
Coreografía: Lev Ivanov, Marius Petipá
Adaptación coreográfica: GedminasTarandá
Música: Piotr Chaikovsky
Diseño decorado y vestuario: Andrey
Zlobin, Anna Epatieva
Profesora repetidora: Galina Sbliapina
(Artista de Honor de Rusia, Laureada del Premio Nacional
de Rusia)
Sonido: German
Likbanskiy
Luces: Natalia
Markovicb
Maquillaje: Elena Selskaya
Vestuario: María
Andronovskaya,
Montaje: Nikolay Vasiliev
Administración: Oga
Ovcbinnikova
Logística: Ana Layna
Traductor: Alexander
Soloviov
Producción: Ballet Imperial Ruso
Producción en España: Tatiana Solovieva
Intérpretes: Natalia Trifonova (Reina), Alexander Volkov
(22, 24, 26 19:00h, 27, 29, 31 de julio,
2 a las 19:00h), 3 de agosto)/Nariman Bekzhanov
(23, 25,
26 a
las 22,30h, 30 de julio,
1,2 a
las 22:30 h de agosto)(El Príncipe Sigfrido), Aroslava Araptanova (22, 24,
26 a las 19:00 h, 27, 29, 31
de julio,
1 a
las 19:00H, 3 de agosto)/Maria Sokolnikova (23, 25,
26 a las 22:30h, 30 de julio,
1,2 a las 22,:30h de agosto)
(Odette, cisne blanco), Aroslava Araptanova (22, 24,
26 a las 19:00 h, 27, 29, 31
de julio,
2 a
las 19:00h, 3 de agosto)/ Anna Ivanova (23, 25,
26 a las 22:30h, 30 de julio,
1,2 a las 22:30h e agosto)
(Odile, el cisne negro), Nariman Bekzhanov (22, 24, 26ª las 19:00h, 27,
29, 31 de julio,
2 a
las 19:00 h, 3 de agosto)/ Alexander Volkov (23, 25,
26 a las 22:30h, 30 de julio,
1,2 a las 22:30 de agosto)
(Brujo Rothbart), Yulia Golosina yEkaterina Tikanova (Amigas), Vitautas Tarandá
(Maestro de Ceremonias),Alexander Alikin y Alexey Gerasimov (Bufones),
Cisnes pequeños: Ekaterina Tikanova, Ekaterina Yalakova,
Nadezchda Illarionova, Yulia Golosina
Cisnes grandes: Elena Colesnichenko, Anna Pashkova,
Anastasia Galustova
Novias: Yulia Golosina, Natalia Gubanova, Mayumi Kaneko,
Nadezhda Illarionova
Danza Española: Elena Kolesnichenko, alina Siaileva, Daniel
Kolmin
Danza húngara: Anna Pashkova, Oleg Montoev, Vitaly Zabelin
Danza Napolitana: Ekaterina tikanova, Nikolay Kalabin
Danza polaca: Anastasia Galustova, Anna Gaidysh, Tatiana
Zhikzhitova, Inna Romanota, Antón Ivanchuk, Konstantin Marikin, Igor
Shesterikov
Director del Ballet: Vitautas
Tarandá
Director Artístico del Ballet: Gediminas Tarandá
Estreno
en España:
Teatro Compac Gran Via, 1- VI- 2008
A veces uno se pregunta qué tendrá El lago de los Cisnes, para que no haya perdido un ápice de
popularidad. Mira que han venido Lagos
por Madrid en estos últimos años, y siempre cuenta con un fervoroso
público que llena la velada y disfruta. Pero no solamente en Madrid, sino en toda la geografía mundial. Lo cual
no deja de se irónico este entusiasmo cuando en su primera versión, en el
estreno el 4 de marzo de 1877 en el Teatro Bolshoi de Moscú, resultó un fracaso. La coreografía de aquella premiére era de Wenzel (Julios) Reisinger, un poco conocido coreógrafo austríaco que enseñó en Praga y fue
maestro de danza en
la Escuela
del Bolshoi del 1873 al 1878. La música era de Tchaikovsky, con la peculiaridad de que componía, por vez primera,
para ballet. La motivación de componer, fue porque según su amigo Nikolai Rimsky-Korsakov “necesitaba
dinero, y hacía tiempo que deseaba tratar de componer música de este tipo”,
como reza en una de las cartas.
El
fracaso del estreno, a pesar de que consiguió mantenerse 41 representaciones,
hizo que el compositor no tuviera mayor interés en escribir para la danza hasta
La Bella
durmiente del bosque (1890). El éxito le animó a componer Cascanueces (1892), también con éxito, y
de ambas coreografías Marius Petipá
era el responsable. Ello llevo a los responsables del Teatro Mariinsky
a proponer una versión de El lago en manos
de Petipá y su ayudante Leo Ivanov. Tchaikovsky revisó su música, añadió alguna partitura de
otras obras suyas, pero al morir a causa del cólera el 6 de noviembre de 1893,
se pensó en un homenaje y se presentó la nueva coreografía de los
conjuntos blancos (los cisnes) del I Acto sobre la que había trabajado Ivanov. Fue un éxito. El Teatro Imperial presionó y Petipá se sintió obligado a crear un
nuevo Lago de los Cisnes. Entre él e Ivanov se repartieron el trabajo. Los conjuntos blancos quedaron en
manos de Ivanov y las escenas de palacio en las de Petipá, a partir de un nuevo libreto del hermano de Tchaikovsky: Modest,el cual revisó el original de 1887 y añadió ideas
propias. Ricardo Drigo la orquestó
de nuevo y añadió otras piezas del propio Tchaikovsky.
Desde entonces El lago
tuvo el éxito asegurado en todas las versiones que se han exhibido, con
variantes en el libreto, sobre todo el final – unas veces feliz, y otras
desgraciado -, y en las propias danzas. Variantes que respetan los conjuntos
blancos en sus líneas fundamentales.
El final más común es no poder deshacer el hechizo. Ello les lleva
a los dos enamorados a lanzarse al lago. Este sacrificio por amor hace que Rothbart
– el brujo que hechizado a las chicas en cisnes - muera y el resto de los
cisnes queden liberados de su maleficio. Sobre el lago, los espíritus de Odette
y Sigfrido
vivirán juntos por toda una eternidad.
Gediminas
Tarandá recrea el libreto, aunque las líneas argumentales-madre son las
de la trillada historia. Elimina al amigo del príncipe, que en alguna versión
juega argumentalmente con mayor protagonismo y, en cuanto al final, se decanta
por el final feliz. “El
malvado Rothbart combate con el
príncipe y pierde. Su magia desaparece. Odette
y Sigfrido, rodeados de las amigas
con alegría, reciben los primeros rayos del sol”.
Aunque Gediminas
intenta que la danza sirva para la línea argumental, El Lago se resiste bastante a ello al estar plagada de danza y
mantener los artificiosos convencionalismos de virtuosismos bailables y de los
saludos al público tras cada interpretación, sobre todo de los solistas. Un
ritual muy propio del mundo del ballet clásico y que, sin querer, ya vaticinaba
las técnicas de extrañamiento que rompían la cuarta pared, así como la
línea narrativa.
No sé si Gediminas es
consciente de una serie de simbología que utiliza – lo tiene también el
original -, que ha potenciado de modo especial. En el primer acto, el 21
cumpleaños del príncipe, nos encontramos con un príncipe ingenuo y casi
sin superar la adolescencia. Quiero recordar que en otras versiones, la madre
le ofrece como regalo una saeta. El regalo es lógico, porque será el arma que
despliegue ante los cisnes, en la cacería que sus amigos le ofrecen para
sacarlo de su melancolía.
En la
versión de Gediminas, el tal regalo de
la saeta no cobra protagonismo, sino una espada de que le ofrece el Maestro de Ceremonias. A nivel realista
se puede interpretar esta escena como el ser armado caballero medieval y por lo
tanto traspasar la frontera de la adolescencia y llegar a la madurez. Pero
también, si utilizamos códigos freudianos, la espada representa su madurez
sexual, simbolismo que se completa con la saeta que va a dispararse sobre los
cisnes y en concreto sobre Odette. Tal metáfora la utilizó
explícitamente el cineasta Pier
Paolo
Pasolini
en la película Il fiore delle mille
e una
notte en uno de los cuentos y le sirvió de cartel publicitario. |
IL FIORE DELLE MILLE E UNA NOTTE
PIER PAOLO PASOLINI |
Por otro lado, en esta versión, Sigfrido no va de caza con sus
amigos y descubre los cisnes. En el propio palacio, durante la fiesta, tiene la
visión de los cisnes, curiosamente después de la entrega de la espada, y se
despierta en él la fuerza pasional.
En la tradición Odette, la chica buena, y Odile,
la chica mala, aparentemente son idénticas, hasta el punto de confundir al
atolondrado Sigfrido. Alguna versión ha forzado más esta identificación,
hasta el punto de ser dos anhelos contradictorios en el interior de Sigfrido.
Es más, con frecuencia Odette y Odile, la interpreta la
misma bailarina. Aquí quedan diferenciadas por la intérprete.
Sin embargo parece haber una identificación de otros dos
personajes: el inmaduro emocional Sigfrido y el malvado Rothbart.
En la mayoría de las versiones Rothbart es un brujo con todas las
características plásticas de capa a modo de alas que despliega grandielocuentemente.
En esta versión no es así. En lo que respecta a su primera aparición no dibuja
en el aire esa gestualidad maléfica. Sale de entre cajas y su vestuario, en
negro, es el típico de mallas. Se mantiene tras Sigfrido y repite los
movimientos y saltos que éste realiza. Se trata de una coreografía sincrónica
de ambos bailarines, que también se repetirá hacia el final. Una bella
coreografía en la que resplandece el perfecto sincronismo de ambos bailarines.
Pero si este análisis lo es desde un punto de vista dancístico, desde un punto
de vista narrativo tiene un gran poder de sugerencia: la sincronía de ambos
movimientos puede indicar la posesión y manipulación de Rothbart sobre Sigfrido,
pero también, al subrayar tal sincronismo, la identificación de ambos personajes. Rotbart no es sino el
otro yo, malvado, de Sigfrido, lo cual nos proporciona
una nueva lectura sobre Odette (el cisne blanco) y Odile
(el cisne negro). Sigfrido
se debate entre la pasión oscura y el idealismo amoroso. Rothbart trae a Odile
para el engaño, pero no es sino el propio interior de Sigfrido
quien crea todo ese mundo. Leyendo la fábula con ojos menos fantasiosos, El lago de los cisnes aparece como la
tragedia del ser humano que, en su propio interior, se debate entre el bien y el mal.
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Prescindiendo
de esta interpretación narrativa, la concepción coreográfica de ambos
bailarines en perfecta sincronía es un acierto y es bella. Difícil, eso sí,
para quienes no son duchos en el arte del bailar. En la versión del 30 de julio Nariman Bekzhanov como Sigfrido
y Alexander Volkov como Rothbart
logran un mimetismo perfecto de tal sincronía y una pureza en lo saltos.
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El lago
tiene dos tratamientos balletísticos muy marcados como ya es sabido: las danzas
de la corte muy sueltas de movimientos, de tipo cortesano, y vistosas, y los
conjuntos blancos de corte más encorsetado y virtuosista. Ya en su origen, es
un acierto para marcar los dos mundos: el de la superficie y el del interior.
Al fin y al cabo la vacilación de Sigfrido ante la oferta cortesana es
porque en él ha nacido un mundo interior más rico.
A nivel interpretativo ambas coreografías poseen diversa
dificultad, siendo la prueba de fuego fuerte, a nivel coral, los conjuntos
blancos por la simetría de líneas que aquí, en un escenario más reducido, se
complican. No obstante se saben adecuar bien al espacio, sin que menoscabe su
vistosidad como es la salida serpenteante de los cisnes o las composiciones
lineales de ellos con respecto a los protagonistas. El cuerpo de baile muestra
una gran pericia.
María
Sokolnikova como Odette y Anna Ivanova
como Odile
son dos bailarinas de gran elegancia.
Se potencia dos personajes, los bufones, con protagonismo de la
danza en ciertos momentos que resultan brillantes en Alexander Alikin y Alexey
Gerasimov
Tres bellas escenografías con un tipo de inquietante dibujo en las
líneas, cobra especial originalidad en El
lago, que tiene un gran poder de sugerencia ya que evita el acercamiento a
un mostrenco realismo y más bien nos lleva al serpenteante de unas estilizadas
algas marinas, con sugerencia del fondo del lago. No quiere decir que lo sea,
pero sí evoca un mundo submarino.
Este Lago del Ballet Imperial Ruso es una agradable y
bella velada de gran poder evocador.
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