NOSOTROS, HIJOS DE
EICHMANN
DE TRAGEDIAS HUMANAS
Título:
Nosotros, hijos de Eichmann.
Autor: Günther Anders.
Dirección: Cesar de Vicente Hernando.
Decorado y vestuario: Unidad de producción
Alcores.
Luminotecnia y sonido: Lorena de Vicente y
Santiago Viher.
Música: Paul Dessau, Carl Marie Von Weber,
Mozart y Marin Marais.
Intérprete: Mariano Llorente Grande.
Voces en off: Esther Ortega y Santiago Viher.
Producción: Unidad de Producción Alcores.
Estreno en Madrid: Sala Youkali, 23-IX-2005. |
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En 1960 Adolf Eichmann fue secuestrado en una calle de
Buenos Aires por agentes del MOSAD, trasladado a Israel, juzgado
y condenado a morir en la horca, lo que sucedió en 1962. Había
sido director de la Oficina de Seguridad del Reich, que
se ocupaba de de aplicar la política de “solución final” al
problema judío mediante la creación de los campos de exterminio.
Al concluir la contienda mundial, huyó de Alemania y, tras
recorrer diversos países latinoamericanos, se instaló en la
capital argentina, donde vivió, hasta su captura, bajo nombre
falso.
En
1964, es decir, dos años después de la ejecución del criminal de
guerra nazi, el filosofo judío, nacido en Austria, Günther
Anders publicó una carta abierta dirigida a Klauss, el hijo
de Eichmann, seguida de un apéndice en el que respondía a
unas arrogantes declaraciones que había formulado en defensa de
su padre. Anders, cuyo verdadero apellido era Stern,
había sido alumno de Heidegger y de Adorno y ya en
sus primeros escritos se ocupó de denunciar públicamente el
ascenso del nazismo. La llegada de Hitler al poder, le
llevó a Estados Unidos, donde fue acogido por Marcuse y
ejerció de secretario particular con Bertolt Brecht. Tras
la guerra mundial, el horror del holocausto y la destrucción
causada por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki influyeron
decisivamente en que enarbolara la bandera del pacifismo y
trabajara a favor de la paz mundial. Instalado de nuevo en
Europa, en 1956 escribiría Lo obsoleto del ser humano y,
en 1959, En los límites de la conciencia. En la primera
obra, el autor hace un minucioso recorrido por la vida
cotidiana, fijando su atención en la falta de conformidad entre
el desarrollo tecnológico y el pensamiento individual y social.
En 1986, abandonó el pacifismo para proclamar que el desenfreno
armamentístico, la destrucción del medio ambiente y la perdida
de los valores democráticos legitiman la violencia ciudadana
como única arma capaz de enfrentarse a la del Estado. De esos
años data la continuación de la carta que Anders había
dirigido al hijo de Eichmann, en la cual rebatía los
argumentos con los que éste justificaba la conducta de su padre,
tanto durante su pasado criminal, como en su comportamiento ante
el tribunal que le juzgó.
Estas
cartas son las que Alcores, veterana compañía que cumple
veinte años de vida, los últimos asentada en el barrio de
Vallecas, ha llevado a la escena. Lo que ofrece al espectador es
un discurso en el que queda recogido el pensamiento de su autor
ante acontecimientos que le tocó vivir, como la revolución
industrial, el máximo rendimiento como meta del ser humano, que,
ante el poder de las máquinas, se va convirtiendo en un elemento
caduco por inservible, la acumulación de manufacturas útiles e
inútiles… Escrito denso y de contenidos tan diversos y ricos que
sólo puede ser asimilado en su totalidad mediante su lectura
reposada, algo que el teatro no permite. Aceptada esa
limitación, Cesar de Vicente ha hecho una labor
dramatúrgica rigurosa y de enorme interés, pues, hasta donde era
posible, ha aliviado la aridez de un texto no concebido para la
escena. Lo ha fragmentado, presentándolo dividido en tres actos
y dotándolo de un hilo argumental que enmascara su condición de
ensayo. Ha empleado, por otra parte, abundantes recursos no
verbales, incluyendo numerosas proyecciones. En cuanto a la
acción, se desarrolla tanto en el escenario, como en todos los
rincones de la sala, los cuales son recorridos por su único
protagonista. También él se desdobla. Es, sucesivamente,
técnico, sociólogo, abogado, psicólogo, político y sindicalista.
Mariano Llorente Grande da vida a ese personaje plural.
Hay que alabar el gigantesco esfuerzo que realiza, tanto físico
como mental. Pero más, aún su talento de actor. Su trabajo es
digno de elogio.
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