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Temporada al aire libre
de
El Canto de la Cabra
ÁCAROS
SOLEDADES ENTRELAZADAS |
Título: Ácaros.
Autor: Xavier Puchades.
Escenografía: Martina Botella, Ximo Flores.
Iluminación: Álex Rault.
Intérpretes: Maribel Bravo, Nando Pascual, Miguel Ángel Altet,
Sonia Ortiz.
Dirección: Ximo Flores.
Estreno en Madrid: Sala El Canto de la Cabra, 6 – VII – 2005.
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El viaje astral proporciona la justificación para un entramado
de fragmentos. Fragmentos que componen final - o
provisionalmente - un mosaico de historias personales y
familiares, proteicas y sugerentes, con esa capacidad de
inquietar y con esa dosis de indeterminación argumental que
caracteriza a algunas escuelas de la escritura dramática
contemporánea. La historia, a pesar de su golpe de efecto final,
que explica la equívoca sucesión de fragmentos anterior,
mantiene ciertos niveles de deliberada ambigüedad o sugiere la
posibilidad de intercambiar situaciones inicialmente dispares.
Ácaros es un texto compuesto por el dramaturgo valenciano
Xavier
Puchades, un escritor joven todavía al que avala ya una
producción dramática de interés y en la que se advierten una
notable madurez compositiva y un singular dominio del lenguaje.
En alguno de sus trabajos teóricos, Puchades ha escrito que sus
personajes quieren ser los últimos aventureros de una sociedad
sin aventuras, y, en efecto, los personajes de Ácaros parecen
aspirar a una existencia heroica desde un fogoso discurso verbal
- a veces incluso verborreico - que pretende combatir el tedio
de una existencia anodina y frustrada en los ámbitos afectivo,
social, profesional, sexual, etc. La fantasía y la palabra son
los recursos de los que se sirven para tratar de traspasar los
límites que los separan de una existencia deseada e imposible y
para combatir una soledad, no siempre reconocida, pero
definitoria de cada uno de los personajes.
Pero este conflicto, que, en los términos en los que se expone
en las líneas anteriores, podría sugerir solemnidad y desgarro,
y que podría revestir connotaciones metafísicas, se vierte
mezclado con una fuerte dosis de ironía, lo que provoca
sensación de despego y de distancia, y también, frecuentemente,
la comicidad.
El modelo dramático empleado en
Ácaros recuerda a algunas
composiciones de Belbel y a alguna variantes de lo que podríamos
denominar comedia perversa, aunque, por encima de la
perversidad, están el humor y el gusto por la deconstrucción,
que suscita más incertidumbre o desasosiego que temor o
escalofrío. Acaso sea Beckett - o también Pinter - el modelo
último de todo ello, pero un Beckett o un Pinter definitivamente
despojados de toda densidad y de toda gravedad, al menos
aparentes. Ácaros mete el dedo en la llaga de soledades y
decepciones, de violencias y de miedos, de amenazas y de
ensueños, de imposibilidades y fracasos, pero parece
hacerlo sin consideraciones morales, como si contara un chiste,
que, no por macabro y brutal, resultara menos divertido.
El punto fuerte de la comedia hay que buscarlo en los
procedimientos de composición, desde luego, pero, sobre todo, en
la brillantez dramática y el ingenio en la expresión de algunos
personajes, entre los que quizás sea el del taxista el más
logrado desde el punto de vista de su discurso. El dramaturgo
consigue, como pocas veces se logra, ese abismo de indudable
teatralidad entre lo que el personaje dice y entre lo que le
ocurre, desigualdad que advertimos precisamente a través de la
palabra pronunciada por ese
personaje en esa situación concreta.
Pero también la mujer del taxista, su mudable hijo, y, sobre
todo, la chica que trabaja en la lencería, se nos ofrecen como
personajes originales y de perfiles nítidos y sugerentes a
través de su expresión verbal, que pretende ser diálogo, pero
que la opacidad de cada personaje para los demás convierte en
monólogo, a veces febril en sí mismo, pero lúcido y esclarecedor
para el público.
La escenificación de Ácaros, a cargo de Ximo Flores, al frente
del Teatro de los Manantiales, es ágil, limpia y plenamente
eficaz. Sencilla en lo que a elementos escenográficos se
refiere, descansa sobre la confianza en el texto dramático y en
el trabajo actoral, en el que brilla la espléndida labor de
Maribel Bravo - un verdadero descubrimiento - y la tarea de un
siempre sólido y comprometido Miguel Ángel Altet.
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