SOLEDAD Y ENSUEÑO DE ROBINSON CRUSOE
La revisión irónica de un clásico
Título:
Soledad y ensueño de
Robinson Crusoe
Autor:
Ignacio
del Moral
Escenografía:
Joxan
Artano - David Lorente
Iluminación:
José
Casado
Música: Mario Lorente
Sonido: Manuel Maldonado
Vestuario: Sol Curiel
Ayte.
Vestuario: Lisa
Bassi
Ambientación
Vestuario: María
Calderón
Caracterización-atrezzo: Raquel Rodríguez
Fotografía: Carlos Bandrés
Ayte.
Producción: León
C. Bonilla
Es una
producción de Luis
Caballero para Teatro
el Cruce
Ayte. dirección:
Inés
Enciso
Intérpretes:
Pepe
Viyuela (Robinson),
Jaime Martín (Viernes), Felipe Andrés
(madre y varios),
Víctor Barba (Padre y varios)
Dirección escénica:
David
Lorente
Reestreno en Madrid: Teatro Alfil, 11 – III -2008 |
PEPE VIYUELA
FOTO: CARLOS BANDRÉS
(FONDO: RECONSTRUCCIÓN DIGITAL) |
En los primeros
años de la década de los ochenta, Ignacio
del Moral escribe Soledad y
ensueño de Robinsón Crusoe, una inteligente relectura de la célebre
novela de Defoe. La llevó entonces a los escenarios Ernesto Caballero, que ha colaborado
asiduamente con del Moral. A finales
de la década de los noventa, Juan Manuel
Joya escenificó de nuevo el Robinsón
en un interesante montaje que se exhibió en la sala Ensayo 100. Ahora, David
Lorente acomete de nuevo la tarea y recurre para ello a ese excelente actor
que es Pepe Viyuela, quien, como
cabía esperar, proporciona un interesante tratamiento del personaje de Robinson imaginado por del Moral.
PEPE VIYUELA/FELIPE ANDRÉS
FOTO: CARLOS BANDRÉS |
La mirada del dramaturgo
transforma al protagonista en un personaje anti heroico, con conciencia de sus
limitaciones, y con esos rasgos tan frecuentes en los personajes de Ignacio del Moral: una cierta torpeza
personal, que los hace cómicos, y una notable dosis de ingenuidad y ternura. Pero
lo más interesante de este Robinson hay que buscarlo en que, frente al protagonista de la novela,
que imponía sus modelos culturales, morales,
religiosos y
sociales, y no se planteaba la posibilidad
de obrar de una manera diferente, el personaje del drama va
comprendiendo paulatinamente la arbitrariedad de esas convicciones, lo que le
lleva a renunciar a su pretendida superioridad y a convivir con Viernes,
con quien establece una curiosa relación fraternal, muy alejada de la que
sugerirían los rancios prejuicios socioculturales impuestos por el modelo
familiar en el que ha sido educado.
PEPE VIYUELA
FOTO: CARLOS BANDRÉS |
Esta nueva
escenificación –muy distinta de la anterior - es austera en lo que a resolución y medios
materiales se refiere, y descansa sobre el humor, apoyado en el estimable y
comprometido trabajo de Pepe Viyuela, generosamente
entregado a la tarea de componer un personaje destinado a comprenderse a sí mismo a través de la
extrañeza que impone una situación insólita, pero irreversible, que
termina por derribar sus barreras y sus expectativas de regreso a un mundo que cada vez
se le va haciendo más lejano,
inconsistente y fútil. Su actuación es exuberante y
físicamente intensa. Se sirve de recursos propios de la farsa y hasta del
clown, pero sin perder nunca ese horizonte de humanidad que es constitutivo del
personaje. El resto del elenco realiza una labor voluntariosa, pero, es preciso
decirlo, su nivel de calidad es muy inferior al del protagonista, aunque su
trabajo resulte digno. El director de
escena ha optado por asignar el personaje de la madre a un actor varón,
decisión que resulta poco justificada y que no funciona adecuadamente, como
tampoco se ha acertado, en mi opinión, en la escena relativa a la eventual
relación sexual entre Robinson y Viernes, demasiado
evidente en esta escenificación, cuando el texto parece apuntar a algo más
sugestivo, que es la incertidumbre y la ambigüedad, destinadas precisamente a
poner en cuestión las férreas e inamovibles convicciones de un Robinson ajeno a sí mismo y
desubicado física y moralmente. Por lo demás, nos encontramos ante un trabajo
interesante, ante un texto atractivo y
lúcido y ante una interpretación ejemplar.
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