El lago de los cisnes. Novosibirsk. 2011. Crítica. Imprimir
Escrito por José R- Díaz Sande   
Miércoles, 06 de Julio de 2011 17:59

EL LAGO DE LOS CISNES

de

NOVOSIBIRSK

 

EXQUISITEZ PLÁSTICA Y BALLETÍSTICA

 

FOTO: JAVIER DEL REAL

El lago de los cisnes es título más que frecuente. En esta ocasión se solapan en Madrid: Este lago de Novosibirsk que viene al Teatro Real; una experiencia nueva llamada danza-hielo con otro lago (helado) en los Jardines Sabattini y dentro de la programación los Veranos de la Villa de Madrid, y el que nos visita con frecuencia en el Teatro Compac Gran Vía producido por el Ballet Imperial Ruso. Cada uno tiene sus peculiaridades espaciales que influyen en su concepción artística.

 

El lago de Novosibirsk es una producción en toda regla en lo que respecta al ballet clásico y su presencia en el amplio escenario del Teatro Real le ofrece la espectacularidad que requiere el género.

 

Versiones de El lago de los cisnes hay múltiples desde que Petipa e Ivanov obtuvieron el éxito con sus coreografías. Las variaciones coreográficas sobre el original suelen abundar en el primer y tercer acto: los jardines y salones de Palacio. Los actos II y IV – los conjuntos blancos – suelen ser intocables o con sutiles modificaciones. En cuanto al argumento, sin perder la línea central del cuento primigenio, hay posibilidad de elección en el final trágico o feliz. Cuando hace dos temporadas el Ballet de Alicia Alonso presentó su versión, insistía mucho en el final feliz aquí en la tierra al deshacerse el encantamiento. El mensaje del triunfo del bien y del amor que uniese a todos lo veía capital.

 

Según las crónicas de la época, Chiakovski – hombre de perfil trágico hasta el punto de llegar a suicidarse, por acoso a su homosexualidad, según algunos testimonios – prefiere el final trágico. Quienes optan por esta opción se apoyan en los propios acordes finales de corte grandielocuente. La opción de final feliz sólo se puede alcanzar con el “más allá”. Chiakovski encontró su sosiego emocional en ese “más allá”. Con respecto a Lago, él murió antes de que Petipa e Ivanov encontrasen la calve coreográfico y de libreto para que El lago de los Cisnes constituyese un éxito.

 

Otra de las opciones es la interpretación de las dos bailarinas: Odette, el cisne blanco y Odile, el cisne negro. En la historia la semejanza de ambas es tal que llevan a confusión al príncipe Sigfrid y de ahí la tragedia final. A lo largo de la historia de este ballet, unos prefieren que sean dos bailarinas quienes las interpreten, y otros una sola bailarina. En las primeras versiones – antes de Petipa e Ivanov – no queda clara si fueron dos o una. Lo que ya está más probado es que en la revisión de 1895 – antes, en 1893, Ivanov había presentado en el Homenaje a Chaikovski el segundo acto de El lago de los CisnesPierina Legnani interpreta a los dos personajes. Ella introdujo los treinta y dos “fouettés” en el “pas de deux”, del cisne negro, giros sobre un pie que calibran la calidad de la bailarina.

 

Dicho todo esto El lago de Novosibirsk opta por el final trágico – lanzarse al lago, los dos amantes -, realizado con buen efectismo teatral, y la interpretación de Odette y Odile por una sola bailarina.

 

La coreografía sigue la clásica de Petipa e Ivanov y la de Konstantin Sergeev (1950), todo revisado por el actual director artístico de la Compañía Igor Zelensky. El primer acto apenas si se ha tocado y el segundo acto está intacto. El tercer acto sigue la coreografía de Konstantin Sergeev, el cual añade divertimentos y potencia el Pas de deux del Príncipe Sigfrid con Odile (el cisne negro).

 

La primera y última impresión desde que se levanta el telón hasta que cae al final, es de una calidad exquisita a nivel plástico y de danza. La representación posee un solo intermedio, aunque mantiene los cuatro actos. Una breve pausa a media luz entre el primero y segundo acto y otra similar entre el tercero y cuarto, es realizada con agilidad para el adecuado cambio de espacio. Y ya que estamos en esto del espacio escénico, Luisa Spinateli – escenógrafa y figurinista – crea unos bellos telones, en los que domina el color ocre para los salones de palacio, de limpias perspectivas y estilizadas alturas, y evocadores parajes para los actos del lago, cuyo efecto final en el suicidio está bien conseguido. Bien contrastado y combinado el vestuario.

 

Destaca el cuerpo de baile, sobre todo en los actos de los conjuntos blancos en las que crean líneas perfectas tanto a nivel de placidez como de inquietud. El que sea un número bien nutrido de bailarinas proporciona la grandiosidad y el misterio que requiere la escena, así como amenaza o intranquilidad. Algo similar sucede con las danzas del tercer acto – española, napolitana, czardas, polonesa - que transcurren de modo armonioso y con una soltura evocadora del estilo folklórica de donde preceden. Tanto en las coreografías de conjunto de Ivanov como en las de Petipa, hay que destacar la fluidez y naturalidad con la que se van sucediendo.

 

Con respecto a los papeles protagonistas – asistí el 24 de junio de 2011 –, Svetlana  Svinko (Odette/Odile), que en otros días interpretaba el Pas de trois, es bailarina precisa y segura, que llena de humanidad y flexibilidad sus intervenciones, incluso aquellas partes que, convencionalmente forman parte de los que se ha llamado tradicionalmente virtuosismo para deleite de los espectadores. En el pas de deux del cisne negro resulta brillante y seductora.

 

El príncipe Sigfrid lo ha encarnado Roman Polkovnikov. Bailarín con una técnica muy bien cuidada, destaca por la limpieza de sus saltos. Como Svetlana Svinko, sabe humanizar y dar verosimilitud dentro de la narración el mencionado “virtuosismo”.

 

Un personaje que, en esta versión, cobra importancia balletística es Von Rothbart - el brujo - , interpretado por Mikhail Lifentsev. No siempre este personaje, en otras versiones, tiene protagonismo más allá del batir de sus siniestras alas. Aquí lo adquiere, pero, en mi opinión, no solamente por un cuidado dramatúrgico, sino porque Mikhail,  posee una gran fuerza y precisión en sus giros. A nivel dramático y de gran limpieza la lucha final con el príncipe Sigfrid.

 

Como contrapartida está el bufón interpretado por Kosntantin Alexentsev. Este es un personaje que ha oscilado mucho a lo largo de las distintas versiones, pasando desde un gran protagonismo como personaje debido a sus brillantes intervenciones coreográficas, que rozan la  acrobacia a discurrir de modo más discreto. Aquí, sin que desaparezca, se orienta por la segunda línea, potenciando  cierta frescura y expresividad.

 

Evgueny Volynski dirige con gran entusiasmo la Orquesta del Teatro Real, poniéndola siempre al servicio de lo que sucede en el escenario. Tal entusiasmo parece contagiarse a los maestros, que logran una atrayente interpretación. También es verdad que la costumbre de muchos Lagos  enlatados en cuanto a la orquesta, hace que recibamos muy bien la orquesta en directo, alejada del sonido electrónico, siempre dependiente de la calidad de los equipos sonoros de los locales.

 

El lago de los cisnes de Novosibirsk, en su conjunto y en un espacio amplio y generoso como es el Teatro Real, es un regalo y reconcilia al espectador con el ballet clásico. Es una muestra que en lo auténticamente artístico el tiempo no es una losa sepulcral.

 

Ante esta brillante puesta en escena balletística, interpretativa y plástica es inevitable el que en España estemos a la expectativa de lo que podremos hacer en el, todavía, incierto planteamiento de la Compañía Nacional de Danza, con respecto a adentrarnos en el estilo de ballet  clásico. Es un desafío y tenemos un “handicapp”: la experiencia de tantos años. De todas formas el Ballet de Novosibirsk, es de los más bisoños – 1937 -, y ha conseguido llegar a unas cotas muy altas. Esa es nuestra esperanza.  

 

Título: El lago de los cisnes (Ballet en cuatro actos)

Música: Piotr Ilich Chaikovski

Libreto: Vladimir Begichev y Vasily Geltser

Escenógrafa y figurinista: Luisa Spinatelli

Iluminador: Damir Ismagilov

Intérpretes: Olesia, Elena Vostrotina, Natalia Ershova (Odette/Odile), Elonid Sarafanov, Roman Polkovnikov, Ivan Kuznetsov, Semyon Velichko (El príncipe Sigfrido), Mikhail Lifentsev (Von Rothbart), Vera Sabantseva, Svetlana Svinko, Semyon Velichkom Anna Odintsova, Ivan Kuznetsov, Mikhail Kemenov (Pas de trois), Konstantin Alexentsev (El bufón), Yulia Kutnyakova (La reina).

Producción: Teatro Estatal de la Ópera y Ballet de Novosibirsk, 2010

Compañía: Ballet de Novosibirsk

Director musical: Evgney Volynsky

Director artistico: Igor Zelensky

País: Rusia

Duración aproximada: Actos I y II: 1 hora y 15 min./ pausa: 25 min / Actos III y IV: 1 hora.

Estreno en Madrid: Teatro Real, 23 – VI - 2011

 
 FOTO: JAVIER DEL REAL
 
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José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Miércoles, 06 de Julio de 2011 19:06