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Medea, usted decide. Crítica. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla   
Sábado, 06 de Febrero de 2010 15:24

MEDEA, USTED DECIDE
MEDEA EN LA TELEVISIÓN

[2008-05-09]

La acción comienza con un informativo en la televisión. El domicilio del magnate de la comunicación, Creonte, ha ardido y ha fallecido en el incendio el dueño de la mansión y su hija, la prometida de Jasón.


MEDEA, USTED DECIDE
Medea en la televisión


MARÍA MIGUEL
Foto: María Magdalena

Título: Medea, usted decide.
Autor: Joan Espasa.
(Basada en la obra de Heiner Müller)
Escenografía y vestuario: Silvia de Marta.
Iluminación: Raúl Alonso.
Fotografía: María Magdalena
Intérpretes: María Miguel (Medea), Markos Marín (Jasón), Nacho Valiente (Presentador).
Dirección: Jesús Almendro.
Estreno en Madrid: Teatro La grada, marzo de 2008.

La acción comienza con un informativo en la televisión. El domicilio del magnate de la comunicación, Creonte, ha ardido y ha fallecido en el incendio el dueño de la mansión y su hija, la prometida de Jasón. El héroe  es aquí un campeón olímpico, de origen extranjero, pero con pasaporte nacional, que obtuvo la primera medalla de oro para la  natación española. Medea, una mujer de origen magrebí, casada con Jasón y separada de  este, ha sido acusada de provocar el incendio y, en consecuencia, encarcelada. La fama de Jasón, el orgulloso nadador, modelo de héroe contemporáneo aclamado por todos, contribuye a que la ira popular se desate contra ella en una suerte de juicio paralelo de vejaciones e insultos, a los que contribuye su condición de extranjera. Sin embargo, pocos días después, es puesta en libertad por falta de pruebas, lo que desata otra polémica en los medios de comunicación, pero también el reencuentro de la pareja. Jasón sigue pensando que su ex mujer es la responsable del incendio, mientras Medea reclama a sus hijos, que Jasón ha puesto a buen recaudo.  Ninguno de los dos cede en el encuentro, pero Jasón consigue que Medea acepte participar en un burdo programa televisivo en el que la audiencia decide sobre los contenciosos de pareja, con el fin de lograr así su deseo de ver a sus hijos. El programa reviste la previsible obscenidad estridente propia de semejantes empresas. Los dos contendientes discuten entre sí y finalmente se dirigen a los telespectadores para tratar de convencerlos de su pretensión, mientras el presentador pregunta e interviene con el desparpajo que se le supone y mientras irrumpen en la pantalla los comentarios y opiniones de ciudadanos abordados en la calle para solicitar su opinión sobre el escabroso asunto.  Y, poco antes de la decisión final, cuando el presentador permite a Medea ver de nuevo a sus hijos, los da muerte, según el obligado final de la tragedia de Eurípides.

La impresionante tragedia del dramaturgo griego ha conocido innumerables versiones, como es bien sabido.  Joan Espasa recurre ahora a esta actualización, inteligente y oportuna, por cuanto aborda diversos problemas de indudable incidencia en la sociedad española contemporánea. No es el de menor importancia el relativo a la capacidad de manipulación y estupidización que ejercen los medios de comunicación de masas, secundados por un gregarismo  ciertamente culpable practicado por amplios sectores de la población. Desde otra perspectiva no menos aguda se han ocupado recientemente del asunto otros dramaturgos, entre ellos Juan Mayorga.

La manifestación del racismo que convierte fácilmente al extranjero en chivo expiatorio está latente también en la sociedad española y es alentado irresponsable, cuando no criminalmente, por algunos grupos políticos y no pocos medios de comunicación, de nuevo. Espasa no renuncia a adentrarse en este espacio oscuro.  Ciertamente no era ajeno el asunto a lo que ya planteaba Eurípides en la primera redacción de esta tragedia. Medea  no vaciló en  traicionar y abandonar a su propia familia con tal de ayudar a Jasón, pero este no tuvo escrúpulos en abandonarla cuando estuvo seguro de la aquiescencia de una opinión social que sancionaría favorablemente que se desprendiera del trato con aquella mujer bárbara. El cinismo del Jasón de Eurípides llega a tal extremo que trata de convencer a Medea de que debiera estarle agradecida porque la ha traído a un lugar civilizado, que ha podido conocer gracias a él. Este nuevo Jasón se sirvió de las drogas que Medea le proporcionaba para obtener sus resonantes triunfos deportivos y ahora necesita taparlo y olvidarlo. El abandono de la comprometedora extranjera puede ser un principio para ello.

La actualización del mito griego es hábil y está imaginada con agudeza y pertinencia. Sin embargo, cabría plantear algunas salvedades. La primera es una obviedad: la grandeza del texto euripídeo difícilmente puede tener parangón y sus relecturas – todas - resisten mal las comparaciones con el grandioso original. La segunda apunta hacia el exceso innecesario en la pretensión actualizadora. Quizás hubiera sido conveniente confiar en la capacidad del espectador – casi siempre más sagaz de lo que suponen algunos creadores - para entender las afinidades y relaciones establecidas entre el motivo originario y su recreación. Y quizás hubiera sido preferible también atenuar los perfiles satíricos del mundo televisivo: presentador, programa. Intervenciones de los entrevistados a través de la pantalla. Evidentemente, el espectáculo quiere  poner de manifiesto su estridencia, su irresponsabilidad y su mal gusto, pero estas notas se revelan sobradamente con unos leves apuntes, mientras que su recurrencia resulta pesada e innecesaria.  No obstante, y a pesar de estas objeciones, la reescritura de esta Medea merece ser considera y resulta eficaz y hasta inquietante.

El espectáculo cuenta con algunas soluciones estimables, aunque también, como queda dicho, con un aparataje innecesario y cargante. La interpretación difícil, sin duda, es desigual, aunque digna en su conjunto. Ha de valorarse el buen trabajo de María Miguel en el papel de Medea, en el que ha sabido conseguir un  delicado equilibrio entre la mujer vejada y marginada por la sociedad y por su marido y entre la potencia que late en su interior, la misma que le llevó a lograr el amor de  y el triunfo de Jasón y a ejecutar una venganza dolorosa pero necesaria. El trabajo de la actriz, contenido y sin grandes alardes, resulta, sin embargo, eficaz, limpio e intenso.


Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla


 

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Última actualización el Martes, 04 de Mayo de 2010 12:47
 
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