IL TROVATORE LAS CADENAS DEL PASADO
|
|
|
FOTO: JAVIER DEL REAL
|
Il trovatore, como es sabido, procede de la obra romántica de teatro de Antonio García Gutiérrez El Trovador, la cual se estrenó en el Teatro del Príncipe el 1 de marzo de 1836. Obtuvo un gran éxito y las crónicas destacan que por primera vez el autor sale a saludar en medio de lo aplausos. Se ha considerado una de las obras maestras del romanticismo español. Hoy la vemos como un melodrama un tanto rocambolesco en el que el mundo de la brujería y sus consecuencias desarrollan toda la tragedia.
La obra se internacionalizó gracias a la ópera de Giuseppe Verdi, Il trovatore. Verdi vio una posibilidad operística y encargó el libreto al poeta napolitano Salvatore Cammarano que al fallecer en 1852 no pudo terminarlo. El compositor, ansioso por incluir algunos añadidos y otras modificaciones le pidió la colaboración a Leone Emanuele Bardare, colaborador de Cammarano. Se intervino en la métrica de algunos versos, se añadieron algunos cantables ( Il balen del suo sorriso del conde Luna, D'amor sull'alli de Leonora), la ampliación del papel de Leonora, y el propio Verdi acortó los versos finales de la ópera. El estreno fue en 1853. Años más tarde, 1857, con motivo de la versión de París, Verdi le añadió un ballet, algo crucial en la concepción de la ópera francesa del momento.
El libreto operístico final había transformado en gran medida la trama original de García Gutiérrez. Los análisis de contenido de la obra original española en épocas posteriores, amén de considerarla como uno de los hitos del romanticismo español, han querido ver varias temáticas: la pasión amorosa, la venganza como justicia, o la denuncia del poder abusivo (el conde Luna) contra el débil (Manrico, el trovador) o lo que podría llamarse en la posteridad lucha de clases.
La versión operística sigue todos esos recovecos de los personajes: brujería, pasiones torpes en las altas esferas, pasiones nobles en las bajas y sed de venganza o justicia. Todos estos ingredientes conforman una especie de melodrama llevado al límite que tiene bastante de confuso y que en algunas representaciones resulta un tanto inverosímil por no decir ridículo e incluso pesado. Il Trovatore se salva gracias a la partitura que ha generado fragmentos musicales de gran popularidad, y a la magistral intervención de los coros. También se puso una medalla: la necesidad de cuatro intérpretes de primera categoría, por lo cual cantar Il Trovatore era un plus el curriculum del cantante. No es fácil su puesta en escena para un espectador de hoy alejado de esa ambientación romántica, que lo distancia notablemente. Por otro lado buena parte de la historia se nos cuenta a través de los personajes, pero no asistimos a su acción en presente, con lo cual es necesario estar atento al texto que se nos canta. Ello se traduce en cierto confusionismo argumental así como el peligro de estatismo escénico.
La puesta en escena de Francisco Negrín ha tenido que batallar con todas estas adversidades y ha ganado. Nos entrega un Trovatore verosímil y actualizado, no tanto en la temporalidad de una época, sino yendo a la médula de lo que puede suponer esa melodramática y fantasmagórica historia, trayéndola al presente. Hay bastante de análisis psicoanalítico.
En principio la historia puede calificarse de relato de pasiones oscuras, las cuales nacen de un acto cruel: la quema en la hoguera de lo que entonces se catalogaba como bruja. Ese acto marcará a todos los personajes al no poder desligarse de él. En esta versión la hoguera ancestral se visualiza en el fuego que arde constantemente durante toda la representación con doble función: servir de recuerdo para la venganza y al mismo tiempo de esperanza iluminadora en un ambiente oscuro y tétrico tanto a nivel escenográfico como de vestuario. Solamente Leonora e Inés su amiga visten colores como personajes ajenos al lastre negativo que arrastran los demás personajes centrales. Ese mismo fuego está también presente en la madre de Azucena, la bruja quemada, y en el niño arrojado al fuego por Azucena. Se trata de personajes espectros cuyos rostros y ropajes muestran las huellas del fuego, estética que se traslada también al Coro. Esta característica espectral externa convierte a todos estos personajes en un lastre interno de recuerdos vengativos que dominan a los personajes. Si lo reducimos a pocas palabras Il Trovatore de Francisco Negrín es la humanidad, también la de hoy, sumida en el pasado, lo cual le incapacita para caminar hacia adelante. Es el ser humano lleno de todo su pasado, en este caso negativo y amenazante.
El escollo de ser un texto en el que muchas acciones se cuentan pero no se representan, lo salva con creces. Combina esos parlamentos musicales con la representación de las acciones: la constante presencia de la bruja (la madre de Azucena) en la hoguera en el fondo del escenario que implora a su hija Azucena la venganza; el niño quemado que deambula por el escenario; el coro que serpentea como espectros; ciertas acciones de lucha… Todo ello consigue enlazarlo con discreción de modo que no altera la parte musical, la cual nos llega felizmente en toda su pureza, pero al mismo tiempo da ritmo y libera de la monotonía de escenas con mínimo de acción.
Así como rompe las líneas tradicionales y realistas del coro en esos espectros, otras veces lo compone geométricamente creando estéticas líneas litúrgicas, como sucede con el Coro de Monjas, que evocan el ambiente monacal en el que encierran a Leonora, sin perder nunca ese ambiente de negritud que invade la escena y del cual es felizmente responsable Bruno Poet.
De este movimiento escénico participan todos los personajes solistas, huyendo de un estatismo, que siempre ha sido la muerte de la ópera escénica. Hay por parte de los cantantes una eficaz interpretación no solamente canora sino gestual y de movimientos.
La escenografía de Louis Désiré acierta y huye del realismo. Nos introduce en un espacio cúbico flanqueado por elevados muros en el que se deslizarán a lo alto y a lo ancho piezas que nos sitúan en el convento, en el campamento gitano o en la torre en la que está confinado Manrico y que evoca el torreón de la Aljafería de la obra original de García Gutiérrez, llamada actualmente la Torre del Trovador en la Aljafería de Zaragoza. Esta composición escenográfica permite una fluidez entre los actos sin romper el ritmo de la narración. Complementa el espacio escénico la iluminación de Bruno Poet en la que abunda un acertado claro/oscuro a tonos con la concepción de contenido, así como la evocación de la perenne hoguera mediante toques lumínicos en aristas y espacios más amplios.
Si la puesta en escena salva la confusión del propio texto y olvida cierta pesadez de otras representaciones al ofrecernos un todo fluido y con un contenido más cercano a la problemática de un mundo actual, la parte musical no le va a la zaga. A estas alturas desvelar que la partitura de Il Trovatore posee grandes virtudes no es un descubrimiento. Hay que darlo por supuesto. Se ha escrito mucho sobre ello.
Esta versión del Real cuenta con tres repartos. El día 12 de julio, fecha en la que asistí los protagonistas fueron el barítono griego Dimitri Platanias (conde de Luna), la soprano armenia Lianna Haroutounian (Leonora), la mezzosoprano canadiense Marie-Nicole Lemieux (Azucena), el tenor italiano Piero Pretti (Manrico), el bajo italiano Roberto Taviaglini (Ferrando), la soprano francesa Cassandre Berthon (Inés), el tenor mejicano Fabián Lara (Ruiz) y el tenor español Moisés Marín (un mensajero).
Sorprende favorablemente en el arranque de la ópera la voz contundente y nítida con buenos graves de Roberto Taviaglini, aunque el desafío es la conjunción de los cuatro protagonistas, ya que sus tesituras no son nada simples. En el Real ha cantado I puritanti (CLIKEAR) (2010 y 2016), Les Pêcheurs de perles (CLIKEAR) (2013), Roméo et Juliette (2014), Aida (CLIKEAR) (2018) y Lucia de Lamermoor (CLIKEAR) (2018). La contralto Marie-Nicole Lemieux compone una Azucena trágica y de buenas calidades sonoras rotundas en los sucesivos recovecos vocales de su personaje nada fácil. Especialista en el repertorio barroco aborda bien el verdiano y rossiniano. En el Real la pudimos escuchar en un recital dedicado a Rossini. Manrico, el trovador, viene interpretado por el tenor Piero Pretti. Su partitura muy apoyada en el belcantismo llega al culmen con el famoso Do de pecho del aria Di quella pira, que Piero ejecuta con seguridad y limpieza. Es tenor de diáfana vocalidad así como resalta su capacidad interpretativa. En el Real ha interpretado como protagonista I vespri siciliani (CLIKEAR) (2014), Rigoletto (CLIKEAR) (2015) y La Bohème (CLIKEAR) (2017). La soprano lírico-spinto Lianna Haroutounian encarna una delicada Leonora con capacidad sonora para los momentos trágicos del final. En el Real ha cantado en el Requiem de Verdi (2013) y en Otello (CLIKEAR) (2016). En el terreno verdiano se mueve con gran soltura. El malvado Conde de Luna es interpretado por el barítono Dimitri Platanias, cuyo repertorio se centra mucho en Verdi siendo Rigoletto uno de sus papeles más frecuentes. En la representación del día 12 abordó la parte vocal con desigual fortuna. Tuvo momentos brillantes y otros más apagados en los que su voz se oscurecía y palidecía. No podría decir la causa de tal desnivel vocal.
El resto de los cantantes, Fabián Lara Aida (CLIKEAR), como Ruiz, y Moisés Marín, como mensajero, mantuvieron un buen nivel, destacando la soprano Cassandre Bethon como Inés. En el Real ha cantado I puritanti (CLIKEAR) (2016).
El coro, convertido en ese mundo espectral, fue, como en otras ocasiones, eficaz y rotundo. tanto a nivel musical como interpretativo.
Maurizio Benini, que en el Real ha dirigido Tosca (2004) y L'elisir d'amore (2006), muestra como en otras ocasiones su mesura y buen hacer, dosificando el volumen sonoro entre el foso y los cantantes.
En conjunto con este Trovatore estamos ante una producción musical y vocal muy buena, a la que se une el acierto de la puesta en escena de Francisco Pizarro que ha conseguido que Il Trovatore no sea un mero folletín y sí una reflexión para el hombre de hoy anclado en el pasado de su historia. Il trovatore es un buen cierre de temporada a nivel escénico y nos entrega un Verdi alejado de las convenciones escénicas.
|
|
|
FOTO: JAVIER DEL REAL
|
Título: Il Trovatore (Dramma en cuatro partes) Música: Giuseppe Verdi (1813-1901) Libreto: Salvadore Cammarano, basado en la obra de teatro El trovador (1836) de Antonio García Gutiérrez Estrenada en el Teatro Apollo de Roma, el 19 de enero de 1853 Estrenada en el Teatro Real el 16 de febrero de 1854 Coproducción del Teatro Real con la Opera de Montecarlo y la Royal Danish Opera de Copenhague Las funciones de Il trovatore cuentan con el patrocinio de ENDESA Escenógrafo y Figurinista: Louis Desiré Iluminador: Bruno Poet Maestro de esgrima: Jesús Esperanza Lucha escénica: Enrique Inchausti Asistente del director musical: Jonathan Santagada Asistentes del director de escena: Jean-Michel Criqui, Leo Castaldi Asistente del escenógrafo y figurinista: Diego Méndez Casariego Asistente del iluminador: Robbie Butler Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Edición musical: Casa Ricordi S.r.l., Milán. Editores y propietarios
Intérpretes: Actores: Ariel Carmona, Álvaro Hurtado, Kike Inchausti, Javier Martínez, Xavi Montesinos, Miguel Ángel Moreiras, Giuseppe Romano Actores niños: David Carasa, Unai Galende, Darío Hernández, Cristina Sánchez
Cantantes: El conde de Luna: Ludovic Tézier (3, 6, 9, 13, 18 y 24) / Artur Rucinski (4, 8, 19, 23 y 25) / Dimitri Platanias (12, 16 y 21) Leonora: Maria Agresta (3, 6,9, 13 y 18) / Hibla Gerzmava (4, 8, 19, 23 y 25) / Lianna Haroutounian (12, 16, 21 y 24) Azucena: Ekaterina Semenchuk (3, 6, 9, 13, 18, 21 y 24) / Marie-Nicole Lemieux (4, 8, 12, 16 y 19) / Marina Prudenskaya (23 y 25) Manrico: Francesco Meli (3, 6, 9, 13, 18, 21 y 24) / Piero Pretti (4, 8, 12, 16, 19, 23 y 25) Ferrando: Roberto Tagliavini Inés: Cassandre Berthon Ruiz: Fabián Lara Un mensajero: Moisés Marín Madre de Azucena: Sophie Garagnon El fantasma del hijo de Azucena (el verdadero Manrico): Saúl Esgueva, Eneko Galende
Director del Coro: Andrés Máspero Director musical: Maurizio Benini Director de Escena: Francisco Negrín Duración aproximada: 2 horas y 45 minutos - Partes I y II: 1 hora y 15 minutos / Pausa de 25 minutos / Partes III y IV: 1 hora y 5 minutos Estreno en Madrid: Teatro Real (Sala Principal), 3 - VII - 2019
|