EL GRAN TEATRO DEL MUNDO
CALDERÓN ATENUADO
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FOTO: SERGIO PARRA |
A telón corrido, un actor toca una campanilla. A diferencia de Gloria Navarro, jefa de sala de La Abadía, que lo hace para anunciar que el espectáculo va a empezar, aquí es para llamar la atención de los espectadores. Acto seguido, anuncia con voz de pregonero que se va a representar El gran teatro del Mundo, de don Pedro Calderón de la Barca, y advierte que lo que se ofrecerá es, en realidad un ensayo. También que, por ello, se producirán algunas alteraciones del texto, es decir, que se trata de una versión libre o de “una propuesta sobre…”, como se indica en el programa de mano. Quien avisa no es traidor. Así pues, lo anunciado de viva voz se confirma. En escena aparecen los actores que representarán la obra y, con ellos, el mismísimo Calderón, en funciones de autor del texto y director del espectáculo. El resultado es la transformación de un auto sacramental en comedia. A esa sorprendente mudanza de género, no es fácil encontrarle explicación. En su empeño por dar con ella, el crítico no entiende que, ante al ofrecimiento de que asumiera a los ochenta y un años, por vez primera en su vida, la dirección de una obra con texto, Carlos Saura, uno de los grandes de la cinematografía española, se haya decantado por esta de alto contenido teológico, aunque se trate de una de las joyas de nuestro teatro clásico. Por su temática y estructura, lo normal es que hoy en día la representación de El gran teatro del Mundo se circunscriba a efemérides religiosas o a festivales de teatro clásico. En los tiempos que corren, tiene difícil encaje en la programación de cualquier teatro, sea público o privado, máxime si la permanencia en cartel ha de prolongarse durante un mes.
En esta línea de conjeturas, al crítico se le antoja que, en su fuero interno, Carlos Saura desconfiaba de la acogida que pudiera tener la pieza de Calderón y que tomó la decisión de buscar una fórmula que pusiera acción donde no la había e hiciera más digerible el texto, que le parece grandilocuente. Algunas declaraciones suyas avalan tal hipótesis. A rebajar la carga filosófica encerrada en los versos de Calderón contribuye su versión, que él mismo ha calificado de libre y a veces poco respetuosa. Consigue su propósito añadiendo, al rechazo o la aceptación de los personaje del papel que les ha tocado en suerte, las reacciones de los actores que los van a representar, mucho más a ras de tierra y triviales. De ese modo, se alterna el discurso profundo de los personajes de Calderón, arquetipos de la pirámide social, con las batallas profesionales de los actores en torno a la relevancia de sus respectivos papeles, sus quejas sobre las dificultades para entender y decir el verso de Calderón, los reiterados enfados del dramaturgo cuando no se siguen al pie de la letra sus instrucciones u observa falta de disciplina y algún debate de manual sobre el arte de la interpretación a la manera en que lo hacían los cómicos de Hamlet . Los diálogos que salpican el ensayo son la puerta de entrada de la comedia al espectáculo.
Pero, al fin y al cabo, lo que importa son los resultados. El combinado de drama y humor y el ir y venir del estatismo del auto a la frenética actividad de los actores –escena de discoteca incluida - no funciona. Los añadidos de Saura eclipsan, aunque no borran del todo, a Calderón, cuya obra es representada de forma fragmentada. La puesta en escena se acerca más al minimalismo que a la parafernalia barroca, siendo el elemento escenográfico más relevante una doble pantalla en la que se proyectan imágenes siderales, impresionantes paisajes de nuestro planeta, incluida una vista de un bosque de rascacielos, y en algunos momentos, las agigantadas siluetas de los actores. Estos se enfrentan al nada sencillo reto de transitar desde el desenfadado tono del ensayo al rigor que exige la representación del drama sacro. En general, salen airosos del trance. En el haber de Saura hay que anotar dos momentos de gran belleza plástica: la escena congelada en la que los actores componen el retablo que se reproduce en los afiches y en el programa de mano y la danza de la muerte interpretada por los actores convertidos en esqueletos animados. También es un acierto la incorporación del cante flamenco en las postrimerías del espectáculo y la canción de Mercedes Sosa que le abre y cierra, en la que alude a que, en este mundo, todo cambia: lo superficial, lo profundo y el modo de pensar.
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FOTO: SERGIO PARRA |
Título: El gran teatro del mundo
Autor: Calderón de la Barca
Versión libre de: Carlos Saura
Iluminación: Paco Belda
Espacio escénico y vestuario: Carlos Saura
Video escena: Tresmonstruos
Animación digital: Manuel y Adrián Saura
Efectos sonoros: Ignacio Hita
Ayudante de Vestuario: Susana Moreno
Ayudantes de escenografía: Nicolás Bueno y Susana Moreno
Realización de escenografía: Artefacto
Realización de vestuario: Rafael Solís
Atrezzo: Susana Moreno
Fotografía: Sergio Parra
Diseño de cartel: Carlos Saura
Asesor artístico: Antonio Saura
Ayudante de dirección: Luis Luque
Intérpretes (por orden de intervención): Juan Antonio Gil (El Labrador, Juan), –José Luis G. Pérez (Calderón Autor y Director) – Fele Martínez (El Autor – Don Andrés ), Manuel Morón (El Mundo – Don Antonio), Emilio Buale (El Rey – Francisco), Adriana Ugarte (La Hermosura – Doña Inés), Raúl Fernández de Pablo (El Rico – Alberto ), Beatriz Eulàlia Ramon (La Discreción), Ángel Ruth Gabriel (El Pobre), Hector Tomas (El Niño), Tacuara Jawa (La Institutriz),
Una producción del Teatro Español
Dirección: Carlos Saura
Estreno en Madrid: Naves del Español (Sala 1), 4 - IV - 2013
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FOTO: SERGIO PARRA |
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Matadero madrid
naves del español
paseo de la chopera, 14
28045 - madrid
metro: legazpi, líneas 3 y 6
bus: 6, 8,18,19, 45,78 y 148
Cercanía: embajadores
Entradas: Sucursales de la Caixa de Cataluña
y Tel-entrada (24 horas) 902 10 12 12
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