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RESEÑA 1995
NUM. 257 / PAG 22 |
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UNA LUNA PARA EL BASTARDO
ELRETORNO DE O'NEILL.
En 1994 Gerardo Malla montaba Una luna para el bastardo, texto inusual en la escena española. En aquel montaje la dirección se apoyaba en un cuidado trabajo de actores.
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CARLES CANUT / SERGI MATEU / ISABEL MESTRES
FOTO: PRODUCTORA |
La puesta en escena de Una luna para el bastardo supone, como siempre que se elige un texto de O'Neill, afrontar un texto duro, denso y de una hermosura inusual. O'Neill presenta en él a unos personajes cuyas pasiones primitivas y hasta brutales no consiguen ahogar un profundo anhelo de humanidad y de belleza que les redima del fango en el que, con su particular lucidez, se saben hundidos, El espectador puede reconocerse en esos personajes torturados de O'Neill en cuanto que representan ese combate interior para extraer de sí mismos precisamente aquello que de nobleza hay en ellos, aunque parezca ahogado en la miseria de la vida o en la de la propia conducta.
Una luna para el bastardo presenta dos partes diferentes. La primera está protagonizada par uno de los personajes más entrañables de O'Neill: Hogan es un campesino irlandés, primitivo, irreductible, tozudo y tramposo cuando lo cree preciso, Desmedido en su conducta, hace a sus hijos víctimas de un extraño cariño que les lleva a alejarse de él en cuanto pueden, y a los ingleses objeto de sus odios no disimulados. Esa misma desmesura empuja a Hogan a un trabajo desaforado y a una no menos excesiva afici6n al alcohol. Sólo su hija Josie, autentica heredera del talante de su padre, es capaz de continuar a su lado y de enfrentarse a él con una dignidad que no es incompatible con un afecto semejante al que su padre le profesa,
La segunda parte está constituida casi íntegramente por una larga conversación amorosa de Josie y Tyrone, el propietario de la finca en la que trabajan los Hogan, entre las brumas de un alcohol que no logra oscurecer la conciencia de los dos desesperados personajes, ni consigue impedir que cada uno de ellos alcance a ver la nobleza del alma del otro, pese a que han acudido a la cita parapetados tras la coraza de los malentendidos y equívocos que la vida ha interpuesto entre ambos. El paralelismo entre Tyrone, y que aparecía también en Largo viaje hacia la noche, y el propio hermano del dramaturgo, proporciona un carácter biográfico y especialmente intenso a esta escena.
La nota dominante de la puesta en escena es la austeridad. Se ha dispuesto una escenografía de aire realista, sencilla y tal vez demasiado manida, de la que se ofrece una perspectiva distinta en la segunda parte, tal vez para sugerir el cambio de orientaci6n y de tono que va a experimentar la acción. La luna, que funciona como símbolo y como referente real, brilla rotunda durante la larga escena amorosa. No hay riesgos ni tampoco demasiada originalidad, como tampoco la hay en el movimiento escénico o en el planteamiento o general de la puesta, que, sin embargo, resulta eficaz y digna.
La dirección se ha apoyado básicamente en un cuidado trabajo de actores. Destaca la solidez de Carles Canut, que realiza un trabajo lleno de imaginaci6n, vigor y coherencia, capaz de expresar los matices humorísticos y los registros terribles y tiernos que exige su papel. Sergi Mateu e Isabel Mestres hacen frente a la compleja escena principal de la pieza, casi sin más apoyaturas que su propia labor de creaci6n. Ellos encarnan convincentemente un conflicto sometido al minucioso análisis que caracteriza a O'Neill y que en manos de otros di s actores pudiera hacerla pesada o banal. Nada de eso ocurre; la escena está llena de intensidad y de sobria emoción, Francesc Galceran y Francesc Albiol demuestran también su buen hacer en sus dos breves escenas.
Titulo: Una luna para el bastardo,
Autor: Eugene O'Neill,
Versión: Amparo Valle,
Dirección: Gerardo Malla,
Producción: Pentación y Focus,
Intérpretes: Isabel Mestres, Francese Galcerán, Carles Canut, Sergi Mateu, Francesc Albiol
Estreno en Madrid: Teatro Maravillas, 27-X-94
TEATRO MARAVILLAS
c/ Manuela Malasaña, 6
Metro: Bilbao
Parking: Fuencarral
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