EL INSPECTOR
LA CORRUPTA CLASE POLÍTICA
EN LA CORTE DEL REY JUAN CARLOS
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FOTO: DAVID RUANO |
Miguel del Arco se sirvió del Veraneantes (CLIKEAR) de Gorki para radiografiar a la metafísica y ociosa sociedad española actual. Ahora acude a la misma fórmula para hacer lo propio con El inspector, de Gogol, poniendo bajo su punto de mira, en esta ocasión, a nuestra corrupta clase política. En aquella ocasión lo hizo con fino humor en clave de comedia ácida. Fue un éxito con el que se ganó el aplauso sin reservas del público y cosechó un sinfín de premios. Ahora se instala en el grotesco, convirtiendo el espectáculo en un homenaje, quizás no pretendido, al Arniches de Los caciques.
El asunto de la obra es bien conocido. El anuncio de la inmediata llegada a una pequeña ciudad de un inspector siembra la alarma entre las autoridades locales, que la gobiernan con el más absoluto desprecio a las normas que deben regir la conducta de los servidores públicos. Con el alcalde a la cabeza y sin ninguna autoridad superior que les controle, administran la ciudad como si de una finca privada se tratara. El cohecho, la prevaricación, el vaciamiento de las arcas municipales, el nepotismo y otros abusos de poder están a la orden del día. La inesperada visita provoca un caos considerable y la búsqueda de una estrategia que les permita salir airosos de la mejor forma posible. Las dos vías elegidas son, de un lado, ocultar sus fechorías y, de otro, volcarse en atenciones con el inspector. Puestos manos a la obra, tienen la mala fortuna de confundir a un visitante de la ciudad, un pícaro falto de recursos económicos, con el temido funcionario. Una equivocación que, desde los orígenes del teatro, ha dado mucho juego. Del Arco ha trasladado la acción, que Gogol situó en la Rusia del zar Nicolás I, a la Corte española del Rey Juan Carlos. De la obra original se ha quedado con la estructura y el hilo argumental. Lo demás es de su cosecha. No parece que le haya sido difícil encontrar los materiales necesarios para crear un nuevo texto acorde con sus objetivos. ¿Quién no asocia, por ejemplo, la inauguración de una estación de ferrocarril que no tiene vías con la de un aeropuerto sin aviones? El filón es inagotable. Del Arco coincide con otros conocedores de la pieza en que El inspector es heredera de El retablo de las maravillas y la considera antesala de Bienvenido Mr. Marshall. Yo añadiría que también lo es de La escopeta nacional, en la que la pantalla se llenó de escenas de caza, de impresentables representantes de la fauna política española y de una legión de moscones a la caza de prebendas.
No es probable que si alguno de nuestros corruptos personajes públicos acude a ver El inspector, se reconozca en alguno de sus personajes. ¿Cómo van a hacerlo si su caradura les lleva a confundir los sobreseimientos o absoluciones por prescripción de sus delitos con la demostración de su inocencia, o a chalanear sin sonrojo con fiscales o jueces la rebaja de sus condenas? Puesto que ellos, destinatarios de los puyazos del director, no se dan por aludidos, solo nos queda el un poco amargo consuelo de reírnos a su costa. Apenas nos vale como un desahogo pasajero. Pedir más en una ingenuidad.
El espectáculo es brillante. Eduardo Moreno ha diseñado una escenografía espectacular que representa una casa de grandes dimensiones con escalera monumental, amplia terraza, muros llenos de ventanas y muchas puertas que se abren, se cierran, van y vienen como si estuvieran vivas, creando subespacios que acogen escenas que suceden en otros lugares. Luces de verbena, que prolongan el escenario hasta el patio de butacas, y una reducida pero ruidosa charanga convierten el espectáculo en una fiesta mediterránea. En ese escenario se mueven los actores, que interpretan una farsa de fantoches movidos por el director a un ritmo trepidante, con mudanza de papeles y travestismo incluidos. No desfallecen los cómicos en su esforzado trabajo, que se prolonga durante dos horas ininterrumpidas. Siendo el reparto extenso y abundantes las escenas corales, lo justo es destacar, por encima de las individualidades, la buena interpretación del conjunto.
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FOTO: DAVID RUANO |
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FOTOS: DAVID RUANO |
Título: El Inspector
Autor: Nikoläí Gogol
Versión: Miguel del Arco
Escenografía y espacio visual: Eduardo Moreno
Vestuario: Beatriz San Juan
Iluminación: Juanjo Llorens
Música: Arnau Vilà
Diseño sonoro: Sandra Vicente
Coreografía: Carlota Ferrer
Diseño de Cartel: Isidro Ferrer
Fotos: David Ruano
Vídeo-Clip: Paz Producciones
Producción: Centro Dramático Nacional
Músicos: Raúl Márquez (violín), Chiaki Mawatari (tuba), Patxi Pascual (flauta y saxo)
Intérpretes: Fernando Albizu (Juez / Comerciante 1), Jorge Calvo (Escusado /C riada/ Mujer 1), Manolo Caro (Jefe de correos 7 Comerciante 2), Gonzalo de Castro (Alcalde), Pilar Castro (Doña Ana, mujer del Alcalde), Javier Lara (Concejal de urbanismo 7 Criado del alcalde / Agente), Juan Antonio Lumbreras (Iván, mujer del Concejal de Sanidad / agente), José Luis Martínez (Villaescusa / Mujer 2), Ángel Ruiz ( Concejal de Sanidad / Cantante / Moza de la posada / Agente), Macarena Sanz (María, hija del Alcalde), Manuel Solo (Consejero Educación y Cultura / Mujer comerciante), José Luis Torrijo (Oli / Jefe de policía).
Dirección: Miguel del Arco
Duración aproximada: 2 horas (sin intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro Valle Inclán (Sala grande) (CDN), 4 - V - 2012
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