FOLLIES
¡VIVAN LAS VARIEDADES!
.jpg) |
VICKY PEÑA / CARLOS HIPÓLITO
FOTO: ROS RIBAS |
Muchos años ha tardado en llegar a España Follies, estrenada en Broadway en 1971. Nada menos que cuarenta. Otros musicales más recientes que están en la memoria de todos no han tenido que esperar tanto para sentar plaza en los teatros de la Gran Vía y convertirlos en sucursales de las grandes productoras neoyorkinas. Seguramente hay razones que justifiquen tamaño retraso, pero quizá no sea el momento de buscarlas, aunque no sería difícil. El asunto tratado no está, quizás, entre los preferidos del público español, más dado a la espectacularidad de los efectos especiales y a las historias protagonizadas por animales humanizados o que cuentan, entre sonrisas y lágrimas, amores desgraciados con final feliz. Lo que importa es que ha llegado al fin a uno de nuestros grandes escenarios y, sobre todo, que lo ha hecho en una puesta en escena que desdeña las franquicias, esa moderna forma de explotación comercial de los espectáculos, propia de un mundo cultural globalizado que reduce a muy poca cosa la creatividad de nuestros artistas. No es casualidad ni milagro que este musical arrevistado escape a tan nefasta dictadura. El mérito es de Mario Gas, que vuelve a un género que le es muy querido y lo hace con la obra de uno de sus indiscutibles maestros, Stephen Sondheim, de quien, en el pasado, dirigió algunos otros musicales, entre ellos, con enorme éxito, SweeneyTood.
Follies es un homenaje al mundo de las variedades y la revista. La acción transcurre en un viejo teatro que, tras años de permanecer cerrado, va a ser demolido para construir, en su solar, un garaje. Es el signo de los tiempos. Antes de que la piqueta eche abajo sus paredes, el empresario que rigió su destino convoca a una fiesta de despedida a quiénes pasaron por su escenario. Acuden todos, pero ya no son lo que eran. Los años no han pasado en balde y las esculturales estrellas y los apuestos galanes han devenido en ancianos llenos de achaques y de recuerdos. Cuesta trabajo admitir su declive, pero lo disimulan cuanto pueden. Algunos aparentan ser los de antes y a veces lo consiguen, pero, al menor descuido, se les ve el plumero. Otros, no están para fingimientos y se sinceran. Las conversaciones se entrecruzan y van tejiendo un espectáculo que, poco a poco, se convierte en un revival de los que se representaron allí. James Golmand ha construido, a partir de esos mimbres, un libreto que sigue al pie de la letra los preceptos establecidos para la modalidad teatral que nos ocupa, en el que se engarzan con naturalidad y sin necesidad de justificar su oportunidad los números musicales. Sabiamente dosificada su cadencia, están dónde tienen que estar. A nadie se le hurta su momento de lucimiento y todos sacan buen provecho de él. Diálogos, bailes y canciones discurren con fluidez, a la que contribuye la buena traducción de Roser Batalla y Roger Peña. No falta en Follies una historia de amor. En este caso, lo es de celos, de frustraciones artísticas, de rutina y aburrimiento, de ocasiones perdidas, de arrepentimientos y de dudas mal resueltas, protagonizada por dos matrimonios que no cuajaron, porque Cupido se equivocó a la hora de organizar los emparejamientos. Quiso el diosecillo burlar la norma de que los ricos se casan con los ricos y los pobres con los pobres y el invento no le salió como quería. Suele acabar bien en la ficción, pero más raramente en la vida real. Las consecuencias del error se hacen evidentes durante el reencuentro de sus protagonistas y ahí vienen los lamentos, los mutuos reproches, las burlas crueles, los vanos intentos de empezar de nuevo lo que ya no tiene vuelta de hoja. Son disputas tristes y melancólicas entre ancianos empeñados en no parecerlo, aunque su ridículo se hace más evidente por obra y gracia de los flash-back que las interrumpen para mostrarnos a los mismos personajes cuando eran jóvenes y soñadores.
Mario Gas ha hecho un excelente trabajo. El esplendor de la primera escena, una especie de preludio interpretado a media luz por esculturales vedettes cubiertas de plumas y lentejuelas, es la mejor carta de presentación que podía tener el espectáculo. Es el anuncio de una velada deliciosa. Lo que sigue, confirma las expectativas. El lujo propio de la gran revista y el buen gusto están presentes de principio a fin. A ello contribuye el vestuario diseñado por Antonio Belart y una escenografía, debida a Juan Sanz y Miguel Ángel Coso, que evoca los tiempos gloriosos del local, sin negar su decadencia. La iluminación de Paco Ariza proporciona, a cada situación, la envoltura adecuada. La otra, la musical, surge del foso y nos cautiva, mérito de una orquesta de dieciocho profesores dirigida con brío y desenfado por Pep Pladellorens
Un elenco de casi cuarenta intérpretes entra y sale del escenario continuamente. Cuando lo llena, se mueve por él con soltura, sin estorbarse. A la hora de desalojarlo para dejar paso a escenas de contenido intimista, lo hace con sigilo, sin que casi nos demos cuenta. Lograr ese delicado equilibrio entre lo coral y las situaciones protagonizadas por unos pocos personajes, no está al alcance de cualquiera. Es otro punto en el haber de Mario Gas, pero a juicio de este crítico, su aportación más destacable es previa a su trabajo de puesta en escena. Hablo de la confección del reparto. Tratándose de un musical, ha tenido el atrevimiento de apostar por actores de acreditado prestigio, pero que jamás o muy pocas veces han cantado en público. Sucede con Vicky Peña y Carlos Hipólito. En alguna ocasión, el riesgo asumido ha sido mayor, pues a la falta de experiencia en el ámbito de la canción y del baile, había que añadir la elevada edad de los intérpretes. Para ejemplo, un botón: Asunción Balaguer supera con creces los ochenta años. Todo un reto. Su interpretación de Soy corista provoca el delirio del público. Gas ha ido más allá, pues no ha dudado en enfrentar, en el mejor sentido del término, a estos recién llegados al musical con profesionales con muchos años de vuelo, alguno oportunamente rescatado para la ocasión, como es el caso de Massiel. Unos y otros se reparten la veintena de canciones que incluye la función y todos, sin excepción, son aclamados por un público rendido.
Ojalá algún día aparezca un Mario Gas que rinda un homenaje parecido, aunque sea de hechura más modesta, a alguno de nuestros antiguos teatros de variedades. ¿Por qué no al barcelonés Molino dirigido por el empresario Francisco Serrano y por el que pasaron los inolvidables Merche Bristol, Gardenia Pulido, La Bella Dorita, Lita Clavel “La Maña”, Christa Leem, Pipper, Negrito Poly y el gran Johnson?
 |
FOLLIES
FOTO: ROS RIBAS |
Título: Follies
Producida originalmente en Broadway por Harold Prince
Libro: James Goldman
Música y letras: de Stephen Sondheim
Traducción: Roser Batalla / Roger Peña
Orquestaciones: Jonathan Tunick
Escenografía: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso
Vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Paco Ariza
Diseño de sonido: Roc Mateu
Video-escena: Álvaro Luna
Coreografías: Aixa Guerra
Coreografías claqué: Lluís Mendez
Colaborador de dirección de escena: José Antonio Gutiérrez
Adjunto a la dirección musical: Alejandro Monroy
Diseño de Cartel y fotos ensayo: Javier Naval
Fotografía: Ros Ribas
Ayudante de dirección: Elisa Crehuet
Ayudantes de escenografía: Marianela Morales, Nicolás Bueno
Ayudantes de vestuario: Eduardo de la Fuente, Brisa Salietti
Meritorios de producción: Francesca Pajer, Gabriel Blanco
Construcción escenografía: Locuras producciones, Altamira
Arquitectura escénica: Peroni, Cledin, Luis Rossillo, Sonia Grande, Anna Gas
Realización de vestuario: Sastrería Cornejo
Peluquería y caracterización: Antoñita Vda. De Ruiz
Producción: Teatro Español
Orquesta: Manuel Gas (19 profesores)
Violines: Juan Luis Jordá, Verónica Jorge -Violas: Isabel Carpintero, Belén Villanueva - Violonchelos: Jorge Fournadjiev, Rafael Martínez - Contrabajo: Héctor Oliveira - Flauta: José Oliver - Saxos: Sergio Bienzobas, Manuel Morales, Patxi Pascual, Alejandro Pérez, Fernando Piqué, Ricardo Ruiz - Trompetas:Juan Carlos García, Francisco Ibánez - Trombones: Guillermo Báez, Antonio Pallarés - Trompa: Luis Aldir - Batería: José Luis Nieto -Teclados: Ernesto Manchón - Piano: Alejandro Monroy
Coordinador de orquesta: José Oliver
Mediante acuerdo especial con Cameron Mackintosh
Intérpretes: Vicky Peña (Phyllis Rogers Stone), Carlos Hipólito (Benjamin Stone),
Muntsa Rius (Sally Durant Plummer), Pep Molina (Buddy Plummer), Massiel (Carlotta Campion), Asunción Balaguer (Hattie Walker), Linda Mirabal (Heidi Schiller ), Teresa Vallicrosa (Stella Deems), Mónica López (Solange LaFitte), Marta Capel (Joven Phyllis), Diego Rodríguez (Joven Ben), Julia Möller (Joven Sally), Ángel Ruiz (Joven Buddy), Joana Estebanell (Joven Heidi), Mamen García (Emily Whitman), Lorenzo Valverde (Theodor Whitman), Josep Ruiz (Roscoe), Gonzalo de Salvador (Dimitri Weisman), Nelson Toledo (Sam), María Cirici (Margie), Marisa Gerardi (Sally Follies), Antonio Villa (Kevin)
Conjunto: Viviana Camino, María Cirici, Estefanía Corral, Empar Esteve, Marisa
Gerardi, Elena Gómez, Chus Herranz, Marchu Lorente, Tatiana Monells,
Paco Abarca, Miguel Cazorla, Alberto Escobar, Víctor González, Joan
Salas, Zuhaitz San Buenaventura, Carlos Ugarriza, Antonio Villa y Chema
Zamora
Dirección musical: Pep Pladellorens
Dirección de escena: Mario Gas
Follies se presenta gracias a un acuerdo especial con Music Theatre International
(MTI). Todos los materiales para la representación son asimismo suministrados por
MTL
Estreno en Madrid: Teatro Español, 10 - II - 2012
|
.jpg) |
ASUNCIÓN BALAGUER |
.jpg) |
MUNTSA RIUS / PEP MOLINA |
 |
ÁNGEL RUIZ / MARTA CAPEL / TERESA VILLACROSA / DIEGO RODRÍGUEZ
FOTOS: ROS RIBAS |
|
 |

Teatro Español
Aforo: 760
Director: Mario Gas
C/ Príncipe, 25
28012- Madrid
Concejalía de las Artes
Ayuntamiento de Madrid.
Tf. 91 3601484
Metro: Sevilla y Sol
Parking: Pz. Santa Ana,
Pz. Jacinto Benavente y Sevilla.
http://www.munimadrid.es
Entradas: Sucursales de la Caixa de Cataluña
y Tel-entrada (24 horas) 902 10 12 12 |
|