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RESEÑA 2000
NUM. 316, pp.33 |
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LA VISITA DE LA VIEJA DAMA
JUICIO A LA HIPOCRESÍA
La visita de la vieja Dama es un título emblemético en la producción de Dürremanntt. En años anteriores este autor nos había llegado con Rómulo el grande (1965), Proceso a la sombra de un burro (1966 y 1996), Frank V (1989).
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MARÍA JESÚS VALDÉS
FOTO: CHICHO |
Hace 45 años Friedrich Dürrenmatt escribió un texto cruel, en el que ningún ser humano se salvaba. Historia de venganza, de rencor, de corrupción. Historia de muerte. Una vieja dama viene a hacer justicia a su pueblo, por las vejaciones que, siendo doncella y joven con esperanza, tuvo que sufrir de manos de todos los componentes del pueblo. Una decrépita estación está al comienzo, y la misma decrépita estación que se ha embolsado unos millones, porque todo en la vida se compra, está al final.
Cuando Dürrenmatt escribe este texto, ya se han hecho menos virulentos los ecos del existencialismo. El texto del autor suizo es más duro que ese existencialismo, que tenía algo de romántico. Estar en este mundo, en esa decrépita estación, no es sólo un abocamiento al absurdo, sino a una manipulación mutua de unos seres contra otros, en el que el poder, sobre todo el económico, hace y deshace bajo apariencia de justicia. Por otro lado los seres humanos vegetan en un pasado caricaturesco. Fueron galanes y románticos. Ahora, en su interior, son una caricaturesca piltrafa, como lo es la propia Dama, glamurosa ella, que su vestidor le muestra la auténtica realidad cuando comienza a desnudarse no sólo de sus ropas, sino de todas sus prótesis. También ella es un engaño. Magistral la composición de esta escena, en esta versión, y la plástica de María Jesús Valdés a nivel interpretativo.
Rizando el rizo, siempre que he releído este texto se me antoja una crueldad mayor. Esa Vieja Dama ¿no es de alguna manera Dios en su juicio final? ¿Un Dios vengativo ante una humanidad que le ha salido mal? Juan Carlos Pérez de la Fuente parece encarrilarlo por ese lado al introducir plásticamente una iconografía religiosa: vidrieras, paso de Semana Santa...
Un texto muy rico, que a pesar de su pesimismo da que pensar sobre una sociedad montada salvajemente sobre el dinero como arma de poder y abuso, y del que parece no quererse desprender, incluso en nuestros días. Esto es tal vez lo que le sigue proporcionando actualidad.
Juan Carlos Pérez de la Fuente encarrila el texto por la línea del gran espectáculo. Desde luego no nos aburrimos para nada. Consigue el ritmo adecuado e incorpora la parafernalia multimedia, que, hay que reconocer lo, encaja bien. La estación permanente como punto de referencia plástica – me parece intuir un pequeño plagio o cita homenaje a aquella estación invernadero de Gerardo Vera en El Jardín de los Cerezos - es válida (la vida como espera hasta que llegue el tren adecuado para llevar a la esperanza o, en este caso como en El Jardín... a la muerte, destino final del ser humano) y son válidos y bien resueltas las restantes mutaciones, salvo alguna excepción. Tal es el caso del bosque, lugar idílico y romántico - el único resquicio de humanidad que respira la Vieja Dama - que en esta ocasión no aparece para nada, y se ha buscado una forma de evocarlo muy pobre.
Toda la dureza del texto, que va transcurriendo durante la representación, dudo que tenga continuidad cuando el espectador sale fuera de la sala. El final, como si de una gran revista musical se tratase - bien resuelto interpretativamente - dudo, también, que haga honores al texto. Juan Carlos Pérez de la Fuente parece interpretar la acción de Dürrenmatt como un gran carnaval, en el que ha ido levantando las caretas y de ahí ese final festivo al que poco antes ha precedido un paso de Semana Santa, con la Vieja Dama como figura santera. Sobra y es excesivo.
Tiene mérito la cohesión in terpretativa de todos y su buen trabajo actoral. Nadie desentona. Destaca María Jesús Valdés en la Vieja Dama y Juan José Otegui en el protagonista. Matices y diversidad de estilos interpretativos los saben dar con gran precisión. Héctor Colomé es otro de los puntales. Hay también una buena composición coreográfica y grupal.
El ritmo, ya lo he dicho, se ha conseguido y el público no se aburrirá en ningún momento. Sólo pequeñas cosas pueden denunciar pequeños fallos de dirección: el balcón de la Vieja Dama en alto mientras se alterna con las escenas del nivel inferior, queda muerto escénicamente cuando enmudece; el lirismo de otras escenas de recuerdo también parece olvidarse.
También es un espectáculo muy bien vestido. Hay que mencionar, gratamente, la instalación de los micrófonos inhalámbricos. Pocas veces se consigue con este método que las voces suenen naturalmente y no electrónicamente. Aquí sí.
Buen espectáculo plástico que el espectador disfrutará sin notar el paso de tiempo. Tema aparte es si al público tanta parafernalia le hace olvidar el compromiso del texto.
Título: La visita de la Vieja Dama.
Autor: Friedrich Dürrenmatt.
Versión: Juan Mayorga.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Música: Mariano Marín.
Coreografía: Juan Carlos Santamaría.
Escenografía: Llorenç Corbella.
Vestuario: Javier Artiñano.
Iluminación: Albert Faura.
Sonido: Eduardo Vasco.
Producción: C.D.N.
Intérpretes: María Jesús Valdés, Juan José Otegui, Héctor Colomé, Raúl Fraire, Victoria Rodríguez, Gabriel Moreno, Pepe Viyuela, Marcela Yurfa…
Estreno en Madrid: María Guerrero, 11-III-2000

José Ramón Díaz Sande
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