LA PÁGINA EN BLANCO
BRILLANTE PARTITURA PARA UN DUDOSO TEXTO
|
OTTO KATZAMEIER / HERNÁN ITURRALDE /PILAR JURADO/ NIKOLAI SCHUKOFF
FOTO: TEATRO REAL
|
Dentro del proyecto del Teatro Real de producir nuevas óperas de compositores españoles está La Página en Blanco de Pilar Jurado. Era el 2009 y ya se barajaba el cambio de la dirección artística de Antonio Moral a Gerard Mortier. Una falsa alarma, más imaginativa que real, surgió en la mente de Pilar. ¿Seguiría adelante el proyecto? Gerard Mortier se asomó a él y propuso que para contrarrestar el “temperamento español” de Pilar, se le adjudicase un equipo alemán: cantantes, directores musicales y de escena, y escenógrafo. Así se hizo. Imagino que más allá del “temperamento español”, la propuesta se basaba en un condicionamiento más racional: la posibilidad de darle un aire internacional y poder ofrecerlo más allá de nuestras fronteras.
Pilar Jurado con esta primera ópera – tiene estrenadas más de 80 composiciones instrumentales – abarca todo el espectro de lo que pide el género: libreto y música, lo cual no es la primera vez que se da en el mundo operístico. A ello añade su interpretación como soprano en el papel protagonista de Aisha. En declaraciones a la prensa Pilar ha reconocido que no era su intención escribir el libreto. Lo que sí tenía claro eran ciertas ideas sobre el entorno humano del mundo de hoy ligado al mundo cibernético. El tiempo apremiaba y no encontraba un guionista que escribiera una historia. Decidió ponerse manos a la obra y escribirla ella.
Puestas las cosas así, la primera impresión de La Página en blanco es que sigue las lindes de un guión cinematográfico y esto no significa una valoración peyorativa. A ello ha aludido la propia Pilar, cuando en su mundo imaginativo de historias a elegir, buscó inspiración en el mundo del cine y de la novelística. Tanto la música como la historia nos envía a ese género. Me explico. En la ópera tradicional topamos con los intermitentes compases musicales dentro de las parte cantadas que el inteligente director de escena rellenar con una acción u otro invento plástico (en las oberturas o preludios se ha recurrido a la danza u otro tipo de acción). Aquí esto no parece necesario, y de ahí la familiaridad con las historias del cine, en la que las partes habladas no son protagonistas, sino que música, texto y acciones se encargan de hacer progresar la narración y comunicar emociones y sentimientos. Pilar compone una ópera siguiendo estos criterios, con lo cual la partitura recuerda, en su función, a las bandas sonoras cinematográficas, sin hacer concesiones a preciosismos vacuos.
Ya que estamos en la música, hay que afirmar que asistimos a una partitura que resulta espléndida. El mundo operístico actual transcurre por el genérico de “música contemporánea” que, a veces, se identifica con el de “música de vanguardia”. Qué quieran expresar esos términos ya es más complicado y por eso es mejor no entrar en este terreno. Pilar, lo ha declarado: no se siente obligada, exclusivamente, a la “vanguardia”, aunque participa y acude a ella. Echa mano también de mundos musicales más tradicionales. Y esto se nota. Por ello, una vez más, le acercan al mundo musical cinematográfico. El cine, al ser un arte popular, sabe, musicalmente, entretejer los últimos sones musicales con otros más familiares al oído del espectador. Esta línea es una virtud en el momento de aglutinar a un público más amplio, que siente cierta alergia a la vanguardia musical en punta. Otro de los aspectos musicales espléndidos son los coros, que estallan con fuerza y recuerdan los sones de Carmina Burana y similares. Crean un ambiente expresivo trascendente con ribetes apocalípticos.
Sobre esta partitura orquestal, se van sucediendo las partes cantables, que surgen según lo va exigiendo la historia y la acción. Haciendo, por el momento, abstracción de la narración, hay arias bien construidas en sí mismas. No obstante, es cuando algo comienza a no funcionar del todo. He dicho que las arias funcionan musicalmente en sí mismas, pero no tanto en el fluir de todo el argumento. Me atrevería a decir que la parte cantable está más cerca de una especie de oratorio, que de una acción dramática de teatro musical. El problema está en que el libreto no crea una auténtica acción dramática y de interrelación entre los personajes, sino que se confían a la declaración verbal (en este caso cantable) los sentimientos e inquietudes del personaje. Y esto no llega a conmocionar al espectador.
Tal limitación nos lleva al libreto, que sobre el escenario resulta confuso y un tanto alambicado. Da la impresión de que Pilar ha querido contar muchas cosas. Hay una atractiva intuición que resume el título “la página en blanco”. Esa “página” puede acceder a diversos niveles. En principio es la “página” sin inspiración del compositor o del creador artístico, quien por propia vocación o necesidad se siente obligado a llenarla. Es, posiblemente, la misma angustia experimentada por la propia Pilar ante este proyecto concreto. Pero remontándonos más atrás la “página en blanco”, es la “página” que el hombre se siente obligado a llenar con su propia vida y que depende del Creador, se llame Dios o el Desconocido, que es quien maneja los hilos de sus neuronas. Ello lleva a otra temática: el determinismo. Este determinismo Pilar lo baja al mundo cibernético. Ese compositor – tiene que componer una ópera - angustiado por tener que crear y desconcertado porque en su ordenador se va llenando esa página en blanco, veremos que va a ser manipulado por el mundo cibernético con fines lucrativos e interesados. Esto nos lleva a un tercer tema: la manipulación en el mundo de hoy, en el que la técnica puede fagocitar al ser humano. Y de ahí al mundo de los clones que evitan el que las ideas de un genio no finalicen tras su muerte. Todo esto, que se puede captar, llega de un modo confuso y deslavazado, e incluso me pregunto si el espectador medio entiende la irrupción del clon. Aceptando que, al menos la historia en el nivel cibernético se capte - conviene no desvelar la intriga -, queda sin resolver el aspecto comunicativo. Es una narración que resulta distante y lejana, reduciéndose a un dudoso triller. Aquí es donde está, posiblemente, la parte más floja de la ópera y lo que lleva a que los cantables, válidos en sí mismos, resulten sin conexión dramática. Si la compositora es brillante, la libretista vacila.
Tema aparte son las calidades canoras de los cantantes, que resultan muy buenas, sobre todo en las arias, tanto en el reparto alemán como en el español. Entre ellas destaca la del contratenor Andrew Watts en el papel de Kobayaski el clon de Ricardo – otro problema es si se entiende que se trata del clon de Ricardo, el protagonista -, así como la de la mezzosoprano Natascha Petrinsky (Marta). Pilar Jurado (Aisha) se compromete con el papel protagonista y sale airosa. Es soprano de cuidadas calidades con una buena capacidad interpretativa. El bajo-barítono Otto Katzameier (Ricardo) y el tenor Nikolai Schukoff (Xavier Navarro) son voces diáfanas y seguras, que tranquilizan el oído del espectador. Hay que destacar la buena vocalización castellana de los intérpretes extranjeros. En todos sorprende su capacidad interpretativa que hace más creíble y fluida la historia. Titus Engel saca sones brillantes de la orquesta, que unida a los Coros forman lo más relevante de todo el entramado musical.
El libreto en lo que tiene de nivel superior, el Creador, y de manipulación, puede sugerir un cierto tono apocalíptico, reflejado en los Coros y en el latín que se emplea. Esta idea apocalíptica, imagino, ha llevado a Alexander Polzi a concebir la escenografía como un tríptico, inspirado en El jardín de las delicias de El Bosco y, al mismo tiempo, homenajear al pintor. Sus conocidas pinturas cobran vida gracias a la buena animación del Video dirigido por Claudia Rohrmoser. Concebir el tríptico elevado a algunos metros del suelo, para poder situar otra escenografía y acciones en la parte inferior, le proporciona un cierto carácter medievalista, religioso y apocalíptico, sobre todo por las pinturas de El Bosco que se trasladan a la escena con esa biblioteca de pájaros disecados en la que el protagonista termina por ser un pájaro más. Tal ancestro se contrapone al minimalismo decorativo del mundo de hoy y a la maligna trastienda de la explotación. En principio, resulta atractivo – salvo el ruido que hace una de las puertas del tríptico al abrirse – y resuelve con rapidez y eficacia la transición de las escenas. A medida que la obra transcurre, se tiene la sensación de que la acción de los actores queda constreñida y se llega a un peligroso estaticismo. Y algo curioso: los personajes que deambulan por las alturas quedan muy alejados y nos distanciamos mucho de ellos.
Dos apostillas: La primera es que sorprende favorablemente la acústica más que de costumbre. Las voces llegan diáfanas. La segunda, si se me permite, es una reflexión personal que sugiere el aria final de Aisha al desconectar los cables. Si la Muerte tiene un lado positivo es el velar por lo que se podría llamar los derechos de autor. Al ser humano se le puede humillar, dominar, aniquilar, explotar pero lo que no se consigue es apoderarse de su mundo creativo y emocional. La Muerte se encarga de que nadie se lo arrebate y al cargar con su cuerpo, se lleva también todo ese otro bagaje espiritual, que es el que nos convierte en individuos con propia personalidad: la gran riqueza humana.
Título: La página en blanco
Libreto (Lengua española) y música: Pilar Jurado
Estreno mundial
Obra encargo del Teatro Real
Escenógrafo: Alexander Polzin
Figurinista: Annabelle Witt
Iluminador: Urs Schönebaum
Directora del vídeo: Claudia Rohrmoser
Realización Escenografía: Locura Producciones SL de Valencia, Delfini Group Srl de Roma
Utilería: Teatro Real
Vestuario, calzado caracterización y pelucas: Teatro Real
Edición musical: La página en blanco Pilar Jurado Enelbiou Editions (2010)
Scala Aretina, S.L.
Nueva producción en el Teatro Real
Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo)
Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid)
Intérpretes: Otto Katzameier (bajo-barítono) (Ricardo Estapé), Nikolai Schukoff (tenor) (Xavi Novarro), Pilar Jurado (soprano) (Aisha Djarou), Natascha Petrinsky (mezzosoprano) (Marta Stewart), Hernán Iturralde (barítono) (Gérard Musy), Andrew Watts (contratenor) (Kobayashi), José Luis Sola (tenor) (Ramón Delgado)
Figuración: Joaquín Fernández, Víctor Herzog, Hipolit Pascual, Alexandro Valeiras.
Director del coro: Andrés Máspero
Director musical: Titus Engel
Director de escena: David Hermann
Duración aproximada: Prólogo y Acto I: 1 hora y 5 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 45
Estreno absoluto en Madrid: Teatro Real, 11 – II - 2011
|
|
José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande
|
|
|
|
|
|