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Penumbra. Animalario. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Martes, 01 de Febrero de 2011 08:09
 

PENUMBRA

LA VERDAD DE LOS SUEÑOS

Trabajo arriesgado. No  se cae en la tentación.  


PENUMBRA

LA VERDAD DE LOS SUEÑOS

 

LUIS BERMEJO /MUÑECO /NATHALIE POZA/
ALBERTO SAN JUAN
FOTO: ANDRÉSDE GABRIEL

En algún momento un personaje opina que la casa es el mejor refugio para mantenernos fuera de la mirada de los demás. Su fachada nos protege de la curiosidad ajena y, al tiempo, desde sus ventanas, podemos asomarnos al exterior. Sin embargo, en la obra en que se hace tal afirmación, la casa en la que transcurre la acción carece de fachada y de paredes. Es un esqueleto, un armazón hecho con listones de madera que define una residencia playera y que tiene cierto aire de casa de muñecas. Vemos, pues, lo que sucede en su interior, lo que hacen sus tres inquilinos, un matrimonio joven y su hijo. O eso creemos al principio. Enseguida nos percatamos de que, en realidad, no somos testigos de escenas de la vida real, sino de los sueños de sus ocupantes. Sueños que generan la presencia de otro personaje imaginario definido en el reparto como “penumbra”, pero que también podría haber sido llamado “fantasma”. En el caso concreto que nos ocupa, los sueños están relacionados con el miedo. ¿Por qué con el miedo?. Tal vez porque en ellos reside la verdad de nuestras vidas, porque no los podemos evitar ni controlar, porque permiten que afloren nuestros deseos más secretos y turbadores, porque nos desnudan sin que podamos remediarlo. ¿Pero a qué tenemos miedo?, se preguntan los creadores del espectáculo.  La respuesta nos llega a través de la mirada del hijo, un niño curioso que no entiende lo que sucede a su alrededor, que quiere saber por qué razón no le dejan ir a la playa si la tienen a dos pasos de la casa y que, al cabo, llega a la conclusión de que las ensoñaciones y pesadillas de sus progenitores son un lastre del que debe liberarse.

 

El viaje onírico de los protagonistas es una sucesión de escenas breves que van trazando un retrato nada amable de una familia cuya convivencia, aparentemente normal, está condicionada por un sinfín de frustraciones mantenidas en secreto. Así, la esposa soporta la tortura de verse continuamente comparada con su suegra, modelo a imitar, y las humillaciones de un marido cuya conducta se aproxima a la del maltratador sicológico, y éste es maltratado, a  su vez, por su propia madre, protagonista de sus peores pesadillas. Nada tiene de sorprendente que la mujer se entregue a imaginarias fantasías sexuales con el intruso que habita sus sueños, el cual actúa, al mismo tiempo, como interlocutor y único amigo fiable del niño.

 

Estamos ante un texto escrito a dos manos con aportaciones de los demás miembros de la compañía, ante un proceso de creación más cercano a lo experimental que al habitual en una producción al uso. Deudor del Animalario de los primeros años de su andadura, no creemos que en esta especie de retorno a los orígenes haya demasiadas influencias ajenas. En todo caso, asimilación de lo aprendido en alguna de sus más recientes aventuras escénicas. Se ha citado a Pinter, estimando, quizás, que esta pieza comparte con el teatro del dramaturgo inglés cierto carácter intimista. Y en el campo de la plástica, a Hopper, por el ensimismamiento de los personajes. Pero puestos a establecer paralelismos, que no dependencia ni inspiración, yo los encuentro con el teatro de Kantor. Puede parecer un disparate y probablemente lo sea, sobre todo si se comparan las respectivas estéticas. Nada que ver entre ellas, desde luego. Pero entre este teatro de los sueños y el de la memoria kantoriana hay notables coincidencias. Si Kantor sitúa la acción de Wielopole, Wielopole en el cuarto en que transcurrió su niñez, aquí tiene lugar en la casa en la que el hijo pasaba sus vacaciones. Si en Penumbra ese hijo es un muñeco manipulado por un adulto, en La clase muerta muchos personajes cargan con maniquíes que les representan cuando eran niños. En ambos casos abundan las escenas en las que los actores se mueven al ralentí con movimientos mecánicos como las figuritas danzantes de las cajas de música, o en las que se repiten las acciones, como en las de tensión contenida que tienen lugar, de forma rutinaria, a la hora de tomar la sopa en torno a la mesa. Y está, por último, la fragmentación propia de los relatos construidos a partir de la recuperación de la memoria o de la reconstrucción de los sueños.

 

Estamos ante un trabajo arriesgado, tanto más meritorio por cuanto Animalario no ha cedido a la tentación de seguir el camino mucho más seguro que le ha proporcionado tantos éxitos. Andrés Lima, padre y motor del proyecto, le ha llevado con pulso firme a buen puerto. Juan Mayorga y Juan Cavestany han elaborado un texto escueto y a veces oscuro, fruto de la ambigüedad de unos personajes y de la perplejidad del menor,  no exento de una notable carga poética. Los cuatro actores que integran el reparto – Nathalie Poza, Luis Bemejo, Alberto San Juan y Guillermo Toledo - escenifican con sobriedad el soterrado drama de esa familia que ellos, con sus ideas, han contribuido a crear. Si en otros casos la escenografía y la iluminación son importantes, en éste resultan esenciales. Lo es la primera, firmada por Beatriz San Juan, que ha sumergido la casa desnuda y a la intemperie en una nube de plástico blanquecino en la que parece navegar a la deriva, sacudida, en los momentos finales, por una violenta tempestad. A crear el clima onírico buscado contribuye la iluminación diseñada por Valentín Álvarez y Pedro Yagüe.


Autor: Juan Mayorga y Juan Cavestany
Iluminación: Valentin Álvarez y Pedro Yagüe
Vestuario: Beatriz San Juan
Escenografía: Beatriz San Juan
Espacio sonoro: Nick Powell
Diseño y construcción muñeco Niño: Román y Cia

Compañía: Animalario
Intérpretes:
Luis Bermejo (Niño), Nathalie Poza (Madre), Alberto San Juan (Padre), Guillermo Toledo (Penumbra)
Dirección:
Andrés Lima
Duración: 1h. 30 min. aprox.
Estreno en Madrid: Naves del Español (Matadero), Sala 2, 27 – I - 2011

 
 LUIS BERMEJO & MUÑECO/ FUILLRMO TOLEDO/
NATHALIE POZA
FOTO: ANDRÉSDE GABRIEL
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 

 


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Última actualización el Lunes, 25 de Abril de 2011 16:29
 
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