RAZAS
EL RACISMO QUE NO CESA
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TONI CANTÓ / BERNABÉ RICO
FOTO: SERGIO PARRA |
Un ejecutivo blanco acusado de violar a una mujer negra acude a un despacho de abogados para encargarles su defensa. Sus responsables, dos letrados, uno blanco y otro negro, dudan si deben asumir el caso o no. Sopesan las posibilidades de éxito sin mostrar el más mínimo interés por saber si el potencial cliente es culpable o inocente. Para ellos, esa es una cuestión secundaria. Tienen razones para temer que el jurado se incline a favor de la supuesta víctima por el mero hecho de que es negra. Pero ni siquiera está claro que probar la inocencia del acusado sea un triunfp deseable. Tratándose de un caso que tiene connotaciones racistas, un veredicto absolutorio podría perjudicarles profesionalmente en el caso de que fuera interpretado como una toma de postura en favor de la comunidad blanca. El contrapunto al frío análisis que los dos socios hacen del asunto, lo pone una joven e inexperta abogada, también negra, recién incorporada al gabinete, cuyo afán por demostrar su valía profesional, la lleva a tomar decisiones por su cuenta que interfieren la estrategia que aquellos están diseñando, hasta el punto de verse abocados a hacerse cargo del caso sin haber resulto sus dudas.
Puede que el espectador se sienta decepcionado por no saber si el acusado es culpable o inocente. La obra se interrumpe bruscamente cuando menos se espera porque así lo ha querido su autor, David Mamet. Y es que en este espectáculo con aires de thriller, no se nos cuenta una historia con principio y final, sino que asistimos a un debate sobre algunas cuestiones previas a su desarrollo. El aséptico y moderno despacho de abogados en el que transcurre la acción, diseñado por Ana Garay, tiene algo de pulcro laboratorio en el que los pensamientos más secretos de los personajes salen a la superficie a su pesar; pensamientos no privativos de ellos, sino que son compartidos por buena parte de la sociedad a la que pertenecen. David Mamet no emite juicios de valor sobre su contenido, lo que podría ser interpretado como una falta de compromiso por su parte. Sin embargo, el mero hecho de desvelarlos indica todo lo contrario. Estamos, pues, ante una obra de denuncia.
Y lo hace matando dos pájaros de un tiro, pues lo que pone sobre el tapete son dos cuestiones que, no teniendo nada que ver entre sí, ilustran sobre el estado de una sociedad enferma. Una es la vigencia del racismo, nunca superado a pesar de las apariencias. Que un abogado blanco y otro negro sean socios y tengan una empleada negra es, sin duda, un evidente signo de normalidad, como lo es que el presidente de los Estados Unidos sea negro. Pero que un incidente en el que se ven implicados dos ciudadanos de distinto color derive en un conflicto racista, demuestra que el problema sigue ahí y que sus raíces son profundas. El rebrote de actitudes xenófobas en el mundo occidental, lo demuestran. La otra cuestión que la obra aborda es la turbia actuación de buena parte de los representantes de la justicia, para los que la búsqueda de la verdad ha dejado de ser su principal objetivo. En este caso, se nos muestra la degradación a la que son capaces de llegar ciertos abogados. Es cada vez más frecuente que hagan dejación de su función esencial, que no es otra que la de ejercer la defensa legal de sus clientes utilizando las herramientas que la ley pone en sus manos. La sospecha de que muchos se comportan como cómplices de sus defendidos es cada vez más evidente. No es el caso de esta obra, pero lo que sacamos en consecuencia oyendo a sus protagonistas, es que la frontera entre la ética y las prácticas que rozan lo delictivo es muy vulnerable.
No estamos ante una de las mejores obras de Mamet, pero sí ante una interesante muestra de su enorme capacidad para construir diálogos. Los suyos son escuetos y directos, sin digresiones que desvíen la atención de los espectadores. Ignoro si el hecho de que sean interpretados por los actores a un ritmo vertiginoso y sin pausas obedece a la voluntad del autor o es una decisión tomada por Juan Carlos Rubio, que dirige la puesta en escena. En todo caso, creemos que es una apuesta espectacular, pero errónea. El planteamiento tiene algo de esas partidas de ajedrez en las que los jugadores carecen de tiempo para estudiar cada jugada. Sus movimientos, aunque no sean gratuitos, parecen automáticos y un punto agresivos. A lo que asistimos es a una brillante toma y daca que no deja ningún resquicio para los matices.
Mantener esa tensión es todo un reto para los intérpretes. Se les exige que funcionen con la precisión de un mecanismo de relojería. Un solo fallo o un titubeo lo desajustaría. Los cuatro actores salen airosos del trance, de forma más destacada Toni Cantó, Emilio Buale y Montsé Plá, que, en los papeles del trío de abogados, asumen las mayores dificultades que presenta el texto. Bernabé Rico está un tanto apagado en el del ejecutivo acusado de violación, sin duda debido a que su importancia va decreciendo a medida que avanza la acción.
Título: Razas
Autor: David Mamet
Versión: Bernabé Rico
Espacio escénico: Ana Garay
Iluminación: José Manuel Guerra
Vestuario: Álvaro Moreno
Fotografía: Sergio Parra
Ilustración: Javier Termenón
Producción: Mariatonianos – Tespis – TalyCual Producciones
Distribución: Manuel Álvarez Produciones.
Intérpretes: Toni Cantó (jack Lawson), Emilo Buale (Henry Brown), Bernabé Rico (Charles Strickland), Montse Plá (Susan)
Dirección: Juan Carlos Rubio
Estreno en Madrid: Matadero, Naves del Español, 15 - XII - 2010
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BERNABÉ RICO / EMILIO BUALE
FOTO: SERGIO PARRA |
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JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo
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Matadero madrid
naves del español
DIRECTOR: MARIO GAS
paseo de la chopera, 14
28045 - madrid
metro: legazpi, líneas 3 y 6
bus: 6, 8,18,19, 45,78 y 148
Cercanía: embajadores
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Entradas: Sucursales de la Caixa de Cataluña
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