BEAUMARCHAIS
BEAUMARCHAIS Y GUITRY: VIDAS PARALELAS
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J. M. FLOTATS / MARÍA ADÁNEZ
FOTO: ROS RIBAS |
Ignoro por qué razón el teatro de Sacha Guitry apenas ha sido representado en España y, sin embargo, estamos ante el creador más prolífico, popular y que más éxitos cosechó en los escenarios galos durante la primera mitad del pasado siglo. Lo hizo en su triple condición de autor, director de escena y actor. En sus casi ciento cincuenta obras, pocos asuntos quedaron fuera de su curiosidad, pero sobre todos destacaron las comedias de bulevar, en las que era un consumado maestro, y las de carácter biográfico protagonizadas por grandes artistas y hombres de ciencia. Al este último grupo pertenece Beaumarchais, escrita al final de su carrera, pero hay algunos aspectos que la distinguen del resto. El primero, que, por su complejidad escenográfica y número de personajes, su puesta en escena escapaba a las posibilidades de una compañía privada. De ahí que no lograra verla representada. En segundo lugar, no estamos ante una biografía más, sino ante lo que podemos considerar su testamento teatral. El personaje que retrata y da título a la pieza es, en efecto, el autor de El barbero de Sevilla y de Las bodas de Fígaro, y cuanto de él cuenta pertenece a la azarosa vida de ese personaje en el que se resume la Francia del siglo XVIII. Lo que sucede es que Guitry se reconocía en él y, al reivindicar su figura, hacia lo propio con la suya.
Fue Beaumarchais un hombre que destacó en cuantos negocios emprendía, ya fuera el de la relojería, que heredó de su padre, el de editor, naviero o traficante de armas. Poseedor de una envidiable cultura, amén de gran talento artístico, alumbró, como escritor, obras en las que, con mordaz ironía, fustigaba a la sociedad de su tiempo y que hoy forman parte del repertorio universal. También ejerció la política de altos vuelos, sirviendo como espía a los dos Luises, XV y XVI, cuando se fraguaba la independencia de los Estados Unidos, a cuyo buen fin contribuyó. Luego, cuando estalló y se consumó la Revolución, cuyo advenimiento había anunciado, supo salir indemne de sus zarpazos y hasta se permitió el lujo de ironizar sobre sus resultados. Acometió otras empresas arriesgadas cuya sola mención alargaría en exceso esta reseña. Pero siendo tantas, ninguna de esas tareas logró distraerle de otras más lúdicas en la que también obtuvo grandes satisfacciones. Amante de la buena vida, fue un exquisito gastrónomo y un conquistador insaciable, tanto de damas libres como comprometidas. No es extraño que tan plural y casi siempre exitosa actividad despertara envidias y celos y le acarreara complicaciones de todo tipo, entre ellas las de vérselas en los tribunales de justicia y dar con sus huesos en la cárcel o sufrir los rigores de la censura de quiénes eran objeto de sus aceradas críticas.
Sacha Guitry encontraba cierto paralelismo entre su vida y la de Beaumarchais. Se consideraba un renovador del teatro y, en cierto modo lo fue, pues insufló nuevos aires en la agotada comedia del XIX, aunque en el tramo final de su carrera, su obra se viera eclipsada por la de los creadores que, con otras estéticas y contenidos, se instalaron en los escenarios franceses tras la Segunda Guerra Mundial. Pero, sobre todo, se consideraba víctima de quienes no le habían perdonado que, durante la ocupación alemana, hubiera permanecido en París trabajando con normalidad. Acusado de colaboracionista, fue encarcelado. Es cierto que pasó poco tiempo entre rejas, pues poco después fue rehabilitado. Años atrás, se le vetó el acceso a la Academia por su negativa a renunciar a su condición de actor. Todos esos sinsabores aparecen reflejados en la última escena de la comedia, en la que, en un fantasmal juicio póstumo, se escenifica el rechazo al escritor dieciochesco, Molière acude en su auxilio y, tras rescatarle del acoso de sus detractores, le hace justicia tendiéndole la mano. No hace falta mucha imaginación para interpretar que el gesto del padre del teatro francés va dirigido, además de a Beaumarchais, a quien le evoca con ánimo de representarle en el escenario, es decir, a Guitry, aunque sea José María Flotats quien, por la obligada ausencia de éste, asuma el papel. No en vano, en la escena inicial, típico ejemplo de teatro dentro del teatro, Flotats se presenta haciendo de Guitry, quién, a su vez, hace de Beaumarchais, creando, de ese modo, un hilo que une a los tres dramaturgos.
Ser Guitry y Beaumarchais a un tiempo es un reto tentador para un actor que gusta de interpretar personajes con mucha carne. Es, pues, normal que Flotats los haya incorporado, fundidos en uno sólo, a su ya extensa galería de seres con enjundia portadores de discursos elevados y atractivos. Se siente cómodo dentro del ropaje dieciochesco y su interpretación de un ser que compatibiliza la libertad sin límites y el compromiso activo con las causas en las que cree, es una gozada. A salvo de las exigencias de un director de escena distinto a él, obedece a su propio dictado y al de su talento, lo que le permite levantar, como acostumbra, un monumento a la ironía. Nada nuevo para quiénes siguen su trayectoria artística. Una vez más, no defrauda.
Para poner en pie este espectáculo, no se ha reparado en medios. Siendo importantes los materiales, al crítico le interesan más los humanos, pues lo que al final cuenta es el resultado alcanzado. Para esta tarea han sido convocados grandes creadores de la escena europea. Ezio Figerio ha diseñado la escenografía, en la que los elementos corpóreos han sido sustituidos, como empieza a ser frecuente, por decorados virtuales, cuyos cambios se producen como si se tratara de las ilustraciones de un gran libro cuyas páginas vamos pasando lentamente. Massimo Listri, autor de las fotografías que sirven de fondo a la acción, ofrece una exquisita selección de los grandes y lujosos salones que albergaban los palacios y mansiones de la época. Del vestuario, bellísimo, se ha ocupado Franca Squarciapino, esposa y colaboradora de Figerio. En cuanto a la traducción del texto, el encargo ha recaído en Mauro Armiño, cuya autoridad en este tipo de trabajos está suficientemente acreditada.
Siendo una obra concebida para el lucimiento de un gran divo, el autor dejó abiertas las puertas para que otros actores pudieran mostrar su talento en sus más breves papeles. En consonancia con ello, Flotats se ha rodeado de una treintena de excelentes actores que dan vida a cerca de setenta personajes. La elección, cuidadosa, ha sido acertada. A María Adánez y Carmen Conesa les viene como anillo al dedo sus desenfadados personajes. Ramón Barea y Constantino Romero, Luis XV y Benjamín Franklin, respectivamente, están brillantes en los vivos e ingeniosos diálogos que mantienen con el personaje de Flotats. Hay que destacar también a Pedro Casablanc en el papel de Gudin de Brenellerie, el biógrafo y amigo del protagonista, así como la excelente interpretación que Raúl Arévalo hace del sexualmente ambiguo y escurridizo caballero d’Eon.
Título: Beaumarchais
Autor: Sacha Guitry
Traducción: Mauro Armiño
Escenografía: Ezio Frigerio
Fotografías de escenografía: Massimo Listri
Vestuario: Franca Squarciapino
Iluminación: Vinicio Cheli
Edición de imágenes escenográficas: Sergio Metalli
Arreglos e interpretación al clave: Miguel Huertas
Montaje musical: José Antonio Gutiérrez
Diseño de cartel y retratos: Javier Naval
Colaborador de dirección de escena: José Antonio Gutiérrez
Ayudante de dirección de escena: José Gómez
Ayudante de escenografía: Oscar Cafaro, Nicolás Bueno
Coordinadora de vestuario: Daniele Boutard
Ayudante de vestuario: Francesca Petrocco
Ayudantes de edición de imágenes escenográficas: Luca Sensi, Giovanni Quiri
Regidor: Juan Aranda
Realización de vestuario: Sastrería Cornejo
Realización de pelucas: Antoñita, Viuda de Ruíz
Realización de escenografía: Altamira Arquitectura Escénica
Producción ejecutiva: Natalia Feijoo
Producción: Teatro Español de Madrid en coproducción con el Teatro Arriaga de Bilbao
Intérpretes (por orden alfabético) María Adánez (su amante, la actriz Marion Ménard, dama joven de la compañía de Guitry), Jonás Alonso (su ayuda de cámara, el conde d’Artois), Javier Ambrossi (su nieto William, Gentilhombre visitante), Mario Angulo (su mayordomo, André, Dessessarts (Bartolo), Danchet, académico), Raúl Arévalo (El caballero d’Eon, El marqués de la Fayette), Ramón Barea (Luis XV, Gentilhombre, Gombaud, académico), Boj Calvo (Carcelero, Gentilhombre visitante, Bellecourt (Almaviva), Lacayo del Rey, Un ujier de la Acadeémie Française), Esperanza Candela (su criado inglés, la señorita Doligny (Rosina), dama de la corte) , Pedro Casablanc (su amigo, Gudïn de La Brenellerie, Coletet, académico), Richard Collins-Moore (su ama de llaves, una inglesa, El regidor de la Comédie Française, el doctor Guillotin) , Carmen Conesa (Marie:Thérese Willermaulaz, Señora Guitry), Francisco Dávila (Lacayo del Rey, el conde Polignac, Leclercm autor dramático), Josep Maria Flotats (Beaumarchais, Sacha Guitry), Miranda Gas (dama visitante, La reina maría Antonieta), José Gómez (Señor capellán de prisiones, El príncipe de Conti, Genilhombre, Molière), Maite González (su criado inglés, su dama de compañía,), Ana Goya (La señora Campan, la sastra de Sacha Guitry), Manuel Gutiérrez-Cuevas (El Rey Luis XVI), Olmo Hidalgo (Lacayo del Rey, su cochero, préville (Fígaro)Paul), Lander Iglesias (su ayuda de cámara, Gustave, Bois-Robert, académico), Álvaro de Juan (Gentilhombre visitante. Gentilhombre), Geraldine Leloutre (su ama de llaves, dama de la corte), Crismar López (su ama de llaves, dama de la corte), Borja Luna (el duque de Chaulnes, Oger (basilio)el general Bonaparte), Carolina Martín (su sirvienta, dama de la corte), Rebeca Matellán (dama visitante, dama de la corte), Jaime Moreno (su cocinero, lacayo del rey), Ricardo Moya (el conde de Vergennes, Desmarest, académico), Constantino Romero (Enjamín Fanklin, Campistron, presidente de la Académie Française), Andrés Ruiz (el señor de Sartine, Saurin, académico), Eduardo Mac Gregor (Monseñor de Jigné), Juan Aranda ( Regidor de la compañía Guitry)
Dramaturgia y dirección: Josep Maria Flotats
Estreno en Madrid: Teatro Español 30 – XI – 2010.
Estreno en Bilbao: Teatro Arriaga, 4 – II – 2010
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JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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