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RESEÑA, 1988
NUM. 183, pp.11 -12 |
EL MAL DE LA JUVENTUD
UN TEXTO BIEN DESEMPOLVADO
El grupo Zascandil, pletórico de actores jóvenes busco este texto que exige juventus. Según el crítico otra de las razones es la actualidad porque aquellos jóvenes de 1929 se equiparaba a los de 1988. La misma reflexión se hacen en el 2010.
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LOLA FERNÁNDEZ (LOLA CASAMAYOR), BLANCA PORTILLO
FOTO: M. ÄNGEL GONZÁLEZ
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El mal de la juventud de Ferdinand Bruckner es obra protagonizada por jóvenes. Una pensión de estudiantes y un conflicto amoroso da pie para la revisión de las ideas trasnochadas y la ponderación de las nuevas, nacidas del desencanto de la época: hundimiento de la Bolsa (1929), amenaza del autoritarismo hitleriano y trastoque de los criterios morales y demás principios básicos de una sociedad que se descompone. De ese desencanto participan los estudiantes de aquella pensión: el amor prematrimonial se quiebra y en sustitución aparece el lesbianismo; la infidelidad del noviazgo se descarría en un amor sado-masoquista incontrolado que obliga a la criada, culturalmente más débil, a robar y prostituirse por amor de ese señorito estudiante; el trabajo, patrimonio exclusivo del hombre, deja paso a la pretensión de la mujer que no quiere, ni debe, ni necesita depender de él. Y, corroyendo el alma, la desesperación, fruto del miedo, del compromiso, de la inseguridad y de la soledad. En ese vaivén inestable del ser humano, en lontananza, la tentadora hada del suicidio. Una ideología feminista da el toque revolucionario final.
Revolucionario también para la época es el lenguaje realista, una vez que el expresionismo comenzaba a fatigar en todas las artes: cine, teatro, pintura ... De este modo Bruckner se «aggiornaba». Usaba lo que se denominó «enganche con la actualidad» y lo que consigue tanto a nivel de ideas como de lenguaje.
Bruckner (1) era vienés, pero participaba del tremendismo alemán, que ha llegado hasta nuestros días en la persona de Fassbinder. No creo exagerar si digo que este argumento podría haber sido firmado por el cineasta alemán. Contiene todos los ingredientes de su poética: fisuras del ser humano, sexo disparado, realismo-psicológico lleno de símbolos, longitud horaria y el oscuro mundo alemán que precedió a la gran hecatombe.
El grupo Zascandil se ha empeñado con el texto. Un grupo de gente relativamente joven, pero de amplia experiencia teatral. Imagino que la elección se puede deber a varias causas: un plantel de jóvenes siempre encuentra dificultades a la hora del reparto y tiene que evitar personajes de más edad, sobre todo cuando la clave ronda los cánones del realismo. El tema de una juventud frustrada, con cierto desencanto, podría enganchar con el que parece apoderarse hoy de nuestros jóvenes. Por otro lado, la dimensión feminista de la obra tiene también un toque de actualidad. Posiblemente, hay muchas razones más, que se me ocultan.
La representación de Bruckner por Zascandil es digna y posee momentos inspirados tanto de puesta en escena como de interpretación. Se trata de una versión en la que se han dado inteligentemente cortes y tanto la adaptación como la traducción no se despegan de nuestro lenguaje actual. Interesa la línea argumental, el tremendismo de ciertas escenas, pero en conjunto el espectador se siente despegado tanto de la ideología vertida (hoy impresiona menos), como del enganche con nuestra realidad, bien sea por el tema del desencanto que no es el mismo de hoy día (nuestro desencanto es otro: la casi imposibilidad de dar un paso más a través de aquellas ideas que en la época de Bruckner eran revolucionarias) o por el de la relación hombre-mujer.
Antonio Malonda acierta en la agilidad, puesta en escena y «aggiornamento» del texto. Con todo, no consigue un resultado brillante, sí digno.
Curiosamente, a pesar de ser una compañía de actores jóvenes que podrían reproducir muy bien la edad de los personajes -unos estudiantes en una pensión-, no ocurre así. Se despegan de ellos en edad, no físicamente sino por su caracterización, y buena culpa de ello creo que la tiene el vestuario, atractivo, variado, e incluso de época (menos acertado el de los chicos), pero me temo que los figurines han sido tomados de modelos esteriotipados que pertenecen a adultos y no tanto a la moda de gente joven de aquel tiempo. Esto es lo que da, probablemente, ese aire de falsedad.
La interpretación tiene altibajos. A veces se carga la mano en la sobreactuación o se recurre al estereotipo. Y, lamentablemente, comienzan a aparecer los «tics». Falta cierta sobriedad que se disimula en las escenas gritadas o dramáticas. La protagonista, Lola Fernández, desvela unas cualidades poco comunes y su físico posee un gran poder evocador, al estilo de las grandes actrices dramáticas. Ella y Blanca Portillo - que, por otro lado, tienen los personajes más brillantes del texto de Bruckner - forman una pareja con momentos inspirados. Los personajes masculinos, en cambio, quedan desvaídos e incluso artificiosos.
Una escenografía preocupada por recrear el ambiente de la época y bien explotada para un presupuesto medio, cumple su cometido aunque esté desprovista de personalidad. Demasiado desnuda en las paredes. La asesoría musical de Pepe Nieto es acertada y bien cuidada la reproducción sonora de la época.
El mal de la juventud, en versión de Zascandil, es un montaje que interesa por devolvemos a un autor al que se le ha sabido sacudir bien el polvo. Es, también, un trabajo estudiado al que le sobraría u na cierta sobrecarga en sus actores. Iniciativas como éstas valen la pena y son dignas de prestarle atención.
Una última apostilla: el Centro Cultural Galileo con su sala de teatro no favorece mucho a este espectáculo concreto. La embocadura no acaba de acunar la escena y la torpeza del telón cortina no puntúa con garbo los actos y el final.
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(1) Ferdinand Bruckner (1897-1958) nace en Viena y se exilia con motivo del incendio del Reichstag (1933) y ante la elección democrática del autoritarismo de Hitler. Residirá en París y EE.UU. hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Primero se dedicó a la Filosofía, la Filología y la Música. En 1923 se decide plenamente por el teatro al fundar el Renaissancetheater (teatro renovado). Debido a su origen judío ocultó su nombre, Theodor Tagger, bajo el pseudónimo de Ferdinand Bruckner. Desarrolló la actividad teatral en su doble faceta de autor y director. Su estilo parte del expresionismo y llega hasta el realismo. Cuando escribe El mal de la juventud (Krankheit der jugend) ya llevaba escritas varias obras, y su línea temática y estética transcurría por los nuevos moldes: las ideas de liberación en la mujer, los problemas del hombre y la estética realista que enganchaba con la «actualidad». Esta obra forma parte de una trilogía, cuyos otros dos títulos son Los criminales y Las razas. En las tres la crítica social es el marchamo de esta época literaria de Bruckner.
Título: El mal de la juventud
Autor: Ferdinand Bruckner (1929).
Traducción y adaptación: Antonio Malonda.
Diseñador, escenografía y vestuario: Albahaca, Estudio de Teatro.
Asesor musical: Pepe Nieto
Producción: Zascandil, en colaboración con el INAEM.
Intérpretes: Lola Fernández (María), Blanca Portillo (Desiree), Marisol López (Lucy), Soledad Rolandi (Irene), Chema Adeva (Federico), Rafa Ruiz (Petrel), Antonio Pozuelo (Alt).
Dirección: Antonio Malonda
Estreno en Madrid: Centro Cultural Galileo, 16 de febrero de 1988.
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FOTO: M. ÁNGEL GONZÁLEZ
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M. Garrido
Copyright©garrido
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