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HUMANIDAD, IRONÍA Y SU TOQUE DE COMEDIA
PARA UN TEXTO VIGENTE HOY DÍA. |
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ESPERANDO A GODOT
en el
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SU AUTOR:
SAMUEL BECKETT
HUMANIDAD, IRONÍA Y SU TOQUE DE COMEDIA
PARA UN
TEXTO VIGENTE HOY DÍA
RAÚL CHACÓN y JESÚS CORTÉS
FOTOS: PERICO URANGA |
Título: Esperando a Godoy
Autor: Samuel Beckett
Traducción: Ana María Moix
Escenografía y Vestuario: Małgorzata Zak
Realización Escenografía y Atrezzo: Teatrek/Réplika
Realización pictórica escenografía: Małgorzata Zak
Iluminación: Jarosław Bielski y Marta Graña
Ayudante de dirección: Socorro Andadón
Intérpretes: Jesús Cortés (Estragón),
Raúl Chaacón (Vladimir), Joaquín Abad (Lucky),
Luis Martí (Pozzo), Boj Calvo (Muchacho)
Espacio escénico y dirección: Jarosław Bielski
Estreno en Madrid: Teatro Réplika, 21 – X – 2005
Esperando a Godot (En attendant Godot) data, en cuanto la escritura, de 1948/49. Publicada en 1952, se estrenará en París en 1953. Hasta ese momento Beckett, como literato y autor teatral – ya tenía escrita gran parte de su obra literaria - apenas si era conocido. Este primer Godot francés dirigida por Roger Blin, causó sensación y magnificó el nombre de su autor nombre hasta el punto de unir Beckett y Esperando a Godot. Marcaba un hito en el mundo teatral: una temática abstrusa y una forma de teatro para nada al uso. La popularidad de la obra creció en la línea del “misterio”. Comenzaron multitud de interpretaciones. Hay quienes veían a Dios en ese Godot y otros se decantaban por la Nada. La obra comenzó a ser alimento de todo grupo teatral que se preciaba de progresista y ocupó muchos de los espacios del teatro OFF.
En España entró u década y media más tarde. Una de las primeras representaciones fue en Barcelona la del TEC (Teatre Experimental Català) en 1966. Al año siguiente (1967) llega a Madrid de la mano del teatro comercial en el teatro Beatriz. En años sucesivos, en España, el título fue alimento de grupos experimentales. A parte de las excelencias de la “misteriosa” temática, su reducido reparto – 5 actores – y su estilizada escenografía se ajustaba bien a una producción económica y a espacios de lo más variopintos. Otra de las virtudes era la de ser un texto polisémico y poliescénico, que permitía y permite, aún hoy día, la investigación continua.
La Compañía Rèplika Teatro vuelve a retomar el texto con motivo del centenario del nacimiento de Samuel Beckett (1906 – 2006)
A estas alturas la historieta es de sobras conocida: dos personajes – Estragón y Vladimir – asientan sus reales a la sombra de un esquemático árbol, plantado a mitad de un camino sin principio ni fin. Serán interrumpidos por otra pareja: el amo Pozzo y su criado reptil Lucky. Los cuatro no hacen casi nada, salvo mantener un diálogo de exabruptos en cuanto a la lógica de la conversación y si se les pregunta a Estragón y Vladimir responden: "Esperando a Godot". Esperan, pero Godot nunca aparece. Y mañana será otro día para seguir esperando a Godot o ir al suicidio. Suicidio que nunca se consumará, porque uno se protege al otro.
Pretender dilucidar, por mi parte, el significado de la obra y así cerrar este discurso, tras tantos años de subir al escenario, resultaría un tanto pretencioso. La obra ha topado con muchos estudios y con diversas interpretaciones. Esto hace que a lo largo del tiempo siga teniendo fuerza y cada época descubra muevas líneas. Lo propio de la obra de arte.
La versión ofrecida por Jarosław Bielski - director de Rèplika Teatro y de esta versión – incide en el tema de la “espera”, sin pretender interpretaciones deísticas o nihilistas. Más bien aparece como la constatación de un hecho: la realidad del ser humano que ante la vida, la única postura posible es esperar un no se sabe qué. Estamos arrojados en este mundo y nos enfrentamos con el tiempo. Hay un cierto desvalimiento, pero no desesperación. Quedan marcadas dos posturas de enfrentarse a este tiempo repetitivo de espera: la tiránica de Pozzo y el servilismo de su criado Lucky – metáfora de los poderes a los cuales nos sometemos en busca de la seguridad – y otra más humana y sencilla (no por ello menos absurda) de Vladimir y Estragón, dos pobretes que se protegen mutuamente.
Para transmitir estas dos posturas esenciales de la vida humana, Jarosław ha evitado reducir a los pobretes a payasos. Son dos desarrapados como los podemos encontrar en los subterráneos del metro, en las plazas o en las colas de reparto de comidas. La otra pareja viste, Pozzo, ostentosamente y Lucky una columna vertebral doblada por su eterno servilismo, una especie de gusano. Al utilizar tales caracterizaciones, hace que la fábula de Beckett, nos resulte más cercana y casi en clave realista, aunque indudablemente el diálogo y las situaciones van más allá de la realidad. Tal tratamiento creo que es un acierto. Invita a la reflexión personal y a la propia interpretación.
A nivel escenográfico ha potenciado el espacio. Al tradicional árbol beckettiano y consabido espacio abstracto añade una acotación, gracias a que el Rèplika Teatro no es espacio tiranizado por el teatro a la italiana. En esta ocasión el camino hacia Godot se instala en el centro de la sala, de modo que los espectadores nos encontramos a uno y otro lado. Estamos como se dice a la vera del camino y la cercanía nos convierte en algo más que testigos. El árbol ocupa el centro y en los extremos dos grandes lienzos pintados por Małgorzata Zak, reproducen – casi en forma gemela - las tenebristas pinturas de una cueva o espacio informe con un punto de abertura hacia la luz, pero a una cierta altura y por lo tanto difícil de alcanzar, símbolo de esa “espera esperanza” o “cochina esperanza” como denominó Anouilh – otro de los escritores del absurdo – a la esperanza confusa pero que siempre está ante nosotros y a la que no renunciamos. Las pinturas – en semipenunbra - poseen un gran poder de evocación y de congruencia con el tema. Así pues, el tratamiento escénico y plástico, en ningún momento son gratuitos, sino coherentes con la puesta en escena. Algo similar sucede con el vestuario que, sin perder el poder de evocación y simbolismo, prefiere una línea con una mano tendida hacia el realismo y por lo tanto dibuja en el abstractismo del texto un contorno de concreción y aproximación al espectador.
Uno de los grandes valores que posee esta versión es el aspecto interpretativo y la construcción de los personajes. Como ya sucedía en Alguien voló sobre el nido del Cuco, - el anterior montaje de Rèplika Teatro - este aspecto del bien diseñado perfil de los personajes, viene siendo el marchamo de fábrica de esta Compañía. El actor desaparece bajo la piel del personaje, lo cual no suele ser frecuente, al menos en la totalidad del colectivo de las representaciones teatrales. Aquí se puede afirmar que sí. Se descubre un trabajo de conjunto y unas líneas interpretativas comunes. Una de las composiciones más impactantes es la del babeante (realismo puro la baba) Lucky (Joaquín Abad) – medio gusano, medio hombre – siempre inclinado y a veces un ovillo, imagen de la incomprensible y necia servidumbre esclavista del hombre en este mundo. Su composición corporal es fuente de mucha evocación. Sin desmerecer el trabajo de todos, sobresale el personaje de Vladimir, por su humanidad en cuanto personaje, y por la interpretación de Raúl Chacón. También es verdad que es personaje muy agradecido por la variedad de matices que posee. En todos, se intuye que en el proceso de composición interpretativa ha habido un minucioso análisis, para conseguir que el cuerpo del actor y su plástica se convierta en una gran fuente evocadora de la propia situación.
He dicho antes que los espectadores estamos a “la vera del camino”. Tal proximidad permite a los actores utilizar una variada gama de tonos. Desde el intimismo hasta la explosión sonora.
Se ha preferido el texto casi íntegro. No es habitual y el propio Beckett preparó una versión más reducida. Ello consume dos horas largas de tiempo. Y esto engendra un peligro: el cansancio del espectador si no se encuentra el ritmo adecuado. En esta ocasión no sucede. No existe tal cansancio, lo cual habla a favor del ritmo, aspecto primordial en cualquier espectáculo.
Siempre que se anuncia en cartelera Esperando a Godot, personalmente me invade una sensación extraña que apunta a un cierto hastío o excesivo manoseo de un texto. Contemplando esta versión, se descubre la gran fuerza evocadora del texto y la denuncia del sin sentido que es muchas veces la vida, al tener que adherirnos a un algo que nos desconcierta por no poder verlo nunca y que al mismo tiempo nos sostiene. Dentro de la aparente abstracción de los diálogos y la situación, se ha sabido hacerlo aterrizar sobre el escenario con eficacia, y lograr que el espectador se interese. El tema de Beckett es eterno y sin respuesta para el ser humano. Las ideologías y religiones han intentado buscársela. No obstante, a poco que reflexionemos, siempre está presente. Beckett lo que hizo fue constatarlo. Esta versión se mantiene en esa línea y nos lo transmite con humanidad, ironía y su toque de comedia.
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José Ramón Díaz Sande
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