Tennessee Wiliams, Memorias. |
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Escrito por www.madridteatro.net
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Domingo, 18 de Abril de 2010 08:46 |
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En 1975 Tennesse Williams publicaba sus Memorias. Causaron sensación porque confirmaban lo que circulaba como rumor o se intuía a través de los personajes de sus obras, con respecto a su vida, emociones, amores y filosofía acerca de la vida... |
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TENNESSEE WILLIAMS
MEMORIAS
(Memoirs)
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Tennessee Williams
MEMORIAS
Traducción: Antonio Samons
Editorial Bruguera,
BARCELONA.- 1ª edición 1983, pp. 352
I.S.B.N. 84-02-09413-9
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En 1975 Tennesse Williams publicaba sus Memorias. Causaron sensación porque confirmaban lo que circulaba como rumor o se intuía a través de los personajes de sus obras, con respecto a su vida, emociones, amores y filosofía acerca de la vida. Relacionados con él, surgen – a modo de pinceladas de grueso trazo - una serie de personalidades del mundo del teatro, del cine y de la literatura que conforman un gran fresco de la sociedad de su época.
Son desgarradoras y huyen del eufemismo para con aquellos temas que, incluso en aquellos años setenta, seguían siendo tabú: el sexo, las drogas y el alcohol. Junto al desgarro surge un sentimiento que conmueve, por la lucha interna tanto a nivel sentimental como a nivel profesional en esa inquietante carrera por conseguir la fama o el reconocimiento como dramaturgo. Su enfrentamiento con el mundo del espectáculo, sus miedos e inseguridades a ser rechazado, tanto a nivel emocional como literario, trazan un perfil de un hombre sumido en su propia debilidad y en su humanismo, que a veces olvida y lo convierte en un tirano de los sentimientos.
Todo ello está dicho con ironía, a veces mordaz, pero con un gran sentido del humor.
Memorias (Memoirs), se han reeditado en inglés en varias ocasiones. En España contamos con la traducción que hizo la Editorial Bruguera en 1983, aprovechando la coyuntura de su muerte. Hoy difícilmente se puede encontrar. Pero ahí está en las bibliotecas.
El comienzo del primer capítulo – 1 - traduce muy bien el humor y la psicología de Tennessee:
- “Para empezar esta “cosa” en un tono socialmente prestigioso, permítanme decirles que un otoño reciente, antes de la caída de las hojas, pasé un fin de semana en una de las últimas grandes casas rurales inglesas, en una finca tan próxima a Stonehenge, que una de las piedras de aquel prehistórico lugar de culto druida fue descargada en las tierras de mi anfitriona antes de alcanzar su destino y, bien sea por una crisis de mano de obra, bien por una insurrección entre los esclavos que la componían, en lugar de recuperarla dejaron que la piedra se quedara donde había caído, reseña esta que no guarda con lo que sigue más que una relación muy remota y sumamente indirecta.
- (…) Entré en la biblioteca y descubrí que apenas contenía otra cosa que grandes volúmenes en piel y casi tan vetustos como la piedra que no había acabado de alcanzar Stonehenge. (…) también descubrí una puerta secreta, disimulada un tanto inexpertamente por un frontal de falsos estantes (…) había allí un libro, éste auténtico, titulado Quién es quién internacional, o algo por el estilo. (…) Me agradó comprobar que la obra ofrecía considerable información sobre ese personajes inexistente que lleva mi nombre profesional. Los datos comprendían una serie de inofensivas inexactitudes, pero una de esas inexactitudes surtió un pésimo efecto sobre mi humor.
- (…) figuraba la pasmosa declaración de que en uno de los primeros años de la década de los cuarenta había sido becado con mil dólares (…) por el Instituto Nacional de Artes y Letras (…)
- ese año (…) me vi obligado literalmente a empeñar todas mis pertenencias, incluida un vieja máquina de escribir portátil que me habían prestado y con ella cuantas otras cosas poseía, viejas, nuevas y portátiles, comprendida toda mi ropa, a excepción de una sucia camisa de franela, unos pantalones de montar y un par de botas recuerdo del curso de equitación que había seguido durante un año en la universidad (…) fue ese año que me pasé saltando de alojamiento en alojamiento por impago de alquiler, que era mínimo, y el año en que hube de salir a la calle a mendigar un cigarrillo, ese cigarrillo absolutamente indispensable del que debe disponer un escritor que aliente y fume, antes de iniciar su trabajo de la mañana.
- (…) Dispongo de diarios con que demostrar que estos recuerdos concretos pertenecen al mismo año en que supuestamente fui gozoso beneficiario de esos mil dólares donados por una institución de la que soy ahora miembro tolerado”.
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Última actualización el Sábado, 15 de Mayo de 2010 06:11 |